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  LA DEPRESIÓN EN LA MUJER

Los síntomas de la depresión presentan:

1) Aspectos emocionales (desánimo, apatía).

2) Aspectos cognitivos (baja autoestima y expectativas de futuro negativas.

3) Aspectos de motivación (poca motivación e incapacidad para iniciar la acción).

4) Aspectos conductuales (pérdida de apetito, trastornos del sueño, pérdida de interés por el sexo y cansancio).


En relación con las personas que reciben algún tratamiento contra la depresión, la proporción entre mujeres y hombres es 2:1. Con respecto a las que padecen una depresión grave que exija la hospitalización, la proporción es también de 2:1. Incluso en encuestas a gran escala sobre la población norteamericana general, las mujeres manifiestan más síntomas de depresión que los hombres. Y la proporción 2:1 aparece también en estudios realizados en otras naciones. Parece razonable concluir que la depresión es más frecuente en las mujeres que en los hombres.

Algunos autores afirman que estas proporciones más elevadas de mujeres que padecen depresión no deben ser motivo de preocupación porque la diferencia de géneros con respecto a la depresión es "artificial" y no auténtica. Es decir, es posible que, en realidad, hombres y mujeres padezcan depresiones por igual, por lo que la representación estadística de las mujeres sería excesiva, a causa, quizá, de su mayor disposición a reconocer los síntomas de su estado de ánimo o a pedir ayuda para sus problemas (terapia). No obstante, una revisión detallada de las investigaciones existentes sobre la depresión lleva a concluir que la diferencia de género con respecto a la depresión es auténtica y no artificial. O sea, hay pruebas de que las mujeres manifiestan más depresiones porque, en efecto, las experimentan.

¿Por qué padecen las mujeres más depresiones que los hombres? Hay diversos factores asociados con la depresión de la mujer, entre los que se encuentran los papeles sociales, los factores posparto, los orgánicos (físicos), la violencia y la pobreza. Asimismo, existen algunas pruebas de que hay factores genéticos vinculados al sexo que están relacionados con las depresiones maníacas.

Freud creía que las personas claramente dependientes eran propensas a la depresión. Cuando experimentan una pérdida, como la muerte de un ser querido o una pérdida simbólica, como la percepción del rechazo de alguna persona íntima, se deprimen. Más aún, Freud consideraba que las mujeres son más dependientes, por naturaleza, que los hombres. Por tanto, su teoría explicaría la mayor incidencia de las depresiones en las mujeres, basándose en su alto grado de dependencia.

Los teóricos del aprendizaje creen que la depresión se produce cuando la persona está acostumbrada a recibir ciertos reforzadores (por ejemplo, un trabajo satisfactorio o un cónyuge con el que se congenia) que desaparecen de repente. En este caso responde reduciendo sus actividades. Si dicho individuo tampoco recibe reforzamiento por los esfuerzos que aún realice, se hundirá más todavía en la depresión. La misma pauta de inactividad puede verse reforzada si recibe atención especial por estar "enferma". De acuerdo con estas ideas, un conductista explicaría la mayor incidencia de la depresión en las mujeres como la consecuencia de que sus acciones no reciban un reforzamiento suficiente (supuesto que no es difícil de asumir) o como resultado de la mayor probabilidad de que la mujer se encuentre en situaciones en las que pueda interrumpirse de repente el reforzamiento habitual (por ejemplo, tener que abandonar a sus amigos y su actividad laboral para trasladarse, por motivos de trabajo de su marido, o ver cómo abandonan la casa los hijos cuando se hacen mayores).

Hay otros dos factores relevantes cuando se estudian las causas de la depresión femenina: los papeles de las mujeres y la indefensión aprendida.

Se ha propuesto como uno de los orígenes de la depresión el papel de ama de casa. Muchas de sus tareas son rutinarias, repetitivas y carentes de sentido terminal, como, por ejemplo, hacer las camas que volverán a deshacerse por la noche y que, de nuevo, habrá que hacer al día siguiente. Muchos de estos trabajos se hacen en soledad, la cual puede constituir otro factor. Asimismo, la crianza y el cuidado de los hijos pueden contribuir a la depresión; la sola presencia de los hijos en casa aumenta el riesgo de depresión.

Los papeles asignados a los géneros también pueden intervenir en las formas de afrontar la depresión de mujeres y varones. Cuando están deprimidos, los hombres suelen estar más dispuestos a realizar conductas activas que los distraigan; las mujeres, por su parte, tienden más a estar inactivas y a reflexionar sobre su estado de ánimo deprimido y sus causas. Esta rememoración parece incrementar, en vez de reducir la depresión.

La teoría de la indefensión aprendida, como causa de la depresión, puede ser útil para explicar la depresión de las mujeres. Esta teoría dice que los depresivos tienen una historia de aprendizajes en la que son incapaces de salir airosos y de controlar su vida. En resumen, han aprendido a considerarse indefensos. Cuando se enfrentan con una situación difícil, estas personas creen que no pueden afrontarla con éxito, apareciendo la depresión. La sensación de indefensión y de falta de control a la que se refieren estos estudiosos se parece mucho a la indefensión que las feministas consideran característica de la mujer. El hecho de que, en nuestra sociedad, las mujeres carezcan de poder (en todos los aspectos, desde las relaciones interpersonales hasta la política nacional) puede contribuir a la sensación de indefensión y, por tanto, a la depresión. Es más, los rasgos característicos para los que se socializa a las mujeres, como la pasividad, pueden favorecer a la depresión. Un estudio de observación en escuelas infantiles descubrió que los adultos reaccionaban menos ante cualquier conducta de las niñas. Puede que, incluso a tan temprana edad, éstas aprendan que sus conductas no producen resultados.

Un estudio a gran escala trató de determinar cuál de estos factores (los papeles desempeñados por las mujeres o su carencia de poder y la indefensión aprendida) contribuía más a los problemas psicológicos. Los resultados proporcionaron cierto respaldo a ambos factores, aunque mostraron que la falta de poder tenía especial importancia con respecto a la producción de trastornos psicológicos.

¿Cómo puede afrontarse esta situación? En primer lugar, quizá sea posible aplicar algún tipo de "medicina preventiva", basada en la teoría de la indefensión aprendida. Habría que examinar las prácticas de crianza y otros factores para determinar si favorecen la depresión de las mujeres y, si es así, deberían modificarse. Las mujeres jóvenes deberían concentrarse en impedir futuras depresiones cultivando hábitos de respeto a sí mismas y autoconfianza y llevando una vida equilibrada, participando en diversas actividades, en vez de depender exclusivamente de los vínculos familiares para su apoyo emocional e intelectual.

Pero es probable que no sean suficientes los cambios psicológicos de la mujer. En la medida en que la sociedad que las rodea no responda a sus acciones, seguirán surgiendo problemas. Una mujer puede aprender a saber lo que quiere, a emprender acciones para conseguirlo y a dar crédito a su éxito. Pero, para evitar la indefensión, su ambiente debe cooperar.

Hay otros dos factores adicionales que contribuyen a la depresión femenina y que ayudan a explicar por qué hay más mujeres deprimidas que hombres: la violencia contra ellas y la pobreza. La experiencia de haber sido golpeada, por ejemplo, puede llevar a la depresión. Con respecto al segundo factor, la pobreza está cada vez más relacionada con el género. Una proporción creciente de personas que viven por debajo del límite de la pobreza son mujeres o madres con sus hijos, fenómeno conocido como la feminización de la pobreza. A su vez, esto se relaciona con factores como la creciente proporción de familias de un solo progenitor a cuyo frente está una mujer, la inadecuación de las cantidades abonadas para el sostenimiento de los hijos después del divorcio y la falta de instituciones adecuadas y asequibles para acoger a los niños pequeños que les permitiesen trabajar en ocupaciones que les aportasen autosuficiencia. Hay infinidad de pruebas que demuestran la relación entre la pobreza y los problemas de salud mental. Por tanto, la feminización de la pobreza tiene consecuencias sobre la salud mental de las mujeres. Las investigaciones indican que las mujeres sometidas a estrés económico y que tienen la responsabilidad de hijos pequeños experimentan más síntomas de depresión. Un estudio descubrió que cerca del 50% de las madres de niños pequeños con rentas bajas de su muestra mostraban suficientes síntomas como para catalogarlas como deprimidas. Surgen dudas respecto a que las elevadas proporciones de mujeres pobres contribuyen a la mayor incidencia de la depresión femenina.

 

 

 

 

 

 

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