¿Se puede sentir dolor
por causas psíquicas? Muchas veces es así. Los fenómenos dolorosos están
íntimamente relacionados con la psicología humana, especialmente con nuestra
personalidad y con el estado de ánimo.
Muchos dolores de cabeza
están producidos por una excesiva tensión emocional («cefaleas tensionales»),
consecuencia a su vez de algún conflicto psicológico: el estrés, ansiedad, o una
depresión. En estos casos, cuando se intenta buscar alguna causa orgánica,
alguna alteración corporal, que justifique estos dolores, no se encuentra
ninguna alteración después de numerosas exploraciones.
Muchos
dolores de nuca («nucalgias») también están ocasionados por trastornos
psíquicos: la ansiedad y la tensión psíquica intensa producen un aumento de la
tensión muscular que se localiza preferentemente en los músculos de la nuca y de
la porción superior de la espalda, que quedan más rígidos y tiran de las
vértebras cervicales, causando un molesto dolor de nuca. Los dolores, de causa
psíquica, pueden tener muchas otras localizaciones: en el pecho, espalda, en el
abdomen, etc.; y a veces, se trata más que de un dolor, de molestias o
sensaciones extrañas, desagradables y más o menos ines-pecíficas (calambres,
hormigueos, sensaciones de opresión, pinchazos, etc.).
Estas
molestias aumentan cuando la persona que las padece está muy pendiente de las
mismas, o muy preocupada, pensando que pueden ser el síntoma de alguna
enfermedad grave, lo que sucede a menudo entre los aprensivos o hipocondríacos.
En estos casos, las molestias y el dolor puede surgir por el mismo miedo a la
enfermedad o a la muerte. Una vez aparecen los primeros síntomas, éstos son
interpretados como manifestación de algún proceso corporal grave, con lo que la
angustia aumenta extraordinariamente, lo cual, a su vez, aumenta las sensaciones
dolorosas, creándose un círculo vicioso en el que conviven el miedo con la
ansiedad y el dolor.
Hay
personas que son más sensibles al dolor que otras, es decir, sienten más dolor
ante un mismo estímulo doloroso, lo que parece estar en relación con factores
constitucionales y de personalidad. También es cierto que algunas personas dan
más importancia a los fenómenos dolorosos, es decir, los sobrevaloran, a la vez
que de este modo ven exacerbarse las molestias correspondientes.
Todas las
situaciones caracterizadas por la ansiedad o por un estado de ánimo descendido
suelen producir un aumento de la intensidad del dolor, sea cual sea su causa;
también cuando el dolor es un síntoma de una enfermedad orgánica. Tal es la
influencia de los factores psicológicos en la elaboración del dolor, que en la
actualidad se están utilizando en los centros especializados en el dolor,
fármacos tranquilizantes y antidepresivos como tratamiento complementario en la
lucha contra dolores de cierta intensidad.
La
sugestión y la autosugestión también influyen notablemente aumentando o
disminuyendo la intensidad del dolor. Con una buena técnica de relajación y
otras técnicas de autosugestión se puede lograr que el dolor disminuya e incluso
que desaparezca.
También
se puede lograr algo similar mediante sugestión terapéutica producida a través
de otras personas o de substancias sin ninguna acción («placebos»). Por el
contrario, también es posible producir dolor por mera sugestión.
Por
último, hay que considerar otros factores en la elaboración de los procesos
dolorosos. El dolor sin sentido y de origen mal conocido resulta menos
llevadero. Por ejemplo, el dolor del parto tiene un fundamento y una cierta
utilidad, por lo que algunas mujeres lo sobrellevan mejor. También cuando el
médico explica la causa de las sensaciones dolorosas puede tranquilizar al
paciente, con lo que la intensidad disminuye, especialmente si la causa que lo
produce no es grave y se sabe que, más o menos pronto, desaparecerá.