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LA ACEPTACIÓN DEL AHORA I
Has mencionado la «rendición» unas cuantas veces. No me gusta esa idea. Me
suena un poco fatalista. Si siempre aceptáramos las cosas tal como son, no
haríamos ningún esfuerzo por mejorarlas. El progreso, en mi opinión, tanto
personal como colectivamente, consiste en no aceptar las limitaciones del
presente, en luchar por llegar más lejos y crear algo mejor. Si no lo
hubiéramos hecho así, aún seguiríamos viviendo en las cavernas. ¿Cómo se
puede reconciliar la rendición con el cambio y con la acción eficaz?
Para algunas personas, la rendición puede tener una connotación negativa
que implica derrota, renuncia, incapacidad de responder a las pruebas de
la vida, letargo, etc. La verdadera rendición, no obstante, es algo
totalmente diferente. No significa soportar pasivamente cualquier
situación en la que te encuentres sin hacer nada al respecto. Tampoco
significa dejar de hacer planes o de iniciar acciones positivas.
La rendición es una sabiduría simple pero profunda que implica ceder más
que oponerse al flujo de la vida. El único lugar donde puedes experimentar
el flujo de la vida es el ahora; por lo tanto, rendirse es aceptar el
momento presente incondicionalmente y sin reservas. Es renunciar a la
resistencia interna a lo que es. Resistirse internamente es decir «no» a
lo que es mediante el juicio mental y la negatividad emocional. La
resistencia suele agudizarse cuando las cosas «van mal», lo que significa
que hay una distancia entre las demandas y rígidas expectativas de tu
mente y lo que es. En esa brecha anida el dolor. Si has vivido lo
suficiente, sabrás que las cosas «van mal» con bastante frecuencia. Es
precisamente en esos momentos cuando tienes que rendirte si quieres
eliminar el dolor y el sufrimiento de tu vida. La aceptación de lo que es
te libera inmediatamente de tu identificación mental y vuelve a conectarte
con el Ser.
La rendición es un fenómeno puramente interno. No significa que en lo
externo no puedas emprender acciones para cambiar la situación. De hecho,
para rendirte no tienes que aceptar la situación general, sino sólo el
«pequeño segmento» llamado el ahora.
Por ejemplo, si mientras vas conduciendo por el campo te quedas atascado
en medio del barro, no dirás: «Vale, me resigno a quedarme atascado».
Resignación no es rendición. No tienes por qué «aceptar» una situación de
vida desagradable o indeseable. Tampoco tienes que engañarte y decirte que
no hay nada malo en quedarse atascado en el barro. No. Reconoces
plenamente que quieres salir de él aceptando y permitiendo ser a lo que
es. Entonces limitas tu atención al momento presente sin ponerle ninguna
etiqueta mental. Eso significa que no hay juicio sobre el ahora. Por lo
tanto, no hay resistencia, ni negatividad emocional. Aceptas el momento
como es. Después te pones en acción y haces todo lo posible por salir del
barro. Eso es lo que denomino acción positiva. Es mucho más eficaz que la
acción negativa, surgida de la ira, de la desesperación o de la
frustración. Hasta alcanzar el resultado deseado, continúas practicando la
rendición negándote a etiquetar el ahora.
Permíteme una analogía visual para ilustrar el punto que estoy tratando de
exponer. Vas caminando de noche por un camino y estás rodeado por una
densa niebla. Pero tienes una linterna muy potente que atraviesa la niebla
y crea un espacio estrecho y claro frente a ti. La niebla es tu situación
de vida, que incluye el pasado y el futuro; la linterna es tu presencia
consciente; el espacio claro del ahora.
La no-rendición endurece tu forma psicológica, el caparazón del ego,
creando así una fuerte sensación de separación. El mundo que te rodea, y
en particular la gente, pueden parecerte amenazantes. Surge una necesidad
compulsiva inconsciente de destruir a los demás mediante juicios, y
también la de competir y dominar. Hasta la naturaleza se convierte en tu
enemigo, porque tus percepciones e interpretaciones están gobernadas por
el miedo. La enfermedad mental que llamamos paranoia solo es una forma un
poco más aguda de este estado de conciencia, normal pero disfuncional.
Y no sólo tu forma psicológica, sino también tu forma física, tu cuerpo,
se endurece y se pone rígido a causa de la resistencia. Surge tensión en
distintas partes del cuerpo y éste en su totalidad se contrae. El libre
flujo de energías corporales, que es esencial para la salud, queda muy
restringido. El trabajo corporal y ciertos tipos de terapia física pueden
ayudar a recuperar el flujo, pero, a menos que practiques la rendición en
la vida cotidiana, esas terapias se limitan a aliviar los síntomas de
forma pasajera, porque la causa de la tensión —el patrón de resistencia—,
no se ha disuelto.
Hay algo dentro de ti que no es afectado por las circunstancias pasajeras
que conforman tu situación de vida, y sólo la rendición te permite acceder
a ello. Es tu vida, tu Ser mismo, que existe eternamente en el reino
intemporal del presente. Encontrar esa vida es «la única cosa necesaria»
de la que habló Jesús.
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