LA INTEGRIDAD
INTEGRIDAD:
Vida en concordancia con nuestro estado de conciencia más elevado. La
integridad personal requiere valor.
En una sociedad
donde se pierden los valores y crece la desconfianza, la integridad es un
desafío impresionante en los negocios, la familia, el estado y la Sociedad
en general.
La palabra
“integridad” implica rectitud, bondad, honradez, intachabilidad; alguien
en quien se puede confiar; sin mezcla extraña; lo que dice significa eso:
lo que dijo; cuando hace una promesa tiene la intención de cumplirla.
Continuamente creamos nuestra realidad a través de las elecciones que
hacemos, momento a momento -creando y manteniendo la armonía al seguir
nuestra conciencia y actuar por el bien más elevado.
Estamos siendo
valientes cuando vivimos de acuerdo a nuestra conciencia cuando sería
fácil esconder de los otros que no estamos siguiendo nuestra conciencia.
Es más cómodo deslizarse hacia abajo por la colina de la vida, manteniendo
o divagando en nuestro estado de conciencia actual, que seguir las
escaladas algunas veces duras del camino de lo que sabemos es correcto.
La recompensa de enriquecer continuamente nuestra integridad personal es
que nos volvemos más concientes de nuestra naturaleza armónica, de nuestra
“chispa” divina.
Al vivir con
integridad personal los demás se dan cuenta que pueden confiar en nosotros
-nos convertimos en un amigo digno de confianza- un valor para nuestra
familia del mundo.
Cuando integramos
personalmente nuestra conciencia más elevada en nuestra vida diaria, en
nuestras acciones cotidianas, tenemos mayor capacidad para disfrutar la
felicidad y la armonía.
Los griegos eran
expertos en hacer figuras en mármol. Muchas veces al estar trabajando el
mármol descubrían grietas en él, la cual, naturalmente, le quitaba valor a
la obra. Algunos, entonces, cubrían esas grietas con una cera especial; la
pulían y quedaba aparentemente perfecta, pero cuando la figura era
expuesta al calor del sol la cera se derretía y quedaba descubierto el
engaño. Por eso, era común encontrar, donde vendían esas piezas de mármol,
un letrero que decía: “Se venden figuras en mármol puro; sin cera.” De
ahí, viene nuestra palabra en español sincera/o.
Eso es lo que
significa integridad: sin grietas.
El siguiente poema
de Rudyard Kipling es una enseñanza completa de lo que es la integridad.
Me imagino a cualquier padre impartiendo una sabiduría perenne a su
pequeño hijo sentado en sus rodillas cada vez que lo releo. He descubierto
algunas verdades en muchos de los exquisitos consejos que Kipling dió a su
hijo, pero también el trabajo en su aplicación respecto a mi vida.
Hay siempre tanto
que aprender.
SI
Si
puedes tener calma cuando en tu derredor
todo
el mundo la pierde y a ti te culpa de ello;
si
cuando de ti dudan puedes tener fe en ti,
pero
también excusas la desconfianza de otros;
Si
puedes esperar sin cansarte en la espera,
o
siendo calumniado, no esgrimes la calumnia,
o
siendo aborrecido, el odio en ti no acoges,
y
con todo no pecas de bueno o sentencioso;
Si
puedes ensoñar sin rendirte a los sueños,
o
pensar sin hacer del pensamiento meta;
si
puedes arrastrar el triunfo y el desastre
tratando de igual modo a entrambos impostores;
Si
puedes soportar que la verdad que has dicho
se
trunque en bocas viles en trampa para bobos,
o
ver hecha pedazos la ilusión de tu vida,
e
inclinarte a rehacerla con recursos maltrechos;
Si
en un montón juntando tus cuantiosas ganancias,
jugarlas todas puedes a un simple cara o cruz,
y
perderlas, y luego volver a comenzar,
y
jamás una frase decir de lo que pierdes;
Si
puedes obligar al corazón y al nervio
y al
músculo a servirte, aun después de extenuados,
y
perseveras aunque ya nada quede de ti,
salvo la voluntad que le dices “¡Adelante!”;
Si
puedes con la plebe tratar sin menoscabo,
o
alternar con monarcas sin romper con el vulgo;
si
no pueden herirte ni amigos ni enemigos;
si a
todos consideras, mas nunca en demasía;
Si
el minuto implacable puedes avalorar
con
sesenta segundos de avance en tu jornada,
tuyo
es el mundo y todo lo que en el mundo existe,
y,
más aún, serás todo un hombre, ¡hijo mío!
Las
magnificas ideas que encierran estos cuarenta versos me han ayudado a
tratar de ser una mejor persona cada día. Me inspira la idea de poder
tener el discernimiento apropiado para lograr mantenerme con integridad en
este loco mundo en que vivimos, a pensar que debo vivir mi vida y ser yo
mismo sin depender de lo que opinen los demás, me ayuda a reconocer la
hipocresía, para darme cuenta cuanto me desagrada, me enseña también a ser
buen perdedor y saber que un fracaso no es el fin de todo, que siempre se
puede volver a empezar y además con una nueva vivencia y enseñanza en
nuestro interior. He aprendido a dejar de emitir juicios basándome en los
éxitos o fracasos de los demás, o en su apariencia física, religión o
costumbres, y trato de ver la manifestación de la Luz en todas las
personas, me gusta saber que vivo según me dicta la conciencia, y no
necesito ir demostrando quién soy para que se me reconozca el lugar que me
corresponde.
Todo esto lo veo en
este poema, como Kipling le dice; si puedes hacer todo esto, “tuyo es el
mundo y todo lo que en el mundo existe, y más aún, serás todo un hombre,
¡hijo mío!” Esta fue su forma de decir a su hijo que la integridad
significa ser uno mismo... y tu conciencia. |