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LA HEROÍNA: DEPENDENCIA
Cuando a principios del siglo pasado un investigador, Setürner, aisló la
morfina (principal alcaloide del opio) para combatir el dolor, abrió, sin
saberlo, la puerta a la drogadicción. La primera manifestación importante de
dependencia a la morfina se presentó durante la guerra de Secesión americana
(1861-1865) en los combatientes heridos a quienes les era administrada.
Había que encontrar un nuevo analgésico de igual potencia pero sin la
capacidad de adicción de los opiáceos. Y fue con estos deseos como se
introdujo la heroína en 1896, derivado semisintético de la morfina
(diamorfina), más potente y con una duración más breve de los efectos. Se
comercializó como "el fármaco héroe", aquel que venía a remediar los
problemas ocasionados por la morfina. Pero las esperanzas se vieron
frustradas al poco tiempo, porque demostró tener escasas aplicaciones
terapéuticas y presentar la misma dependencia que los opiáceos. Sin embargo,
aquí se quedó como la principal sustancia drogadictiva.
El caso de la heroína es distinto al de otras toxicomanías en el sentido que
no existen consumidores esporádicos o sociales: la práctica mayoría de los
que prueban sus efectos serán toxicómanos al cabo de pocos meses de un
consumo continuado (independientemente de los mecanismos por los que el
joven inicia el consumo: curiosidad, diversión, etc.). Habitualmente, el uso
de esta sustancia se inicia por vía inhalatoria; con el tiempo y por
necesidades económicas u otros mecanismos, el joven termina administrándose
la droga por vía intravenosa. Y ya es sabido que esta droga causa estragos
en el organismo: afectación del rendimiento intelectual, alteraciones de la
personalidad (relaciones afectivas, sexuales), sintomatología psiquiátrica
(ansiedad, depresión), además de que la autoadministración intravenosa
conlleva el riesgo de contraer enfermedades infecciosas (el sida, entre
ellas) y el riesgo de sobredosificación aguda mortal que en sus prolegómenos
se manifiesta clínicamente por una tríada típica de síntomas: pupilas muy
pequeñas (miosis), depresión respiratoria y coma.
Al principio, los efectos de la heroína son muy placenteros (según muchas
descripciones, son sensaciones superiores a las de un orgasmo sexual); así
la heroína, inicialmente, se comporta como un reforzador de carácter
positivo (un estímulo reforzador es aquel que incrementa la probabilidad de
que se reincida en una conducta). Por lo tanto, la obtención de placer o
bienestar implica una conducta de consumo continuado y repetido. No
obstante, con el tiempo, la heroína pierde capacidad para producir el placer
o bienestar inicial: la ausencia de la heroína insatisface cada vez más. Si
al principio la obtención del placer (reforzador positivo) mantenía el
comportamiento de autoadministración, al
final es un reforzador negativo (paliar el malestar de la abstinencia) el
que impulsa a administrarse la sustancia, en unas condiciones en las que la
obtención de efectos placenteros cada vez es menor. Por este motivo, los
jóvenes drogadictos trafican, roban, se prostituyen o hacen lo que sea para
mantener la dependencia. Debido a la tolerancia a la sustancia que va
creando el organismo, las necesidades diarias de heroína se incrementan
progresivamente y en un corto espacio de tiempo. Tanto es así que al cabo de
los años algunos se administran cantidades que serían mortales para el no
iniciado. Además, la tolerancia se desarrolla con más rapidez en aquellos
jóvenes que ya tienen una historia previa de toxicomanía.
Es sabido que la supresión del consumo de heroína ocasiona la aparición del
espectacular síndrome de abstinencia, que tiene una fase aguda con un
conjunto de alteraciones psicológicas y físicas, cuyas manifestaciones
tienen su máximo a las 24-48 horas y desaparecen en unos días, y que luego
continúa con una fase retardada (de abstinencia), en la que se observan
pocas alteraciones físicas, pero prevalece la dependencia psicológica: una
alteración que caracteriza durante meses y años al joven por su fácil
recaída al consumo de drogas.
El tratamiento de esta drogadicción que "engancha" tanto a los que caen en
ella pasa por una indispensable desintoxicación farmacológica (con la vía
alternativa de la metadona), conjuntamente con las debidas estrategias de
rehabilitación y reinserción social del paciente.
Síndrome de abstinencia de la heroína.
- Ansiedad
-Agresividad.
- Pupilas dilatadas.
- Lagrimeo.
- Secreción nasal (rínorrea).
- Sudoración profusa.
- Escalofríos.
- Bostezos.
- Temblores.
- "Piel de gallina".
- Embotamiento mental.
- Agitación motriz (hiperactividad locomotora).
- Dolores articulares.
- Espasmos abdominales.
- Aumento de la presión arfefiaL
- Seqoedad bucal.
- Descenso del apetito.
- Rigdez espasmódica.
- Rechinar dedientes.
- Náuseas y vómitos.
- Dificultad para concentrarse y desarrollar actividad.
- Alucinaciones (poco frecuentes).
- Ansiedad.
- Desorientación y confusión.
- Insomnio y agitación. |
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