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EL ENCANTAMIENTO DE MERLÍN
El engaño atrae al impostor
LA RACIONALIDAD E INCLUSO LA BRILLANTEZ INTELECTUAL PUEDEN NO
SER UN ANTÍDOTO PARA EL AMOR PASIONAL. AUNQUE TENGAMOS SIEMPRE QUE
REFLEXIONAR, NO PODEMOS SILENCIAR NUESTROS CORAZONES NI NUESTROS CUERPOS. NO
DEBEMOS GUIARNOS SOLAMENTE POR LA RAZÓN. DE HECHO, INTENTAR UTILIZAR LA
MENTE RACIONAL COMO DEFENSA CONTRA LA PASIÓN DEJARÁ A CUALQUIER PERSONA
PARTICULARMENTE VULNERABLE A LA CEGUERA DE SUS FIJACIONES MENTALES. INCLUSO
MERLÍN, EL GRAN MAGO DEL MITO SE ENCONTRÓ DESAMPARADO ANTE SU PASIÓN POR UNA
MUJER.
MERLÍN
fue consejero y amigo del
Rey Arturo, y sus poderes mágicos hicieron cosas sorprendentes. No
solo era sabio en cuanto al conocimiento de hierbas, sino que también podía
predecir el futuro y cambiar de forma, apareciendo de muy diversas suertes,
tales como un anciano con bastón, un joven, un mendigo o una sombra.
Guardaba sus poderes celosamente y nunca se supo que hubiese compartido su
sabiduría o su cama con una mujer. Pero quizás porque no se permitió conocer
a las mujeres, no se conocía tampoco a sí mismo. En definitiva, este sabio y
habilidoso encantador encontró su destrucción por medio de la dulce trampa
del amor y del deseo sexual. Cierto día, Merlín halló una doncella hermosa.
Su nombre era
Nyneve y, aunque para entonces Merlín era un anciano, se enamoró
perdidamente de ella desde el momento en que la vio. Con el fin de
impresionarla, asumió la forma de un apuesto joven y alardeó de su habilidad
como poderoso mago. Hizo aparecer ante sus ojos fabulosas ilusiones,
sacándolas como de la nada con la esperanza de ganar su admiración:
caballeros y damas cortejándose, juglares tocando instrumentos, jóvenes
caballeros luchando en justas y jardines fantásticos llenos de fuentes y
flores. Pero la joven permaneció inmóvil observando simplemente, sin decir
palabra.
Merlín estaba tan preocupado por impresionarla, que no
percibió que Nyneve no sentía lo mismo hacia él. No obstante, ella le
prometió que sería su amante si compartía con ella los secretos de su magia.
Él aceptó con impaciencia, creyendo que había encontrado una discípula
devota y una amante. Nyneve prosiguió sonsacándole cada vez más
conocimientos, aprendiendo todos sus hechizos y recetas mágicas, pero
reservándose siempre y frustrando su deseo. Merlín comprendió gradualmente
lo que estaba sucediendo, y se dio cuenta de que lo estaba engañando. Sin
embargo no lo pudo impedir.
Viendo lo que le tenía deparado el destino, Merlín fue a ver
al Rey Arturo para advertirle que el fin estaba cerca para su confiable
consejero y hechicero. El rey se quedó sorprendido y exigió que le dijera
por qué, con toda su sabiduría, no podía hacer nada por salvarse. Merlín
respondió con tristeza: «Es verdad que se muchas cosas. Sin embargo, en la
batalla entre el conocimiento y la pasión, el conocimiento no gana nunca».
El infeliz encantador, ardiendo en una pasión no
correspondida, siguió a Nyneve por todas partes, como un adolescente enfermo
de amor. Pero esta nunca satisfizo su deseo. Le hacía continuas promesas y
lo tentaba, obteniendo de él todavía más secretos, pero retirándose una vez
más. Finalmente, Merlín cometió la tontería de enseñarle los secretos de los
hechizos que nunca se pueden romper. Con el fin de complacerla, creó una
cámara mágica que excavó en los acantilados de Cornualles que se elevan a
una gran altura sobre el mar y los llenó con maravillas increíbles. Lo que
intentaba era conseguir un glorioso decorado en el que ambos pudieran
finalmente consumar su amor. Juntos atravesaron un pasaje secreto abierto en
la roca y se acercaron a la cámara, recubierta de oro e iluminada con
cientos de velas perfumadas. Merlín entró primero y Nyneve se entretuvo
fuera. Seguidamente ella pronunció las palabras de un hechizo terrible que
no podía ser roto nunca, un hechizo que había aprendido de él. La puerta de
la cámara se cerró, y Merlín quedó atrapado dentro para siempre. Mientras
Nyneve se alejaba descendiendo por el pasadizo, podía oír la voz de él
débilmente a través de la roca, rogando que lo liberara. Pero ella no se dio
por enterada y continuó su camino. Se dice que Merlín sigue allí, en su
cámara recubierta de oro, justo como había anticipado que sucedería.
COMENTARIO:
Este conocido mito del encantamiento del mago se puede
encontrar, reencarnado, en la vida diaria. Véanse si no esas relaciones en
las que una persona, hombre o mujer, se las ha arreglado durante muchos años
para evitar el dolor, el gozo y el poder transformador de la pasión,
sucumbiendo finalmente a una pasión no correspondida o destructiva. «No hay
peor tonto que un viejo tonto», reza el dicho, pero esta perogrullada no se
aplica a todos los que han alcanzado la última parte de su vida. Es
aplicable solo a los que se las han arreglado, a lo largo de su juventud y
primeros años de la virilidad, evitando ensuciarse las manos y el corazón
con la confusión y la ambigüedad de poderosas necesidades emocionales y
sexuales. Tales personas no pueden, finalmente, engañar a la naturaleza ni a
sus propias naturalezas, y a menudo quedan atrapados por objetos de amor
inadecuados, cuando es demasiado tarde para aprender la sabiduría que solo
la experiencia emocional directa puede otorgar.
En el celoso mantenimiento de sus secretos por parte de
Merlín subyace la semilla, de su destrucción. El encantador tiene miedo de
su vulnerabilidad y depende del poder para sostenerse en la vida; y donde
existe un anhelo por el poder, no queda mucho espacio para la verdadera
relación. Merlín ha utilizado su intelecto y su conocimiento impresionante
para controlar la vida, en lugar de intentar experimentarla y ser cambiado
por ella. Puede que también nosotros intentemos controlar nuestras pasiones
de este modo, porque la pasión nos hace vulnerables. Cuando necesitamos
intensamente a otra persona, ya no tenemos el control y estamos a merced de
lo que la vida nos depare. Para quienes hayan sido heridos en la niñez y
hayan aprendido a una edad temprana a no confiar en el amor, el conocimiento
y el poder tal vez sean los medios preferidos con los que se escuden para no
ser dañados. No obstante, bajo ese duro escudo protector podemos seguir
siendo pueriles e ingenuos. No crecemos porque no nos permitimos superar las
frustraciones y separaciones que nos podrían hacer madurar. Y entonces, como
Merlín, somos totalmente vulnerables a la eclosión.
A menudo podemos ver cómo ricos ancianos se exhiben del brazo
de hermosas jóvenes, alardeando ante el mundo, mediante los «trofeos» de
estas esposas y amantes, de que todavía están viriles y con deseos de amar.
No obstante, internamente tales hombres pueden vivir con el temor constante
de que los quieren por su poder y riqueza y no por ellos mismos.
A medida que las actitudes sociales se vuelven menos rígidas
y puritanas, se puede observar a ciertas famosas mujeres de edad
esforzándose por retener la ilusión de la juventud mediante cirugía,
cosmética, ejercicios agotadores y regímenes alimenticios, y paseándose del
brazo de apuestos «chicos juguete». Sin duda existen relaciones auténticas y
totalmente sinceras entre un anciano y una joven, o entre una anciana y un
joven. Pero existen también muchas otras en las que la posición y el poder
son la moneda con que se compra un amor ilusorio.
Si observamos la historia de Merlín a través de los ojos de
la psicología, puede que veamos a un hombre afligido por una profunda
inseguridad, que confía únicamente en el poder de su sabiduría y de su
magia. Su búsqueda de poder compensa su soledad y la duda de sí mismo, y
está tan carente de sentimientos de autoestima que, cuando encuentra el
objeto de su pasión, lo único que se le ocurre es impresionarlo con el
poder, en lugar de revelarse como persona real y vulnerable. Esto también se
puede observar en la vida diaria. Porque cuando nos sentimos inseguros de
nosotros mismos, tal vez queramos impresionar con nuestro poder, dinero,
talento o conocimiento, sin darnos cuenta de que, con semejante traición de
nuestro yo real, estamos abriendo la puerta al rechazo y al daño. Al
presentarnos como algo que no somos, nos engañamos consciente o
inconscientemente; y al hacerlo, puede que atraigamos a un impostor. La
historia de Merlín tiene mucho que enseñarnos sobre el triste resultado de
la pasión, cuando la persona apasionada no tiene una creencia firme en su
valor y evita el profundo y sincero encuentro entre iguales, que es lo que
cualquier amor duradero requiere.
Sansón, el héroe bíblico, está en contacto solo con sus
deseos físicos y no tiene capacidad para la reflexión intelectual. Merlín,
por otra parte, tiene miedo de sus deseos físicos y confía únicamente en su
mente. Solo un equilibrio entre ambos puede proporcionar una salud
psicológica y el potencial de satisfacer una relación.
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