Los niños son cada vez más conscientes de sus emociones a
medida que crecen. Van quedando atrás los miedos infantiles (auque algunos
los arrastrarán hasta la vida adulta), las crisis de irritabilidad con las
rabietas y los brotes de cólera, y los llantos inmotivados.
Los cuadros depresivos y los cambios de humor también
sufren una evolución a lo largo de la niñez y a la entrada de la
adolescencia. La extraversión, por ejemplo, aumenta con la edad en ambos
sexos, pero más en las niñas que en los niños. Asimismo, durante la
adolescencia, las alteraciones del humor se vuelven más comunes entre las
niñas, observándose un marcado aumento del malhumor en ellas, pero no en los
varones. Y aquí empieza el interrogante del porqué, en la vida adulta, la
depresión es dos veces más común entre las mujeres que entre los hombres...
Los cambios endocrinos (como en la etapa premenstrual, en
el puerperio -período posterior del parto- o mediante el uso de
anticonceptivos orales) pueden influir en el humor, pero las diferencias no
son tales que expliquen por completo el predominio de la depresión en las
mujeres. Los factores genéticos pueden desempeñar también un papel destacado
en esta diferencia sexual que se observa en las distimias o cambios de
humor. Hay quien apunta que las niñas muestran un aumento de "desamparo
aprendido" durante los últimos años de la infancia y a lo largo de la
adolescencia, que puede predisponerlas a la depresión. Quizá la explicación
esté en la investigación que nos informa que las niñas enfrentadas durante
la adolescencia temprana con mensajes de la sociedad que relegan a la mujer
a una situación de inferioridad presentan mayor "desamparo aprendido".
Hace más de trinta años que un autor, propuso su teoría
de la "indefensión (o desamparo, o desesperanza) aprendida" (Learned
Helplessness) para explicar los síndromes depresivos. La indefensión es
el estado psicológico que se produce cuando una persona piensa que los
acontecimientos son incontrolables y que nada de lo que decida hacer
influirá en la situación. Esta creencia puede funcionar como una profecía
que se autorrealiza, de modo que si un joven aprende a sobreestimar su
indefensión, buscará refugio en un estado anímico depresivo y dejará que los
acontecimientos determinen su futuro. La idea crucial es que no son los
traumas los que influyen en el humor, sino más bien la falta de control
de la persona sobre los traumas.
Hay que destacar, según se desprende de la mayoría de
estudios sobre el desarrollo emocional, que los problemas emocionales de la
infancia y la adolescencia son mucho más persistentes que los trastornos de
conducta. Pero, al mismo tiempo, los estudios de pacientes psiquiátricos han
mostrado que mientras que entre la mitad y las tres cuartas partes de los
niños y adolescentes con trastornos emocionales se recuperaban a los pocos
años, esto sólo sucedía en una minoría de los que tenían trastornos de
conducta y sociopatías.