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La construcción del
instrumento de manifestación del Ser desde el momento de la
individualización hasta la actualidad II
3. Los átomos permanentes
Cuando la consciencia abandona el cuerpo físico-etérico, toda la información
relativa a la experiencia que ha tenido ese cuerpo en el curso de la vida
que acaba de terminar está registrada en una unidad de consciencia que
recibe el nombre de átomo permanente (o átomo germen, según la tradición).
Ese átomo permanente es transferido a lo que queda de la personalidad en los
niveles emocional y mental. El proceso se repite en los otros dos niveles;
es decir, que cuando la consciencia abandona los cuerpos astral y mental,
lleva consigo los átomos permanentes en los que está registrada la esencia
de la experiencia vivida en ellos. Cuando la personalidad se ha desintegrado
por completo y la consciencia ha regresado en su totalidad al Ser, quedan,
pues, tres átomos permanentes que le proporcionan toda la información
acumulada durante la experiencia de la vida en los tres mundos, que viene a
añadirse a la obtenida en las experiencias de vidas precedentes.
En ese momento, el Ser hace balance, en cierta forma, de los aspectos que
han sido dominados y de los que no lo han sido, de la capacidad o
incapacidad del instrumento para expresar su voluntad en los tres mundos. De
ello deduce cuáles son las «lecciones» que le quedan todavía por aprender a
su instrumento de manifestación, y elige el tiempo y las condiciones
adecuadas para crear uno nuevo y continuar así el aprendizaje. Es un proceso
complejo, que se hace de manera más o menos consciente según el grado de
evolución de la persona. De modo que no es la forma (física, emocional y
mental) la que va a reencarnarse; nuestra última personalidad no se
reencarna, porque ya no existe. Lo que ocurre simplemente es que, a la luz
de las experiencias pasadas, el Ser construye otro instrumento, otra
personalidad que, sin embargo, no es totalmente independiente de las
precedentes, puesto que se apoya en los aprendizajes ya realizados, en los
aspectos de la consciencia ya desarrollados, y en las lecciones aprendidas o
malogradas.
4. ¿Cómo se
construye una nueva personalidad?
Lo que se llama «el descenso a la encarnación» no es más que la
reconstrucción de un nuevo instrumento. En primer lugar, el Ser proyecta su
consciencia hacia el mundo mental y atrae hacia sí los «materiales», hechos
de «materia» mental, que se integrarán en la nueva personalidad, los cuales
no son atraídos al azar, sino en función de todo lo que ya ha sido
previamente experimentado y acumulado como conocimiento en el mundo mental,
tanto si ha sido dominado como si no; de modo que se encontrarán en él, no
sólo algunos aspectos de la personalidad inmediatamente precedente, sino
también de personalidades anteriores, incluso algunos materiales colectivos.
Por una parte, están todos ellos enriquecidos por el proceso de integración
que se ha efectuado en el Ser y, por otra, han sido seleccionados en función
de lo que el Ser se ha preparado como programa de trabajo para la vida que
va a vivir. Es decir, que no traemos necesariamente todo el material de la
vida que acaba de terminar. Lo esencial de la última experiencia está
mezclado con lo esencial de las experiencias de otras numerosas vidas, no
sólo nuestras, sino que es posible también de otras almas. Eso nos
proporciona un potencial que puede ser muy distinto del que teníamos en la
vida precedente.
Una vez completado ese proceso, la consciencia desciende al plano astral y
atrae energéticamente hacia sí los «materiales» emocionales que servirán a
la nueva personalidad. Lo mismo que en el plano mental, depende de lo
esencial de las experiencias emocionales pasadas y de lo que el Ser desee
trabajar en su instrumento durante la encarnación que está preparando.
El mismo proceso se desarrolla en lo físico-etérico, en particular mediante
la elección de los padres. El Ser «elige» a los padres que están en
condiciones de dar un cuerpo físico-etérico (incluyendo el bagaje genético)
al ser que quiere encarnarse en concordancia con lo esencial de las
experiencias que ese ser ha vivido en el pasado en su cuerpo físico-etérico
y en función de lo que debe aprender en su nueva vida. La elección de los
padres no la hace, pues, la personalidad, sino el Ser, que tiene sus propias
exigencias y su propio programa y esta elección se realiza mediante un
proceso de atracción energética, no es una elección racional de la mente
limitada.
La elección de los padres no afecta sólo a la constitución del cuerpo
físico-etérico sino también a los otros cuerpos, puesto que, debido a la
fuerte interacción que existirá entre los padres y el hijo a lo largo de la
infancia de éste, la constitución emocional y mental de los padres tendrá un
impacto fundamental en la formación del carácter del niño. Este aspecto
también se toma en consideración al elegir a los padres; sin olvidar, por
supuesto, los vínculos kármicos positivos que haya que potenciar o los
negativos que haya que disolver.
Así que, cuando el ser nace físicamente, llega con un potencial bastante
bien definido, tanto mental como emocional y físico. Es el resultado de la
síntesis, realizada por el Ser, entre las experiencias pasadas y lo que debe
ser experimentado en la nueva vida. Un potencial que lleva en sí las
realizaciones conscientes y las adquisiciones positivas, como el dominio que
ya haya adquirido del mundo físico, emocional y mental; es decir, lleva en
sí toda una dinámica de dominio que el Ser podrá utilizar directamente para
expresar su voluntad en el mundo: es lo que constituye la parte del ego
dócil, inteligente, creadora, libre y serena, y que hace de él un buen
instrumento. Pero, al mismo tiempo, como el camino de la evolución no ha
terminado, el ser también trae consigo, procedente de experiencias pasadas,
otras partes del ego que todavía están poco desarrolladas, rígidas o
bloqueadas.
El proceso de construcción del ego, con sus tres cuerpos, es un proceso
complejo; no tiene lugar de una manera racionalmente lineal, sino por
aproximaciones sucesivas según las leyes de la naturaleza. Es algo así como
cuando un pintor pinta un cuadro. Primero pone una capa de fondo, después
dibuja las líneas generales, y luego va dando pinceladas cada vez más
precisas que van perfilando el primer esbozo hasta completar el cuadro. El
pintor no deja perfectamente pintado un rincón de la tela para pintar luego
otro trozo con la misma perfección, y luego otro, sino que hace numerosos
retoques y múltiples reajustes globales hasta que la obra está completamente
acabada.
Podríamos comparar el proceso al de la construcción de una casa. La casa es
la personalidad dócil y transparente que queremos construir como morada del
alma. Pero, al mismo tiempo que la construimos, nos vamos rodeando de
escombros, de restos de materiales, de polvo, de botes de pintura vacíos,
etc. Algunas partes no están terminadas; otras si lo están, pero aún no se
han limpiado.
Eso significa que tenemos ya algunas experiencias positivas de conocimiento
y de sabiduría que nos proporcionan cierto dominio de los tres mundos
(algunas partes de la casa son hermosas, están limpias y bien construidas:
es nuestra parte luminosa). Pero todavía arrastramos cierto lastre formado,
por un lado, por materiales todavía no utilizados y, por otro, por la basura
psicológica procedente de la propia construcción: son las partes del ego de
donde proceden nuestra falta de dominio de los tres mundos y, por supuesto,
nuestros sufrimientos y limitaciones.
Así es como, a lo largo de su experiencia en la materia, el ser humano ha
adquirido algunos conocimientos y cierto dominio; pero, al mismo tiempo, ha
acumulado todo un entramado de experiencias no integradas, de bloqueos y de
sistemas de defensa que lo separan de los demás y sobre los que ha
construido sus mecanismos de funcionamiento, ya que los sistemas de defensa
están grabados en la mente inferior, ligada al mundo emocional.
La perspectiva esotérica permite comprender mejor el funcionamiento de la
mente inferior y, en general, el mecanismo de la personalidad, que
expondremos en espacios posteriores; también permite comprender la
diversidad de comportamientos de los seres humanos actuales, que son,
simplemente, expresión del distinto nivel de consciencia alcanzado por cada
uno de ellos. Veremos, en concreto, hasta qué punto esas memorias no
integradas, esos sistemas de defensa anquilosados (la basura no reciclada),
condicionan nuestro comportamiento en la vida diaria. Sin embargo, creer que
somos el resultado de nuestro pasado es un gran error que encontramos en
algunos enfoques psicológicos actuales. No estaría de más que lo disipáramos
ahora.
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