ACTITUD GENERAL
ANTE LA VIDA
La
estructura maso lucha contra el problema del poder, y alimenta un sentimiento
permanente y profundo de impotencia. Es un sentimiento tan escondido, tan
enterrado, que pocas veces estamos en condiciones de reconocerlo. Pero dinámica
de la mente inferior hace que proyectemos de manera constante sobre las
situaciones presentes todos los abusos de poder que hemos sufrido en el pasado.
Somos incapaces de ver la realidad tal como es, la interpretamos en función de
nuestras memorias.
De modo
que nos las arreglamos para que la vida sea difícil, porque así justificamos
nuestra cólera interna y nuestra frustración. Cualesquiera que sean las
circunstancias, siempre encontramos algo que nos impide hacer lo que queremos,
que nos impide ser quienes queremos ser, siempre encontramos algo que no
funciona. Como las memorias activas están cargadas de quejas, de protestas y de
sufrimientos reprimidos, hemos de encontrar razones para seguir quejándonos; y,
si no hay razones evidentes, las inventamos.
He aquí
algunas características de la actitud maso:
— La vida
se percibe como una lucha permanente, pero perdida de antemano, y es por culpa
de los demás.
— El
miedo a dejarse engañar está anclado en el inconsciente; ese miedo crea una
desconfianza que, junto con la rabia y la cólera, están siempre latentes. Se
tiene la constante sospecha de que los demás quieren abusar de uno.
— El
miedo a la autoridad, o a todo lo que se le parezca, así como la resistencia a
la misma, induce un estado de estrés permanente.
— La
envidia de todos los que parecen felices envenena la vida.
— La
crítica y la difamación, el sabotaje directo o sutil, practicados a profusión,
fomentan la negatividad y la frustración.
— Se
sufre y se es desgraciado para justificar las memorias activas.
— La
frustración profunda induce una actitud permanente de mala voluntad.
— Se
RESISTE a la vida, cualesquiera que sean las circunstancias. TODO VA MAL...,
pero es por culpa de los demás, así que...
— Se
culpa a los demás. Es decir, que no sólo hay quejas, sino que se echa la culpa a
los otros. El descontento inconsciente se proyecta permanentemente sobre todo:
el cónyuge, los hijos, los amigos, los compañeros de trabajo, el jefe o los
empleados, la sociedad, los comerciantes o los clientes, Dios Padre
Todopoderoso, el tiempo, el perro del vecino..., sobre cualquier cosa, con tal
de poder quejarse, criticar y hacer a algo o a alguien responsable de las
desgracias de uno.
Para
ilustrar esta actitud, he aquí un extracto de una crónica de un periódico:
NO HE SIDO YO, HA SIDO ÉL
¿Está
usted harto del invierno y no sabe qué hacer de sus días para olvidar el mal
tiempo? Tengo una idea: juegue usted a la víctima. Es un juego gracioso,
divertido, incluso puede aportarle mucho si es usted original y tenaz.
El
objetivo del juego es muy simple: consiste en hacer llorar al mayor número
posible de personas por las desgracias que lo abruman. Tiene usted que encontrar
un chivo expiatorio, hacerlo responsable de todo lo que le pasa y lloriquear
usted solo en un rincón hasta que lleguen los medios de comunicación. El primero
que consiga que lo invite la ONU, gana el premio.
Nunca un
juego ha sido tan popular. Mire a su alrededor: en la actualidad todo el mundo
juega a la víctima.
Las
mujeres dicen ser víctimas de los hombres, que les pegan.
Los
hombres dicen ser víctimas de las mujeres, que los castran. [...]
Los
políticos dicen ser víctimas de los medios de comunicación, que los calumnian.
Los
medios de comunicación dicen ser víctimas de la población, que los acusan de
tergiversar las cosas.
Los
negros dicen ser víctimas de los policías, que les tienen manía.
Los
policías dicen ser víctimas de los negros, que los tratan de racistas.
Los
creadores dicen ser víctimas de los críticos, que los hunden.
Los
críticos dicen ser víctimas de los productores, que los desprecian.
Los
trabajadores dicen ser víctimas de los patronos, que los explotan.
Los
patronos dicen ser víctimas de los trabajadores, que los llevan a la ruina.
[...]
Los
ciudadanos dicen ser víctimas del Estado, que los gravan con muchos impuestos.
El Estado
dice ser víctima de los ciudadanos, que van a hacer sus compras al extranjero.
Los no
fumadores dicen ser víctimas de los fumadores, que los asfixian.
Los
fumadores dicen ser víctimas de los no fumadores, que los regañan. Etc., etc.
Por todas partes la misma letanía de la víctima y del verdugo. Como sí de
pronto se hubiera hecho imposible el diálogo. Como si no supiéramos hacer otra
cosa más que apuntar con el dedo después de habernos lavado las manos.
Lo
curioso, en el discurso de la víctima, es que reconoce la omnipotencia del
verdugo. O sea, que si el verdugo es el único responsable de nuestros problemas,
entonces sólo él puede librarnos de nuestra miseria.
«Nos
hemos convertido en una nación de llorones», esta frase era el titular del Times
Magazine hace algunos meses. Se persigue a éste o a aquél, se denuncia ante las
cámaras de televisión, se condena. Es el reino de los pleitos. [...]
Hasta los
políticos hacen discursos de víctima. Ahora, cuando uno quiere ser elegido, no
presenta un programa, no; se contenta con demoler a sus adversarios. «Fulano es
un corrompido. Mengano es un incompetente. Así que, ¡votadme a mí!» [...]
Si la
cosa continúa así, acabaremos por fundar una verdadera cultura de la víctima.
Una cultura amarga, alimentada de bilis y de cólera, que explotará en una orgía
de rabia y de recriminaciones. No será culpa de nadie, y será culpa de todos.
Todo el
mundo será blanco, todo el mundo será negro. Y todo el mundo acusará a todo el
mundo. Después de años de lucha, al final estaremos todos en pie de igualdad.
Todos parecidos, todos semejantes. Todos víctimas.
Este
texto, que procede de un periódico popular, muestra hasta qué punto esta
dinámica está anclada en la consciencia colectiva...
La
estructura maso está siempre construida sobre el miedo y la cólera. Si predomina
el miedo, la cólera está muy reprimida y se tiene lo que se llama el «maso
pasivo». Si predomina la cólera, se tiene un «maso activo». Encontraremos, pues,
dos tipos de sistemas de defensa y, entre ambos, todas las variantes y grados
posibles.
Sistema de defensa del maso pasivo: sumisión
Se apoya
en el miedo a verse otra vez aplastado y a sufrir de nuevo. En nuestro
condicionamiento cultural, encontraremos ese aspecto con más frecuencia en las
mujeres. La persona sufre en silencio porque tiene demasiado miedo a expresarse
o a manifestarse (es lo que le valió las recriminaciones del pasado), pero con
frecuencia es un silencio que habla a voces... Ante cualquier autoridad, o que
lo parezca, más vale anonadarse y someterse que arriesgarse a los sufrimientos
que ya se han vivido (víctima pasiva; al destruirse a sí misma puede estar
destruyendo a los demás, con lo que está haciendo un sabotaje indirecto). La
cólera está ahí, pero profundamente reprimida.
Sistema de defensa del maso activo: rebelión
Se apoya
en la cólera y en la agresividad; es la proyección inconsciente de la cólera
acumulada contra todos los que han abusado de él en el pasado, cólera que
expresa directamente, y a veces con violencia, a propósito de cualquier cosa.
Son los demás los que han obrado mal, y se lo hará saber. Esta dinámica es la
que conduce inconscientemente a actos concretos de venganza y de sabotaje. Puede
transformar a la víctima en una persona muy violenta, incluso en un verdugo
(víctima agresiva que destruye a los demás). El miedo está ahí, pero muy
reprimido.
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