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El faraón Micerino.
Las
enciclopedias identifican a Micerino como hijo de Kafra (Kefrén) y nieto de
Khufu (Keops). Gracias al escaso material artístico conservado, sabemos que
tenía rasgos poco majestuosos.
Leyes y pirámides
Su política social quedó
patente en el siguiente decreto real: «Su Majestad quiere que ningún hombre
sea obligado al trabajo forzado, sino que cada cual labore a su gusto».
Dicha orden, redactada y rubricada por un escriba, se refería a la
construcción de una necrópolis y a la contratación de 50 obreros, e incluye
el salario que debían percibir los trabajadores.
En el Egipto de la IV
Dinastía (2500 a. C.), esa medida fue profundamente innovadora. Por
consiguiente, a nadie debería extrañarle que las relaciones entre «El eterno
como las almas de Ra» (significado literal de su nombre) y la nobleza
resultaran algo tensas. Su reinado empezó con muy mal pie, en virtud de una
maldición divina dada a conocer por el Oráculo de Buto. Con mucha malicia,
algunos sacerdotes hostiles le advirtieron que tan sólo ocuparía el trono
durante seis años, tras los cuales perecería a fin de purgar sus faltas.
Según algunas fuentes, Micerino habría ordenado encender a diario las
antorchas del palacio apenas anochecía, alargando así la jornada para burlar
la profecía. Se supone que lo consiguió, pues de acuerdo con la bibliografía
especializada su reinado se prolongó entre 25 y 60 años. ¿Cuál fue la tónica
de su peculiar mandato? Aparte de anular numerosas leyes represivas,
dictadas por sus antecesores, Micerino impulsó inusitadas medidas sociales.
Los biógrafos de este
faraón, empezando por el griego Herodoto, no escatimaron elogios a la hora
de alabar su gobierno. «Si las pirámides eran la prueba perpetua de que en
Egipto reinaban los dioses, la libertad que él dio a su pueblo era la prueba
perpetua de su amor hacia ellos» dejó escrito el historiador griego. No
obstante, es necesario matizar que éste recogió su versión de los sacerdotes
egipcios, quienes habían declarado malditos a sus predecesores y que tenían
sobradas razones para sentir mayor simpatía por Micerino, debido a su
decisión de reabrir los templos y financiar sus actividades con cargo al
tesoro real. La pirámide de Micerino completó el famosísimo conjunto de Giza
y, al margen de sus connotaciones funerarias y astronómicas, sorprende su
modesto tamaño si se compara con las de Keops y Kefrén.
El diseño original estipulaba una altura de 30 metros, según se ha
descubierto recientemente, pero al final este monumento alcanzó los setenta
(hoy degradados a 62), incluyendo el recubrimiento de granito rojo,
actualmente desaparecido. Sin entrar en la polémica referida a la particular
ubicación y finalidad de las pirámides o al esfuerzo que costó levantarlas,
la aportación de Micerino queda sumida en el misterio. Cerca de la suya se
completaron monumentos funerarios para su primera mujer y una concubina real
llamada Rodopis. A esta mujer le había sido concedido un privilegio sólo
reservado a los dirigentes religiosos y militares de máximo rango.
El conjunto de Giza
La influencia de Rodopis
parece haber sido considerable. Plinio el Viejo sostuvo en sus Anales que
fue ella quien «sugirió» al faraón el emplazamiento de su pirámide personal.
Sin embargo, algunos autores contemporáneos, entre ellos Nigel Blundell,
consideran que el emplazamiento fue decidido por los sumos sacerdotes. Esta
opinión parece más coherente con el hecho de que las tres pirámides de Giza
recrean en la Tierra la configuración estelar de las tres estrellas del
Cinturón de Orión, como ha señalado el investigador Robert Bauval.
Una fuente, procedente
de las memorias del rey bactriano Diodoto I, respalda la hipótesis de una
función astronómica y no simplemente mortuoria de las pirámides. Diodoto
recorrió Egipto a mediados del año 250 a. C., adelantándose en un par de
milenios a los actuales arqueólogos. De acuerdo con su testimonio, Micerino
habría pactado con los sacerdotes, asegurándose un nicho en esta obra a
cambio de transigir en su diseño y de permitir que se guardaran allí algunos
extraños objetos. ¿Cuál fue el legado de este faraón? Su sucesor,
Shepseskaf, llegó al trono hacia el 2503 a. C. y, saltándose los
ceremoniales, se dedicó a abolir la totalidad de sus edictos. El cambio de
mandatario facilitó el regreso al régimen tiránico habitual, pero en
absoluto logró borrar la impronta de Micerino, que se plasmaría incluso en
una nueva concepción artística.
A grandes rasgos, el
«pecado» de Micerino consistió en divulgar el concepto de que la
inmortalidad no era patrimonio exclusivo del rey, sino de todos los hombres.
Los rituales sacerdotales para entrar en la vida eterna representaban hasta
entonces un privilegio real y de las clases pudientes. A falta de una
adecuada momificación ritual, el camino al Más Allá estaba cerrado para los
más humildes. También fue notorio el interés de Micerino por la ciencia.
Este faraón tuvo por amigo y mentor al arquitecto Hermón, un constructor de
pirámides formado en la tradición del legendario Imhotep, sabio muy versado
en medicina, ingeniería, astronomía, arquitectura y magia, a quien se
atribuye el diseño de la pirámide escalonada de Saqqara y que sería
deificado en la época del Imperio Nuevo.
Dejando de lado los
hipotéticos conocimientos que llegara a obtener de Hermón, su fama
benevolente generó leyendas que perduraron durante milenios. La famosa reina
Cleopatra VII, con un imperio casi extinto, escondió parte de sus tesoros en
la pirámide de Micerino, junto con algunos enseres de otros faraones. La
idea no le sirvió de mucho, puesto que el califa árabe Al Mammun desvalijó
la zona en el 800 d.C., aunque al parecer no obtuvo un gran botín.
Al Mammun explicó a sus
allegados que en el interior de la pirámide, lejos de hallar las esperadas
riquezas, encontró mapas astronómicos, cartas de navegación, extraños
metales y un «cristal que no se rompía» (sic). Tal vez mirara en la
dirección equivocada, porque en 1830 el arqueólogo inglés Richard
Howard-Vyse recuperó un bello sarcófago y diversas piezas que fueron
embarcadas rumbo al Reino Unido en la goleta Beatrice. Por desgracia, este
navío se hundió justo delante de Cartagena (Murcia), perdiéndose la nave y
su cargamento. O, al menos, eso se dictaminó oficialmente por parte de las
autoridades. |
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