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EL CUERPO DEL DOLOR DE LAS NACIONES Y LAS RAZAS
El cuerpo del dolor es más denso en algunos países en los cuales se han
producido o cometido muchos actos de violencia colectiva. Esta es la razón por
la que las naciones más antiguas tienden a tener cuerpos del dolor más fuertes.
También es la razón por la que países más jóvenes como Canadá o Australia, o los
que han permanecido al abrigo de la locura generalizada como es el caso de
Suiza, tienden a tener cuerpos colectivos más livianos. Claro está que los
habitantes de esos países tienen sus propios cuerpos del dolor individuales.
Cuando se tiene sensibilidad suficiente, es posible sentir el peso del campo de
energía de ciertos países tan pronto como uno baja del avión. En otros países se
puede percibir un campo de energía de violencia latente bajo la superficie de la
vida cotidiana. En algunas naciones, por ejemplo en el Medio Oriente, el cuerpo
colectivo del dolor es tan agudo que una parte importante de la población se ve
obligada a manifestarlo a través de un ciclo de locura interminable de crímenes
y venganzas a partir del cual se renueva constantemente el cuerpo del dolor.
En los países en los cuales el cuerpo del dolor es pesado pero ya ha dejado
atrás su fase aguda, las personas han mostrado la tendencia de tratar de
desensibilizarse frente al dolor emocional colectivo: a través del trabajo en
Alemania y Japón, a través del consumo generalizado de alcohol en otros países
(aunque ese consumo puede tener el efecto opuesto de estimular el cuerpo del
dolor, en particular si se consume en exceso). El pesado cuerpo del dolor de
China se ha mitigado hasta cierto punto con la práctica generalizada del T'ai
Chi, la cual, por alguna razón asombrosa, no fue declarada ilegal por el
gobierno comunista, que se siente amenazado por todo aquello que está fuera de
su control. Todos los días, en las calles y en los parques, millones de personas
practican esta forma de meditación en movimiento que tranquiliza la mente. Esto
tiene un efecto profundo sobre el campo de energía colectivo y contribuye a
disminuir hasta cierto punto el cuerpo del dolor al reducir la actividad de la
mente y generar Presencia.
El mundo occidental ha comenzado a acoger cada vez más las prácticas
espirituales en las que participa el cuerpo físico como el T'ai Chi, el Qigong,
y el Yoga. Estas prácticas no crean una separación entre el cuerpo y el espíritu
y ayudan a debilitar el cuerpo del dolor. Su papel en el despertar del planeta
será de gran importancia.
El cuerpo colectivo racial es pronunciado entre los judíos, quienes han sufrido
persecuciones durante muchos siglos. No sorprende que sea también fuerte entre
los pueblos nativos de Norteamérica, los cuales fueron diezmados y cuyas
culturas prácticamente fueron aniquiladas con la llegada de los colonos
europeos. También los afroamericanos tienen un cuerpo colectivo del dolor
pronunciado. Sus ancestros fueron arrancados violentamente de su tierra natal,
sometidos a golpes y vendidos como esclavos. Las bases de la prosperidad
económica de los Estados Unidos se construyeron sobre el trabajo forzado de 4 o
5 millones de esclavos. En efecto, el sufrimiento causado a los pueblos nativos
y a los afroamericanos no ha permanecido confinado a esas dos razas, sino que se
ha convertido en parte del cuerpo colectivo del dolor de los estadounidenses.
Siempre sucede que tanto la víctima como el victimario sufren las consecuencias
de todo acto de violencia, opresión o crueldad. Porque nos hacemos a nosotros
mismos lo que les hacemos a los demás.
Realmente no importa qué proporción de nuestro cuerpo del
dolor pertenezca a nuestra nación o nuestra raza y cuál proporción sea personal.
Cualquiera que sea el caso, la única manera de trascenderlo es asumiendo la
responsabilidad por nuestro estado interior en este momento. Aunque echar la
culpa a los demás parezca más que justificado, mientras culpemos a otros
continuaremos alimentando el cuerpo del dolor con nuestros pensamientos y
permaneceremos atrapados en el ego. Sólo hay un culpable, una fuente de maldad
en nuestro planeta: la inconsciencia humana. En el simple hecho de reconocer esa
realidad se alberga el verdadero perdón. Con el perdón se disuelve nuestra
identidad de víctimas y aflora nuestro poder verdadero: el poder de la
Presencia. En lugar de culpar a las tinieblas, traemos la luz.
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