LAS
SECTAS
La
humanidad siempre ha tenido un espíritu sectario y la historia no es más que
el relato de las guerras entre sectas por alcanzar la hegemonía y el poder,
e imponer su credo.
Por un reflejo
defensivo ante el acoso a que les someten las sectas dominantes, los grupos
minoritarios suelen radicalizarse y se caracterizan por un extremo
fanatismo.
No faltan ejemplos en
la Historia, aunque tal vez el más significativo sea el que tuvo lugar en el
mundo judío, cuando surgió un líder carismático, Jesús, que arrastraba a las
masas. Fue acusado de blasfemo por el judaísmo establecido y condenado a
morir en la cruz. Sus seguidores fueron perseguidos y considerados como una
secta demoníaca. La persecución les radicalizó hasta el extremo de morir
martirizados con una sonrisa en los labios. Veinte siglos después, aún
pueden apreciarse en la Iglesia católica algunos trazos de fanatismo y no
pocos mecanismos represivos que recuerdan, como cicatrices, las heridas de
tiempos más difíciles.
Estos son algunos de
los crímenes cometidos, a lo largo de la Historia, en la lucha por el poder
entre sectas. Cruzadas, guerras santas, Inquisición, represión, dictado del
terror, etc., son algunos nombres que pueden servir de recuerdo concluyente.
Los ataques que ahora
dirige la sociedad cristiana a las sectas minoritarias pueden inscribirse
dentro de la estrategia de esta ininterrumpida guerra de las sectas. No
debieran olvidar los cristianos su pasado al juzgar a grupos que surgen hoy
con una espiritualidad renovada, debido, como ellos antes, a la corrupción
de los estamentos religiosos al uso.
Las sectas son grupos
minoritarios de personas que han aceptado como absoluta una filosofía
determinada y mantienen una actitud hostil y de enfrentamiento hacia otras
corrientes de pensamiento. Son tanto más radicales cuanto mayor es el grado
de fanatismo de sus miembros y casi todas se caracterizan por un desmesurado
afán de proselitismo.
Aunque, a veces, es
difícil establecer donde termina la secta y donde empieza la religión,
podría decirse que la diferencia más sobresaliente entre ambas es de
carácter cuantitativo. Cuando una secta consigue un número mayoritario de
adeptos, se convierte en una religión.
Todas las grandes
religiones fueron sectas en su día y, muchas, aun conservan vivo, en parte,
aquel espíritu sectario de sus primeros tiempos, aunque, en la medida en que
se han hecho fuertes y estables, han aumentado también su grado de
tolerancia y disminuido su radicalismo.
La secta no se
explica si no va unida a otros dos conceptos, el fanatismo y el
proselitismo, de lo que es inseparable.
La mente humana no es
un reducto inexpugnable sino que es perfectamente permeable a determinadas
influencias. Si una mente es muy poderosa influye sobre otra y modifica su
entorno. Si es débil se ve influida por éste.
Existe, pues, un
tráfico de influencias psíquicas que puede alterar la ideología del
individuo y modificar su estructura mental.
Una creencia es más o
menos fuerte en relación a la intensidad de la fe que el individuo tiene en
ella. En la mayoría de los seres humanos, el despertar de las facultades
intelectuales va planteando interrogantes que minan de dudas sus
convicciones anteriores. La energía psíquica que sirve de propulsión a todo
pensamiento, se escapa, en este caso, por los agujeros de la duda y llega
con escasa fuerza a otras mentes.
El caso del fanático,
sin embargo, es distinto. Este aún no tiene despiertas sus facultades
intelectuales y carece de todo discernimiento. Ha "aceptado" una verdad y,
puesto que carece de dudas, la proyecta con toda su energía, causando una
impresión considerable en otras mentes, particularmente en aquellas de
características similares a la suya, que se limitan a aceptar la nueva
"verdad" y se convierten prontamente en transmisores de ella.
Esta es la razón por
la que el fanático resulta un proselitista eficaz, y esto explica también el
rápido crecimiento de las sectas más dogmáticas y radicales.
Cualquier doctrina
parece mayor verdad cuando está establecida y es mayoritariamente aceptada,
pero no se olvide que todas las grandes religiones extendidas en occidente,
fueron, en su día, grupúsculos marginados a quienes el tiempo, el pacto, y
el proselitismo, entre otros factores, llevaron al lugar que hoy ocupan.
Hoy, como ayer,
existen numerosas sectas porque existen numerosos individuos emocionales,
ciegos a la razón, y dispuestos a transformar en realidades absolutas lo
que no son más que deseos y esperanzas utópicos. Recuerden, aquí no
encontraran una verdad absoluta, una verdad con mayúsculas, no se dejen
engañar, busquen su verdad, no la de otros. Habrá de transcurrir mucho
tiempo antes de que la humanidad evolucione como para elevarse sobre
concepciones sectarias.
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