HUI-NENG: EL SEXTO
PATRIARCA
En
la compilación extremadamente valiosa que ha realizado Dwight Goddard bajo
el título de A Buddhist Bible, se recoge un documento por el cual
tengo un especial aprecio: es el "Sutra expuesto por el sexto patriarca".
Esa amalgama del budismo Mahayama con el taoísmo, que los chinos llamaban
Ch’an y los japoneses de un período posterior han llamado Zen, alcanza su
primera formulación en esta relación de la vida de hui-neng y de sus
enseñanzas. Y así como la mayor parte de los demás Sutras Mahayanas están
escritas en un estilo filosófico bastante imponente, estos recuerdos y
dichos del sexto patriarca hacen gala de una frescura y una vivacidad que
los convierte en algo exquisito de paladear.
La primera
"conversión" de hui-neng tuvo lugar cuando aún era joven. "Un día, mientras
estaba vendiendo leña en el mercado, oí a un hombre leer un sutra. Tan
pronto hube escuchado el texto del sutra, mi mente se tornó
súbitamente iluminada." Tras viajar al monasterio de Tung.tsen, fue recibido
por el quinto patriarca, el cual le preguntó "de dónde venía y qué esperaba
obtener de él. Le contesté que era un hombre de a pie, de Sun-chow, y añadí
que no pedía otra cosa que el Buda".
El muchacho
fue enviado al granero del monasterio, donde pasó muchos meses trabajando en
el descascarillado del arroz.
Un día, el
patriarca reunió a todos sus monjes y, tras recordarles la inexistente
utilidad de los méritos por comparación con la liberación, les dijo que se
fuesen y que "buscasen la sabiduría trascendental que hay dentro de vuestra
mente, y que le escribieran un poema sobre sus hallazgos". El que alcanzase
una idea más clara de lo que pueda ser la Esencia-Mente, recibiría el título
de sexto patriarca.
Shin-shau, el
más erudito de los monjes, el hombre de quien todos esperaban que se
convirtiese en sexto patriarca, fue el único en cumplir la orden del abad.
Nuestro cuerpo
puede compararse al árbol de Bodhi,
Mientras
nuestra mente es un brillante espejo.
Con esmero los
limpiamos y los vigilamos hora tras hora,
Y no
soportamos que se pose el polvo sobre ellos.
Esto escribió,
pero el quinto patriarca le dijo que regresara a su celda y que lo intentara
de nuevo. Dos días después, cuando Hui-neng oyó a alguien recitar este
poema, supo al punto que su autor no había alcanzado la iluminación y dictó
a otro monje que sabía escribir los siguientes versos:
De ninguna
manera es Bodhi una especie de árbol,
Ni es la
brillante reflexión de la mente cuestión de espejos;
Como la mente
es el Vacío,
¿dónde iba a
posarse el polvo?
Esa misma
noche, el quinto patriarca convocó al joven en su celda y en secreto le
invistió con la insignia.
No fue de
extrañar que los otros monjes, compañeros de Hui-neng, se sintieran celosos,
y tuvieron que pasar muchos años antes de que fuera reconocido por todos
como el sexto patriarca. He aquí unas cuantas muestras de sus afirmaciones,
tal como las recogieron sus discípulos.
Dado que el
objetivo de vuestra llegada es el Drama, absteneos por favor de tener
opiniones de ninguna clase, e intentad mantener la mente en un estado de
perfecta pureza receptiva. Yo os enseñaré. Cuando hubieron hecho esto
durante un tiempo muy considerable, dije: "En este momento en particular
estáis pensando en algo que no es el bien ni es el mal, luego ¿cuál es
vuestra auténtica naturaleza personal?". Tan pronto lo oyeron, recibieron la
iluminación.
Las personas
que viven bajo la ilusión esperan expiar sus pecados mediante la acumulación
de los méritos. No comprenden que las felicidades que puedan conquistarse en
el futuro nada tienen que ver con la expiación de los pecados. Si nos
libramos del principio del pecado dentro de nuestra mente, entonces y sólo
entonces será cuestión de verdadero arrepentimiento.
Las personas
que viven bajo el engaño son tercas al sostener su propia manera de
interpretar el samadhi, que definen como "sentarse en calma
continuamente, sin dejar que ninguna idea se forme en la mente". Semejante
interpretación nos clasificaría junto a los seres inanimados. No es el
pensamiento lo que bloquea el Camino; es el apego a cualquier pensamiento u
opinión en particular. Si liberamos nuestras mentes por una parte del apego,
y por otro de la práctica de reprimir las ideas, el Camino estará despejado
y abierto a nuestro paso. De otro modo estaremos esclavizados.
Ha sido
tradición de nuestra escuela tomar por base la "no objetividad", por objeto
la "ausencia de ideas" y el "desapego" por principio fundamental. La "no
objetividad" implica no estar absorto en los objetos cuando estemos en
contacto con los objetos. La "ausencia de idea" supone no dejarse llevar por
ninguna idea que pueda surgir en el proceso durante el cual ejercitemos
nuestras facultades mentales. El "desapego" significa no cultivar el anhelo
ni la aversión en relación con ninguna cosa, palabra o idea en particular.
El desapego es característico de la Esencia-Mente.
Allí donde
interviene el pensamiento, dejad que muera el pasado. Si permitimos que
nuestros pensamientos, pasados, presentes y futuros, se unan como eslabones
en una cadena, nos ponemos a merced de la esclavitud.
Nuestra
verdadera naturaleza es intrínsecamente pura, y si nos desprendemos del
pensamiento discriminativo nada, salvo esta pureza intrínseca, nada
permanecerá. No obstante, en nuestro sistema de Dhyana,
o ejercicios espirituales, no abundamos en la pureza. Y es que si
concentramos nuestra mente en la pureza, estaremos creando meramente otro
obstáculo que se interpondrá en el camino de la plasmación de la
Esencia-Mente, a saber, la engañosa imaginación de la pureza.
Dice el
sutra: Nuestra Esencia de Mente es intrísecamente pura. Que cada uno la
logre por sí mismo, pasando de una sensación momentánea a otra sensación
similar.
La relación de
los últimos días del patriarca es, por desgracia, demasiado larga para
citarla por extenso. Más o menos un mes antes de su muerte, Hui-neng dio
cuenta a sus discípulos de su inminente fallecimiento y les dio unas últimas
palabras a modo de consejo, entre las cuales son notables las siguientes:
"Os advierto muy en especial que no consintáis que los ejercicios para la
concentración de la mente os lleven a caer en el quietismo, ni menos en
cualquier clase de esfuerzo por mantener la mente en blanco". E insiste:
"Haced cuanto os sea posible. Id allí a donde las circunstancias os lleven".
Escuchemos este pasaje:
"Con los que
sean simpáticos
podéis
discutir acerca del budismo.
En lo que
atañe a los que sostengan puntos de vista diferentes de los vuestros,
tratadles con
cortesía e intentad hacerles felices.
No disputéis
con ellos, pues las disputas son ajenas a nuestra escuela,
e
incompatibles con su espíritu.
Llegar al
fanatismo, discutir con los demás sin hacer caso de esta norma,
es someter la
propia Esencia-Mente a la amargura de la existencia mundana."
En su último
día de vida, el patriarca congregó a todos sus discípulos y les dijo que no
debían llorar ni lamentarse de su muerte.
"El que lo
haga no será discípulo mío. Lo que debéis hacer es conocer vuestra propia
mente y plasmar vuestra propia naturaleza búdica, que ni descansa ni se
mueve, que no deviene ni deja de ser, que ni viene ni va, que no afirma ni
tampoco niega, que no persiste aquí ni tampoco parte hacia otro lugar. Si
lleváis a cabo mis instrucciones después de mi muerte, mi fallecimiento no
os importará lo más mínimo. Por otra parte, si vais en contra de mis
enseñanzas, aun cuando fuese yo a quedarme más tiempo con vosotros, en modo
alguno os beneficiaría."
Dicho esto,
se sentó reverentemente hasta la tercera guardia de la noche, y dijo
bruscamente: "Ahora me voy". Y en un instante murió. En ese instante, una
peculiar fragancia invadió la estancia, y un arco iris lunar pareció
comunicar tierra y cielo; los árboles de la arboleda palidecieron, y las
aves y los animales expresaron sus lamentos.
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