MIEDO A LA ENFERMEDAD Y
A LA MUERTE
La
enfermedad, la pérdida de la salud, es algo que nadie desea. Lo mismo se puede
afirmar respecto de la muerte. Una persona que está somática y psíquicamente
sana no desea morir, ya que mantiene intacto el instinto de conservación. Pero a
veces, el temor a la enfermedad y a la muerte toma proporciones exageradas,
dificultando el mismo proceso existencial; es decir, que puede resultar muy
difícil vivir cuando nuestra existencia está empapada de miedo a la enfermedad,
al dolor o a la muerte; incluso se puede dar el caso de que el miedo a la muerte
sea tan intenso que produzca un sufrimiento insoportable que conduzca a esa
persona al suicidio.
Las
personas que más temen la muerte y la enfermedad son las denominadas
hipocondríacas. Son personas muy aprensivas, generalmente pesimistas, que sólo
esperan acontecimientos desgraciados del futuro, como si presintiesen que en
cualquier momento van a verse asaltados por una enfermedad grave (cáncer,
infarto de miocardio, etc.; o actualmente, por el sida). Otra característica es
la continua autoobservación a que someten a su cuerpo, interpretando una pequeña
molestia, una sensación corporal, una mancha en la piel, etc., como un primer
síntoma de una enfermedad grave o mortal. Esto les genera una gran ansiedad, por
lo que recurren continuamente al médico, si bien, les asaltan continuas dudas
que proceden de un fondo de inseguridad que subyace en su personalidad; por lo
que tampoco quedan tranquilos cuando el médico les dice que no tienen nada.
En
realidad no es que no tengan nada, sino que su trastorno, lejos de pertenecer al
ámbito de lo orgánico, es de tipo psicopatológico, aunque ellos se niegan a
aceptar que lo que necesitan es un tratamiento psiquiátrico. Por el contrario,
suelen exigir que su médico les realice las exploraciones complementarias más
complicadas (análisis de todo tipo, radiografías, scanner, electrocardiogramas,
etc.) a pesar de lo cual no suelen quedar satisfechos, ya que continúan pensando
que sus molestias tienen que proceder necesariamente de una lesión orgánica y
que lo que sucede es que nadie es capaz de descubrir esa lesión.
Por otro
lado, desconfían de los medicamentos que se les prescriben por cualquier motivo,
leen detenidamente los prospectos asustándose al considerar la posibilidad de
padecer los efectos secundarios descritos en los mismos. Si se deciden a tomar
los medicamentos, lo que sólo ocurre en algunas ocasiones, padecen estos efectos
indeseables por mera sugestión. Esto hace que cambien continuamente de médico o
que consulten a varios para contrastar sus opiniones antes de decidirse a
iniciar un tratamiento.
También
es frecuente que compren y lean enciclopedias médicas que revisan cada vez que
se notan el menor síntoma, o cuando alguien les habla de la enfermedad que ha
contraído un conocido, ya que comienzan a pensar que es muy probable que ellos
la estén padeciendo sin haberse dado cuenta. Hablar de enfermedades les crea una
gran ansiedad, pero por otro lado, también es su tema preferido de conversación,
ya que es el que más les interesa. En cierto modo, toda su vida gira en torno al
problema de la enfermedad y la muerte.
La
sociedad actual, en la que el dolor cada vez tiene menos sentido, dentro de la
civilización materialista, preocupada fundamentalmente por el confort,
tecnificada y en parte deshumanizada en lo que se refiere a la asistencia
sanitaria, favorece la presentación de cuadros hipocondríacos, que, desde luego,
son cada vez más frecuentes.
En otras
ocasiones, el temor a la muerte tiene un fundamento real; por ejemplo en el caso
de personas que padecen una enfermedad terminal del tipo del cáncer, en soldados
que se encuentran en pleno frente de batalla, etc. Entonces, el temor a morir
puede ser francamente intenso, desproporcionado a pesar de todo, generando una
gran ansiedad. En los casos en que esta situación se prolonga bastante en el
tiempo, también es frecuente que surja un síndrome depresivo, como en el caso de
los enfermos terminales. Esta depresión, o bien la intensa ansiedad hace que la
situación se haga insoportable, con lo que algunas de estas personas llegan a
preferir quitarse la vida por su propia mano, ya que interpretan lo que les
queda de vida corno una espera insoportable e inútil.