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Tensión física
La relajación es uno de los primeros de los beneficios de la meditación. La
tensión física se apodera de los niños sin que se den cuenta y les hace
adoptar una postura que es muy frecuente en los chicos que se hallan en la
última etapa de la adolescencia: espalda encorvada, hombros hundidos hacia
delante y cuello caído. La tensión física es la causa de la mayoría de los
dolores musculares que hemos padecido a medida que hemos ido creciendo, las
punzadas que solemos sentir, a partir del inicio de la adultez, cuando
hacemos un movimiento brusco, el anquilosamiento e incluso la fatiga física
que experimentamos al término de
la jornada.
Pero no tiene por qué ser así. Los niños no han nacido tensos. Basta con
observar a los más pequeños, cuando están en el suelo con sus juguetes,
cuando corren o cuando juegan. Sus movimientos son casi imposibles: se
retuercen, se mueven en espiral, se arquean, se acurrucan. Son pura
elasticidad. Los desgarros musculares, los crujidos en las articulaciones y
las roturas de los ligamentos son conceptos ajenos a los niños pequeños. Su
cuerpo reacciona tal y como la naturaleza los ha diseñado.
Las tensiones físicas que aparecen en la infancia se deben a diversas
causas. Una de las más importantes consiste en que los niños, al igual que
los adultos, pasan demasiado tiempo con los músculos tensos debido a una
actividad física inadecuada, con muy pocas oportunidades para dedicarse a
fondo a dicha actividad, y a la presión psicológica. La naturaleza ha
diseñado a los seres humanos para llevar una vida física activa, pero
nuestro cuerpo no está adaptado al hecho de que en nuestro mundo
sobresaturado de automatismos, televisión, automóviles y un sinfín de
comodidades, muchas de las cosas que hacemos requieren un escaso esfuerzo
muscular. Fruto de ello, a partir de la infancia se tiende a realizar
poquísimo ejercicio físico, y la energía se acumula en los nervios y en los
músculos en forma de tensión no descargada. Pensemos, a modo de analogía, en
una gomilla elástica que, primero, enroscamos completamente y, después, sólo
soltamos hasta la mitad.
La otra causa de la tensión física en la infancia reside en que, a menudo,
los niños de estas edades sufren conflictos internos. Muchas de las
actividades las realizan a requerimiento o propuesta de los adultos. Cuando
estos requerimientos o propuestas no resultan de su agrado, su mente libra
un combate interior entre la necesidad de obedecer a los mayores y el deseo
de oponer resistencia y buscar su propio solaz. Como consecuencia de ello,
un conjunto de impulsos mueven al niño hacia delante, y otro intenta
retenerle o hacerle retroceder. Para entenderlo mejor, utilizaremos otra
analogía: imaginemos un trozo de cuerda en la que dos personas tiran de sus
respectivos extremos a la vez y en direcciones opuestas.
Una tercera causa de la tensión consiste en que, desde una temprana edad,
los niños reaccionan físicamente ante la crítica, algo muy parecido a lo que
ocurre cuando están a punto de recibir un golpe. En la larga historia
evolutiva de la raza humana, las amenazas a la seguridad casi siempre se han
presentado en forma de ataque físico, lo que provoca una contracción
instintiva de todos los músculos del cuerpo para defenderse o para huir (la
denominada respuesta de lucha o de escape). Desde que los hombres y las
mujeres adquirieron la facultad de hablar, los ataques verbales también se
convirtieron en un rasgo característico de nuestra vida (un desarrollo
comparativamente reciente en la historia de la evolución), pero el cuerpo
todavía no ha tenido tiempo de elaborar una respuesta apropiada a este tipo
de amenaza, de tal modo que, desde los primeros años de la infancia,
reaccionamos como si se tratara de una amenaza física, y el bombeo de
adrenalina y no adrenalina en el torrente sanguíneo eleva el ritmo cardíaco
y la presión de la sangre, y pone en pie de guerra los músculos corporales.
Otra causa de la tensión en los niños reside en la represión de las
emociones. En incontables ocasiones, se les riñe por exteriorizar poderosas
emociones, tales como el miedo o la ira, e incluso da la sensación de que
exista algo perverso o infame en estos impulsos naturales. Y el resultado es
que, también con muchísima frecuencia, sobre todo en el caso de niños
cooperativos y obedientes, aprenden rápidamente a "contener" sus emociones,
en lugar de expresarlas. Y ese "contenerse" provoca niveles muy elevados de
tensión física. Muchas veces, estas tensiones se convierten en un hábito,
perpetuándose en la postura corporal de los niños y en el modo de vivir su
vida. Cuando trabajan con adultos, algunos terapeutas y especialistas en
masaje afirman que, localizando y relajando las zonas corporales de tensión
física, pueden ayudar a sus clientes a recuperar recuerdos de incidentes
traumáticos acaecidos en la infancia y que hacía mucho tiempo que habían
olvidado, liberando, así, las emociones asociadas con ellos y reprimidas
durante todo ese tiempo.
Desde luego, no hay que tomarlo como un argumento en favor de que los niños
deban expresar siempre sus emociones, sin tener en cuenta lo destructivas
que éstas puedan ser. Vivimos en un mundo social y los niños tienen que
aprender a pensar no sólo en sí mismos, sino también en las consecuencias
que su comportamiento puede tener para los demás. Por otro lado, las
expresiones extremas de rabia o disgusto también pueden generar tensiones.
Sin embargo, sí es un buen argumento para ayudar a los niños a conocer y
discutir acerca de sus emociones, y para que sean capaces comprender y de
encontrar vías aceptables de liberación de energía cuando sea necesario.
También es un argumento para enseñarles técnicas de relajación que les
ayuden a mantenerse tranquilos y serenos frente a la angustia y al
estrés..., y la mejor técnica es la meditación.
El término "relajación" es insuficiente para describir los excelentes frutos
de expresión corporal que nacen de la meditación, tales como la capacidad
para liberar la tensión y para ser más consciente del propio cuerpo, de
manera que sea posible identificar y eliminar la tensión tan pronto como
haga su aparición.
Una buena forma de contribuir a que los niños eliminen la tensión física
consiste en tocar una música tranquilizadora y pedirles que se tumben en la
cama o en el suelo y que, poco a poco, vayan relajando todos los grupos
musculares, empezando por los pies y subiendo hasta llegar a los ojos y los
músculos del cuero cabelludo. Por desgracia, no se pueden pasar toda la vida
echados y escuchando música relajante. Cuando vuelvan a ponerse en pie, es
muy probable que las tensiones entren, de nuevo, en escena. De ahí que sea
indispensable que aprendan a estar relajados cuando su cuerpo está activo y
realizan las actividades que les depara la jornada. Tanto la postura como el
estado corporal de los niños tienen que ser correctos, y, al mismo tiempo,
deben saber cómo pueden mantenerlos por sí mismos.
Habitualmente, los ejercicios para liberar la tensión suelen ser muy fáciles
de practicar, incluso para los niños más pequeños. A menudo, los adultos
experimentan muchas más dificultades, una prueba más que suficiente, si es
que aún hay alguien que la necesite, del valor que tiene mantener o
desarrollar una actitud apropiada hacia nuestro cuerpo durante las primeras
etapas de la vida, es decir, una actitud de apreciación y de respeto que nos
evite someter el cuerpo a un estrés innecesario o a descuidar sus cuidados y
sus necesidades. En ocasiones, los adolescentes pueden tener especiales
problemas en este sentido.
Lorenzo.
En su último año en la escuela primaria, Lorenzo manifestó su tensión
hablando con rapidez y brusquedad, y encadenando las frases casi sin
respirar. Le recomendaron que meditara sobre su respiración y que repitiera
el sonido "soja" en voz muy baja (o debajo de su respiración cuando
estuviera con sus compañeros de clase) en cada expulsión del aire. Después
de practicarlo durante varias sesiones, le sugirieron que tuviera esta
experiencia en la mente al conversar con los demás.
Lorenzo advirtió una gran mejora casi de inmediato, y también sus amigos.
También se dio cuenta de que su manera de pensar era más comedida y más
eficaz. En lugar de que los pensamientos se aturrullaran al hablar, parecían
estar mejor ordenados y fluir de un modo suave y creativo. |
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