|
RECUERDA
El abuso
sexual en la infancia es un fenómeno invisible porque se supone que la infancia
es feliz, que la familia es protectora y que el sexo no existe en esa fase de la
vida. Sin embargo, el abuso sexual infantil puede llegar a afectar a un 15-20
por ciento de la población (a un 4-8 por ciento en un sentido estricto), lo que
supone un problema social importante y que afecta a uno y otro sexo
(especialmente a niñas). Los menores no son, sin embargo, sólo victimas de las
agresiones sexuales, sino que también pueden ser agresores. De hecho, el 20 por
ciento de este tipo de delitos está causado por otros menores.
Las
consecuencias de la victimización a corto plazo son, en general, devastadoras
para el funcionamiento psicológico de la víctima, sobre todo cuando el agresor
es un miembro de la misma familia y cuando se ha producido una violación. Las
consecuencias a largo plazo son más inciertas, si bien hay una cierta relación
entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición de alteraciones
emocionales o de comportamientos sexuales inadaptados en la vida adulta. No deja
de ser significativo que un 25 por ciento de los niños que han sufrido abusos
sexuales se conviertan ellos mismos en abusadores cuando llegan a ser adultos.
Por
último, un reto de futuro es ahondar en el papel mediador de los factores de
protección. Hay niños y niñas que, aun habiendo sido sometidos a abusos sexuales
en la infancia, son capaces de llevar una vida satisfactoria de mayores. La
clave es detectar de forma temprana el abuso, arropar psicológicamente a la
víctima y tomar las decisiones adecuadas entre las distintas alternativas
posibles: el tratamiento de la victima, la salida del agresor del hogar, la
separación del menor de los padres, el apoyo social a la familia, la terapia del
agresor, etcétera.
|
|