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EL SUEÑO
La
palabra sueño tiene dos significados fundamentales en castellano: el sueño «de
dormir», de «tener sueño», y el sueño de «soñar», de «haber tenido un sueño». En
el primer caso nos referimos a la actividad de dormir y en el segundo a la
actividad onírica (los «sueños» o «ensueños») que la acompaña. No se puede vivir
mucho tiempo sin dormir ni soñar nada. Hay personas que afirman que «no sueñan
nunca» o que llevan meses sin hacerlo, pero lo que ocurre es, simplemente, que
no lo recuerdan.
No todos
necesitamos dormir el mismo número de horas. Los jóvenes, las personas que
realizan esfuerzos físicos o psíquicos de cierta intensidad, determinados tipos
constitucionales y otros, como, por ejemplo, los fumadores, suelen necesitar
dormir más. Si un niño precisa unas diez horas diarias de sueño, a una persona
de edad avanzada le pueden bastar cinco o seis; aunque también influye la
calidad del sueño y si el tiempo se fragmenta o no. Cinco horas de sueño
profundo y reparador pueden descansar más que ocho horas sufriendo pesadillas e
incomodidades. La siesta suele tener la ventaja de que disminuye en cifras
absolutas el número de horas de sueño necesarias en un día.
Pero el
sueño no supone solamente un mero descanso, sino que sirve también para
descargar un buen número de tensiones originadas durante la vigilia; aquí es
donde juega un importante papel la actividad onírica, «el soñar».
Dormir y
soñar son dos procesos íntimamente unidos, pero que no siempre van acompañados.
No estamos soñando durante todo el tiempo en que estamos dormidos, sino
solamente durante algunos períodos, especialmente durante las denominadas fases
REM (Rapid Eyes Movemenfs), llamadas así porque durante las mismas se produce un
rápido y característimo movimiento ocular.
La
invención del electroencefalograma (EEG) ha sido de gran ayuda para investigar
las diversas fases del sueño. En primer lugar se produce un estado de
adormecimiento o de presueño, cuya duración suele oscilar entre medio y treinta
minutos, durante el cual se va pasando desde el estado de vigilia al de sueño
con una disminución progresiva de la conciencia. A lo largo de esta fase es
normal que se produzcan ilusiones visuales o auditivas, es decir, que se tenga
una sensación de oír o ver cosas que no existen realmente (imágenes
hipnagógícas), así como que se sientan calambres y choques sensoriales del tipo
de vértigos, sensación de tropezar, etcétera, que se suelen acompañar de
movimientos de algún músculo. Durante este período algunos niños sienten miedo y
se niegan a dormirse si no es en compañía de algún ser querido.
Una vez
que la persona se ha dormido, se sucede una serie de fases perfectamente
identificables en virtud de un registro mediante el EEG, y que se dividen en
sueño REM y sueño no-REM. Este último se compone del denominado sueño
superficial, que abarca las fases I y II; y del sueño profundo, que abarca las
fases III y IV.
% del
total de sueño que suelen ocupar
A)
SUEÑO REM o SUEÑO PARADÓlICO 20 %
B)
SUEÑO NO-REM
B.1. Sueño superficial
B.1.a. Fase I. 6 %
B.1.b. Fase II. 50 %
B.2. Sueño profundo
B.2.a. Fase III. 12 %
B.2.b. Fase IV. 12 %
En
general se comienza en la fase I, pasando sucesivamente hasta la IV, durante la
cual suelen aparecer con más frecuencia fenómenos como el sonambulismo, los
terrores nocturnos, el hablar «en sueños», la enuresis (incontinencia del
esfínter urinario). Pero estos períodos de sueño no-REM se ven interrumpidos por
períodos REM, que se suelen presentar por primera vez entre la primera y la
segunda hora de sueño, siendo más frecuente su aparición durante la segunda
mitad de la noche, surgiendo durante unas cuatro o cinco veces durante un
período de sueño normal de unas ocho horas. Es característico que estos períodos
REM tengan una duración más prolongada a medida que avanza la noche.
El sueño
REM tal vez sea la fase de sueño más interesante. Algunos autores prefieren
denominarlo sueño paradójico, ya que presenta un trazado en el EEG muy parecido
al de una persona que está despierta; es la fase del sueño en que resulta más
difícil despertar al durmiente. Si lo conseguimos, éste se despierta muy
desorientado y generalmente nos dice que estaba soñando, ya que durante estos
períodos es cuando se produce la mayor parte de la actividad onírica. Durante el
período REM ocurren una serie de cambios corporales característicos que no
suceden durante el resto de las fases; disminuye el tono muscular, aumenta la
resistencia eléctrica de la piel, se altera el ritmo respiratorio y el pulso se
vuelve más irregular, aumenta ligeramente la motilidad del aparato digestivo, se
producen erecciones en el hombre y aumento del flujo sanguíneo vaginal en la
mujer.
Parte de
estas modificaciones se deben a la activación del hipotálamo y de la hipófisis,
que se traduce en un aumento de la secreción de ciertas hormonas, como la
prolactina, cortisol, testosterona, hormona del crecimiento, etc. Es también
durante el sueño REM cuando se producen la mayor parte de los infartos, crisis
asmáticas, accidentes cerebro-vasculares y otras enfermedades de aparición
nocturna.
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