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MENTE SUPERIOR E
INFERIOR. LAS DOS PARTES DE LA MENTE
Vamos a examinar aquí un tipo de funcionamiento de la naturaleza humana que
genera una calidad de vida muy superior a la que conocemos habitualmente.
Porque, si bien el ser humano está muy limitado por los mecanismos de la
mente inferior, no es menos cierto que la mente superior lo capacita para
experimentar la vida de forma completamente distinta.
Analogía del automóvil.
Antes de exponer detalladamente el funcionamiento comparado de las mentes
inferior y superior, tomaremos la analogía de un automóvil. Nos ayudará a
ilustrar con mayor exactitud el aspecto automático de la mente inferior y el
creativo y eficaz de la mente superior. Después describiremos con
detenimiento cada una de esas dos dinámicas, señalando sus diferencias
fundamentales, lo que nos ayudará a reconocerlas en nosotros y a utilizarlas
con pleno conocimiento de causa.
Vamos a comparar el ser humano con un automóvil en el que viajan un
conductor y un pasajero:
• el pasajero representa el Ser,
• el conductor representa la mente superior,
• el ordenador de a bordo con piloto automático, representa la mente
inferior,
• el carburante representa el cuerpo emocional,
• el mecanismo del coche (el motor, los frenos, el volante) y la carrocería
representan el cuerpo físico.
Lo mismo que en la analogía del carruaje, el pasajero (el Ser) es quien
conoce realmente el camino a seguir, y quien envía las instrucciones al
conductor, la mente superior. Éste, si está despierto y activo, las escucha.
Gracias a su inteligencia, controla el ordenador de a bordo y el mecanismo
del coche (la mente inferior y los cuerpos emocional y físico), y conduce el
vehículo de forma correcta y apropiada a cada instante, en función de la
sabiduría del dueño. El viaje es provechoso y agradable.
En el estado de consciencia actual de la humanidad, la mente superior está
más o menos activa según las personas; en la mayoría de la gente está más
bien dormida. Sólo oye al dueño de vez en cuando y éste no siempre conduce
el vehículo. Cuando se estaba construyendo el automóvil, para remediar de
alguna forma las frecuentes ausencias del conductor, se incluyó en el
volante un ordenador-robot con un programa que permitía que se fuera
grabando la ruta a medida que se iban recorriendo diversos caminos. Ahora,
cuando el conductor se duerme, el ordenador toma el relevo. Pero el problema
es que el ordenador no puede ver la carretera tal como es. Sólo es capaz de
reparar en ciertos aspectos que lo remiten a un itinerario parecido al
recorrido, y que conserva en la memoria. Cuando el ordenador-robot toma el
mando, avanzamos por el camino según los principios de funcionamiento
automático: toda carretera que se parezca a otra que ya se ha recorrido
previamente, aunque sólo se parezca en una insignificancia, se considera que
es la misma; el volante, el acelerador y todo el mecanismo se activan en
función de la ruta del pasado...
Pero las carreteras que recorrimos en el pasado nunca son idénticas a las
que aparecen ante nosotros en cada instante de nuestra vida. Así que, en
realidad, la programación no es adecuada. Si es ella la que dirige el
vehículo (es decir, si la consciencia se identifica con la mente inferior),
vamos a parar a la cuneta con bastante frecuencia. Pensamos entonces que el
viaje no tiene ninguna gracia, que la vida no es nada fácil. Como no sabemos
por qué nos encontramos en la cuneta, maldecimos el camino, nos enfadamos
mucho y nos resistimos a aceptar la realidad en lugar depararnos a
considerar la verdadera situación del camino e intentar adaptarnos a él. En
ese estado de resistencia y de frustración querríamos cambiar de inmediato
el trazado de la carretera, así que sacamos una pala de nuestro automóvil y
empezamos a construir una carretera nueva, a nuestra manera, para que
corresponda a los trayectos pasados (intentamos cambiar las cosas o a las
personas de nuestro entorno para hacer que correspondan a nuestras
expectativas procedentes del pasado). Y como el resultado no es en absoluto
satisfactorio, nos lamentamos por tener tantas dificultades y problemas,
consideramos que tenemos auténticas razones para sentirnos frustrados, para
culpabilizar al mundo entero y para detestar la vida que nos hace sufrir una
suerte tan ingrata...
En ese viaje tan desagradable e inseguro, los únicos momentos de
satisfacción son aquellos en los que la carretera corresponde exactamente a
nuestras programaciones pasadas. Entonces todo va bien, avanzamos por el
camino y podemos disfrutar del paisaje. Es una satisfacción efímera, porque
tarde o temprano la ruta dejará de corresponder a nuestras viejas memorias,
y perderemos de nuevo el control de nuestra vida. Pero, como son los únicos
momentos de satisfacción que conocemos, pasamos el tiempo deseando que la
carretera sea igual a alguna de las que tenemos grabadas en la memoria.
Queremos que la ruta corresponda exactamente a nuestras programaciones
porque, según nuestra experiencia, nos parece que es la única forma
agradable de viajar. Eso crea los llamados deseos programados, e infinidad
de expectativas, apegos, miedos, exigencias, estrés, etc., que, según el
contenido de nuestras memorias, nos harán reaccionar ante el viaje de la
vida de forma muy variada.
Martín tiene que presentar un proyecto ante varios altos cargos de su
compañía. Desea (conscientemente) y necesita (inconscientemente) que lo
reconozcan como el mejor presentador que la compañía baya tenido nunca. Si
ve satisfechas sus expectativas y recibe muchos elogios (si la carretera se
adapta a las expectativas determinadas por sus programaciones pasadas),
Martín será feliz; esa parte del viaje le resultará agradable. Si el
resultado es más bien mediocre y recibe algunas críticas, se sentirá
desgraciado y frustrado. Perderá la paciencia, tendrá ansiedad, intentará
manipular a los demás y tratará de llamar la atención haciendo cosas
extraordinarias para dorar su imagen. (Martín está en la cuneta y trata de
modificar la carretera para que se adapte a sus expectativas...)
Como en la vida corriente todo el mundo parece seguir esas pautas de
comportamiento, creemos que la vida es así. Sin embargo, los maestros de
sabiduría no van a parar nunca a la cuneta, y algunos individuos van a parar
allí con menos frecuencia que otros.
¿Cómo lo hacen?
En lugar de intentar que la carretera se adapte a unos programas
preestablecidos, en lugar de resistir a los imprevistos de la vida, han
decidido despertar al conductor (la mente superior) para que asuma la
dirección de las operaciones y utilice el ordenador (la mente inferior)
según la voluntad del dueño. No pretenden que la carretera se adapte a sus
memorias, a las programaciones que tienen grabadas en la mente inferior, ven
la carretera como es en realidad gracias a la consciencia clara y libre de
la mente superior; y entonces pueden reaccionar de forma adecuada a la
realidad. Como se han desprendido de las memorias y programaciones con carga
emocional, no tienen expectativas, ni apegos, ni deseos respecto a la
situación presente. Se adaptan a la perfección a todas las curvas. No
resisten a la realidad, de modo que el viaje resulta seguro y agradable,
porque controlan el vehículo. La vida es hermosa. En ambos casos, es la
misma carretera de la vida...
La mayoría de nosotros nos encontramos por ahora en un estado intermedio. A
veces el conductor está despierto (la mente superior está activa) y
dirigimos nuestra vida tanto interior como exteriormente. Otras veces nos
dejamos atrapar por el mecanismo del ordenador (la mente inferior).
Con el fin de adquirir mayor dominio de éste, vamos a precisar ciertos
aspectos de su funcionamiento; después compararemos su dinámica con la de la
mente superior, que corresponde a determinado estado interno. En cuanto
comprendamos hasta qué punto la calidad de nuestra vida cotidiana depende
del funcionamiento de la mente (inferior y superior), estaremos realmente
motivados para adquirir un mayor dominio de este instrumento extraordinario.
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