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De cinco a ocho años.
Los niños de esta edad poseen una gran carga de pensamiento abstracto, y
necesitan que todo se relacione, de algún modo, con las experiencias
prácticas que ya han tenido en la vida, es decir, con las cosas que han
visto, oído y tocado. Su capacidad imaginativa es extraordinaria, aunque no
se extiende más allá de las experiencias prácticas. Sin embargo, comparado
con lo que sucedía hace unos cuantos años, la televisión y los vídeos han
ampliado sustancialmente ese acerbo experimental, y la extensa gama de
estímulos y de ejemplos que se pueden utilizar en los ejercicios de
meditación es más que suficiente.
El segundo aspecto que hay que recordar sobre este grupo de edad consiste en
la pasión que muestran los niños por los cuentos, las rimas y las canciones.
Unos sencillos ejercicios tales como leer un cuento en voz alta o cantar una
canción todos juntos, y luego pedirles que cierren los ojos y que imaginen
los personajes y las acciones que acaban de oír constituyen una valiosa
preparación para la meditación. También ayudan a prolongar la atención de
los niños y a desarrollar su interés, cuestiones que analizaremos en
profundidad más adelante. |
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