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Alegría, buen humor, ligereza; quitar dramatismo a las situaciones
Cuando el alma está presente, aparece una natural alegría que se manifiesta
en lo cotidiano por la ligereza, el buen humor y el saber quitar dramatismo
a las situaciones.
Un
hombre que ha dejado de reír es un hombre que ha dejado de vivir.
El
ego es siempre muy serio. Aprisionado en su búsqueda de identidad, no puede
reírse de sí mismo. Todo lo que le concierne tiene una pesada carga; las
reacciones automáticas del ordenador hace que se dramatice hasta la
exageración. En medio de su seriedad y de su dramatización, el ego sólo
tiene breves momentos de “alegría”, cuando ve satisfechas sus
programaciones. Además, a ese nivel tener placer es en general complicado
(hay que satisfacer las demandas del inconsciente), a menudo cuesta caro (en
dinero, en energía, en decepciones, en sufrimientos...), y siempre hay que
volver a empezar.
Cuando se manifiesta el alma, el estado interior es muy distinto. La
frecuencia vibratoria del alma, más elevada y sutil, aporta una alegría
natural permanente, independiente de las circunstancias. Es la alegría de
vivir. La alegría del alma está siempre presente y no cuesta nada (es decir,
sólo cuesta... ¡el abandono del ego!).
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