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LUDOPATÍA Y OTRAS ADICCIONES SIN DROGA
A partir del momento en que cualquier conducta institucionalizada y pública,
socialmente aceptada y configurada como una afición, una tendencia, un
hábito o un compromiso, deja de ser un deseo para convertirse en una
necesidad absoluta e irresistible, dicha conducta tiene que ser considerada
como una adicción o dependencia.
Así como en los años sesenta se inició la proliferación de las toxicomanías
juveniles, en los años ochenta hacen aparición las dependencias patológicas
sin droga. Entre los elementos que dejan de cumplir su misión propia para
esclavizar al joven, atrayéndole de un modo incontrolado, como si fueran
drogas químicas, se hallan el alimento (tragomanía, con la bulimia al
frente); el sexo (sexomanía, obreros del sexo); la compra (dapomanía o
consumopatía); el juego (ludomanía o ludopatía; videojuegomanía, en los
niños); el trabajo (ergomanía); la televisión (teleadicción), etc.
Este género de dependencia radica, en general, en la pérdida de libertad
interior y autocontrol por parte del individuo, que se deja llevar por una
fuerte tensión que le impulsa a repetir, en intervalos variables, la misma
conducta, pero sin dejar por ello de vivirla como un fenómeno propio
fascinante y placentero. Por otro lado, esta conducta impulsiva y compulsiva
(que no se puede controlar) lleva al joven a una incapacidad para considerar
los riesgos y consecuencias posibles (personales, familiares, escolares,
laborales, etc.), que no suele prever antes de actuar. La elevada
impulsividad, la soledad y la sensación de vacío son factores de alto riesgo
en la incidencia de este tipo de modernas adicciones. Asimismo, la tendencia
a asumir riesgos, la búsqueda de sensaciones fuertes, la pasión por el
poder, el dinero o la popularidad, suelen ser comportamientos habituales en
los jóvenes candidatos a estas adicciones, que a menudo se asocian con
estados depresivos, y con el consumo de alcohol y otras drogas. Es
importante reseñar que en la génesis de estas conductas adictivas hay un
estado colectivo de complacencia que se ha denominado "bulimia social", pues
se observa que el paciente bulímico, como insaciable devorador de alimentos,
representa a nivel individual lo que a nivel colectivo representa la
sociedad de consumo. De hecho, todos sabemos que la gente cuando está
deprimida se va de compras, lo que quiere decir: me siento vacío y necesito
llenarme de "cosas". Todo ello en el marco de la aberrante escala de valores
que maneja la sociedad actual: "tanto tienes, tanto vales".
La ludopatía, la adicción al juego, es la reina de las adicciones sin
drogas. Acostumbra a estar asociada con la dependencia al alcohol u otras
drogas, con el estado depresivo (en más del 75 % de los casos), con el
trastorno límite de la personalidad (borderline), con comportamientos
suicidas (en el 20 % de los casos) y con actos delictivos (sobre todo hurtos
y falsificación de cheques o tarjetas de crédito).
Máquinas tragaperras, bingos, loterías, juegos de azar... En España se
calcula que hay 400.000 personas adictas al juego, alcanzando el tercer
puesto en la lista mundial, por detrás de los Estados Unidos y Filipinas.
Casi dos de cada cien españoles convierten el juego en una actividad
irrenunciable, para gastarse lo que tienen y lo que no tienen. Aunque no
existe un perfil de personalidad homogénea del ludópata, sí que hay algunos
rasgos que predisponen a estos adolescentes, como es la falta de capacidad
para el autocontrol, tratándose preferentemente de jóvenes impulsivos con
dificultad de atención y de concentración, con poca autoestima, con un
cuadro depresivo y en una situación estresante.
El 75 % de los ludópatas han tenido una infancia infeliz. Abundan los
antecedentes de padre alcohólico y de madre ausente o sobreprotectora. La
ludopatía puede tomar en la infancia y en la adolescencia la forma especial
de adicción a los juegos electrónicos y los ordenadores, y sobre todo a los
videojuegos o videoconsolas. Una vez que el videojuego se ha convertido en
la década de los noventa en el entretenimiento preferido por la mayoría de
los niños occidentales, de la dedicación abusiva a la total adicción hay un
paso, transformándose el adolescente en un ser solitario, introvertido,
irritable e incomunicado con los demás. El "videojuegomaníaco", cuando ya se
ha cansado de acumular puntos en sus maquinitas, puede pasar con facilidad a
las tragaperras, para acumular monedas, como un fenómeno similar a la
escalada que se produce en la drogadicción.
El tratamiento es fundamentalmente preventivo, con una coherencia en la vida
familiar y en la valoración de la persona por lo que es, no por lo que
tiene, evitando que el joven caiga en la vorágine consumista. Luego, el
"desenganche" de estas adicciones requiere unidades especiales de
profesionales, con las sesiones de psicoterapia pertinentes y el apoyo de
fármacos apropiados. |
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