|
La depresión en la edad
avanzada.
La depresión en las personas mayores ha sido un tema olvidado en la
literatura durante algún tiempo, debido a que, de alguna manera, se
justificaba la presencia de los síntomas de depresión por los problemas
físicos, económicos, de aislamiento social, etc. que esta población podía
presentar.
Aproximadamente uno de cada 10 de las personas mayores sufren un trastorno
de depresión en el mundo occidental. En España podemos encontrar cifras de
hasta un 25% de las personas mayores institucionalizadas Hay que tener en
cuenta que estas personas mayores presentan las tasas de prevalencia más
altas en comparación a otras poblaciones. Un 80% ofrecen puntuaciones límite
en la Escala de Depresión Geriátrica (GDS, Yesavage et al., 1983), que
evalúa el grado de severidad del trastorno.
Pero la frecuencia de aparición de la depresión es variable según el
contexto en el que nos encontremos. Así, el trastorno afecta al 10% de los
que viven en la comunidad, entre el 15 y el 35% de los que viven en centros
residenciales, entre el 10 y el 20% de los que son hospitalizados, en torno
al 40% de los que padecen un problema somático y están en tratamiento por
ello y, finalmente, alcanzan el 50% de todas las hospitalizaciones en
unidades psiquiátricas de los Hospitales Generales.
Comprenderemos mejor aún la necesidad de realizar tratamientos psicológicos
en este tipo de trastornos sabiendo que las personas mayores deprimidas son
quienes más se suicidan y la depresión no tratada a estas edades se ha
asociado incluso a un ascenso de la mortalidad.
Datos que pueden alentar al tratamiento son, por ejemplo, la buena respuesta
que los sujetos presentan, en general, a los tratamientos psicológicos,
encontrándose tasas de recuperación similares a las obtenidas con adultos
más jóvenes.
Por otro lado, y por diferentes motivos, está clara la defensa de la
intervención psicológica frente a la farmacológica. La igualdad de los
resultados obtenidos en algunos estudios con estos dos tipos de
intervención, beneficia a la intervención psicológica que no presenta los
graves inconvenientes asociados a los psicofármacos en la edad avanzada:
incompatibilidad con otros fármacos necesarios para la mejoría de trastornos
físicos importantes, aumento del número de caídas y de fractura de cadera
asociadas a éstos, incomodidades y molestias por las posibles consecuencias
secundarias (efectos anticolinérgicos de los tricíclicos, frecuentes y en
principio peligrosos en esta población, aumento de la confusión mental,
problemas urinarios importantes, etc.). |
|