|
Una civilización repentina VI
Se
dice que la guerra espolea al Hombre para que avance tanto en lo científico
como en lo material, pero parece que en el antiguo Sumer fue la construcción
de un templo lo que espoleó a la gente y a sus soberanos a alcanzar un mayor
desarrollo tecnológico, comercial, de transportes, arquitectónico y
organizativo. La capacidad para llevar a cabo tan importante obra de
construcción de acuerdo con unos planes arquitectónicos preparados, para
organizar y alimentar a una ingente masa de trabajadores, para allanar la
tierra y elevar montículos para hacer ladrillos y transportar piedras, para
traer metales extraños y otros materiales desde tan lejos, para fundir
metales y dar forma a utensilios y ornamentos, nos habla de una importante
civilización, ya en pleno esplendor en el tercer milenio a.C.
Aun
con la maestría que implica la construcción de hasta los más antiguos
templos sumerios, éstos no eran más que la punta del iceberg de las
posibilidades y la riqueza de los logros materiales de la primera gran
civilización que se conoce del Hombre.
Además de la invención y el desarrollo de la escritura, sin la cual una gran
civilización no podría llegar a ser, a los sumerios también se les atribuye
la invención de la imprenta. Milenios antes que Johann Gutenberg
“inventara” la imprenta a través de tipos movibles, los escribas sumerios
utilizaban “tipos” prefabricados de los diferentes signos pictográficos, que
utilizaban del mismo modo que nosotros utilizamos ahora un tampón de goma,
imprimiendo la secuencia deseada de signos en la arcilla húmeda.
También inventaron al precursor de nuestras rotativas: el sello cilíndrico.
Hecho de una piedra sumamente dura, era un pequeño cilindro en el cual se
grababa el mensaje o el dibujo al revés; cuando se hacía rodar el cilindro
sobre la arcilla húmeda, se creaba una impresión “en positivo”. El sello
también le permitía a uno certificar la autenticidad de los documentos;
siempre se podía hacer una nueva impresión para compararla con la del
documento en cuestión.
Muchos registros escritos sumerios y mesopotámicos no necesariamente estaban
relacionados con lo divino o lo espiritual, sino con cosas tan cotidianas
como el registro de las cosechas, la medida de campos y el cálculo de
precios. Ciertamente, no es posible alcanzar determinados grados de
civilización sin un avance paralelo de las matemáticas.
El sistema sumerio, llamado sexagesimal, combinaba el mundano 10 con el
“celestial” 6 para obtener la cifra base de 60. En algunos aspectos, este
sistema es superior al nuestro actual; en cualquier caso, es
incuestionablemente superior a los sistemas posteriores de los griegos y de
los romanos. A los sumerios les permitía dividir en fracciones y multiplicar
millones, calcular las raíces o elevar los números a varias potencias. Este
sistema no sólo fue el primer sistema matemático conocido, sino también el
que nos dio el concepto de “posición numérica”; del mismo modo que, en el
sistema decimal, 2 puede ser 2 o 20 o 200, dependiendo de la posición del
dígito, también en el sistema sumerio el 2 significa 2 o 120 (2 x 60), y así
sucesivamente, dependiendo de la “posición”.
Los
360 grados del círculo, el pie y sus 12 pulgadas, y la “docena” como unidad
no son más que unos cuantos ejemplos de los vestigios de las matemáticas
sumerias que todavía podemos ver en nuestra vida cotidiana. Sus logros
paralelos en astronomía, en el establecimiento del calendario y en otras
hazañas matemático-celestiales de similar calibre recibirán un estudio mucho
más preciso en capítulos posteriores.
|
|