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Teseo e Hipólito.
Rivalidad padre-hijo
ESTE MITO GRIEGO DESCRIBE LOS CELOS CORROSIVOS QUE UN PADRE SIENTE HACIA SU
HIJO, POR TEMOR A QUE ESTE LO SUPLANTE EN BELLEZA, FUERZA Y VIGOR SEXUAL.
EL TEMA ARQUETÍPICO DEL ANCIANO QUE TEME QUE SU JOVEN ESPOSA ACTUAL SEA
SUSCEPTIBLE ANTE LOS ATRACTIVOS DE UN HIJO DE SU ANTERIOR MATRIMONIO PUEDE
ENCONTRARSE EN MUCHOS RELATOS. PERO LO QUE RESULTA SINGULAR EN ESTE TRISTE
FRACASO DE UN GRAN HÉROE ES EL MODO EN EL QUE LOS CELOS CIEGAN A TESEO PARA
VER LA VERDAD. SIN ESTA CEGUERA, UN NUEVO MATRIMONIO NO HABRÍA TENIDO PODER
SUFICIENTE PARA DESTRUIR EL VÍNCULO PADRE-HIJO.
EL
gran héroe Teseo, hijo del dios Poseidón, se convirtió en el rey de Ática,
tras vencer al terrible Minotauro. Gobernó su país con justicia y sabiduría.
Pero fue desafortunado en el amor y, finalmente, los celos hacia su propio
hijo acabaron siendo su destrucción. Su tormentosa aventura con la princesa
cretense Ariadna, quien le ayudó a destruir al Minotauro, terminó en
lágrimas, y él la abandonó. Su apasionado romance con Hipólita, reina de las
amazonas, acabó trágicamente con la muerte de esta, aunque le dio un hijo,
Hipólito. Finalmente, se casó con Fedra, la hermana de Ariadna. Por
entonces, el hijo de Teseo, Hipólito, era un joven fuerte y hermoso, con el
cabello rubio v los ojos grises; más alto y con mejor porte que su padre.
Este joven noble estaba dedicado a la equitación y al casto culto a la diosa
Artemisa.
Pronto se apoderó de Fedra, la nueva esposa de Teseo, una pasión por su
hijastro que lo consumía y encomendó a su sirvienta que intercediera en su
favor ante el apuesto y joven príncipe. Tras enterarse de que este,
horrorizado, la había rechazado, se ahorcó, no sin antes dejar una carta
donde lo acusaba de haberla violado. Teseo, convencido por el hecho de la
muerte de su esposa y cegado por unos profundos, aunque secretos, celos del
hijo, que ahora le amenazaba con superarlo en belleza y virilidad, lo
expulsó del reino e invocó la maldición mortal que le había confiado su
padre, Poseidón. Mientras Hipólito abandonaba Atenas, conduciendo su carro
por el rocoso camino a orillas del mar, el dios envió una enorme ola que
llevaba en la cresta a un gigantesco toro marino, el cual hizo espantar a
los caballos. El cadáver destrozado del joven fue devuelto a Teseo, que supo
la verdad demasiado tarde.
Después de esto, a Teseo le abandonó la suerte. Privado del hijo amado que
habría heredado su reino, recurrió a la piratería y, mientras intentaba
secuestrar a la reina del inframundo, fue confinado con gran sufrimiento en
el reino de los muertos durante cuatro años. A su regreso, encontró a Atenas
sumida en la anarquía y la sedición. Dando la espalda a su reino, viajó a la
isla de Skiros donde, a causa de la traición de su anfitrión, cayó al mar
desde una elevada roca.
COMENTARIO:
Podemos ver esta historia reflejada, a nivel psicológico, en la vida
cotidiana familiar. Muchos hombres, acostumbrados al poder y al
reconocimiento mundanos, identifican su masculinidad con los logros
externos. Puede que experimenten el envejecimiento como una humillación y un
temor de que la falta de potencia -mundana, sexual o ambas- hará disminuir
su valor ante sus propios ojos y los de los demás.
Un hijo que está iniciando su viaje por la vida (viril, lleno de promesas y
con el potencial de lograr más que su padre) puede despertar el ácido
corrosivo de los celos, incluso en medio de un gran amor. Si esto llega a
suceder sin que el padre sea consciente de ello, entonces este, sin querer,
puede invocar una "maldición" contra su hijo. Y puede volverse introvertido
o demasiado crítico, al resentirse del vínculo entre su esposa y su hijo.
Puede aplastar los sueños y aspiraciones de su hijo, y procurar minar la
confianza del joven inconscientemente, pero con intención destructiva, con
el propósito de poder conservar su sensación de poder y control.
Los efectos de semejantes celos inconscientes sobre un hijo pueden ser
catastróficos para él. Un joven que lucha contra la enemistad secreta de su
padre puede enfrentarse al fracaso insistentemente (ya sea en la escuela, en
el trabajo o en su vida profesional) debido a que en alguna parte de su
interior siente que debe obrar como lo desea su padre y no osar deshancar a
este de su trono de autoridad. Puede sentirse impelido a ser el fracasado
que su padre, de forma inconsciente, desea que sea, aun cuando, a nivel
inconsciente, el padre espera y alienta el éxito de su hijo. Este hijo puede
verse envuelto en luchas con la autoridad deforma recurrente, y puede acabar
exteriorizando toda la debilidad y confusión que su padre proyecta sobre él
(aun de forma inconsciente) como medio de evitar la debilidad y confusión
inevitables de su propio proceso de envejecimiento.
Este patrón no es nada raro; y no es perverso, sino meramente humano.
Constituye un gran desafío para cualquier padre hallar la generosidad de
corazón para permitir que su hijo lo supere, y aceptar airosamente el paso
del tiempo y el modo en el que el mundo favorece al joven. También
constituye un gran reto la aceptación del nexo entre la propia esposa y el
hijo como algo legítimo y merecedor de apoyo, en lugar de una amenaza a la
propia segundad emocional. Esto requiere un desapego profundo y una
confianza en la vida que, si llega a ser alcanzada, puede proporcionar el
apoyo y el coraje que todo hijo necesita de su padre. Puede generar,
también, una profunda serenidad y fuerza interior en el padre que, al
reconocer que ha satisfecho sus propios potenciales de juventud de la mejor
forma posible, logra quedar en paz con lo que no ha alcanzado y se mueve de
forma creativa y esperanzadora hacia la nueva fase de la vida.
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