Personalidad y carácter son términos que suelen usarse como sinónimos, pero cada
uno de ellos tiene un significado particular.
El
término carácter deriva del verbo griego kharasso, que significa grabar o
acuñar. Uno de los primeros en emplear la palabra tal y como hoy la entendemos
fue el filósofo Teofrasto, un discípulo de Aristóteles que en su obra Caracteres
describía distintos tipos de individuos, haciendo retratos de sujetos de
conducta peculiar y no siempre demasiado ejemplar. Para Teofrasto, cada carácter
se define por unas disposiciones dominantes. Posteriormente, numerosos autores
—desde el romano Ovidio a Proust y Durrell— han descrito diversos caracteres
humanos, tanto femeninos como masculinos. El primero en usar el término
caracterología fue, sin embargo, Bahnsen, quien, en 1867, la definió como una
ciencia, en la que se funden la psicología, el sentido común y la literatura.
La
cualidad que diferencia al carácter de la personalidad es su connotación ética.
Cuando hablamos del «buen o el mal carácter» de una persona, estamos haciendo,
de entrada, un juicio positivo o negativo de las cualidades generales de esa
persona y de su personalidad, en la medida en que ésta se oriente en uno u otro
sentido. Allport aporta una definición bastante sencilla y clara: «El carácter
es, simplemente, la personalidad evaluada desde el punto de vista ético.» En
esencia, personalidad y carácter son prácticamente lo mismo, pero en la
valoración del carácter se introduce un juicio de valor subjetivo.
Sin lugar
a dudas, Winston Churchil es un ejemplo perfecto de lo que entendemos por un
«carácter fuerte», capaz de hacer frente a cualquier acontecimiento, dejando
marcados de su sello personal todos los actos de su vida.
El
carácter, por su implicación ética, ha sido objeto de estudio más por parte de
filósofos y literatos que por la de los científicos. Desde el punto de vista
médico-psicológico se ha incluido progresivamente en el concepto de
personalidad. De hecho, en la mayoría de los tratados psicológicos y
psiquiátricos europeos y americanos este término apenas aparece.
Independientemente de las consideraciones psicológicas, en el lenguaje coloquial
personalidad y carácter no son tampoco lo mismo. Mientras que la primera reseña
la forma de ser del individuo, lo que ese sujeto es, el segundo representa lo
que éste manifiesta de su personalidad de cara a los demás, como si modulase
selectivamente su forma de ser en un sentido positivo o negativo. Si la
personalidad es muy difícil de cambiar, el carácter se sobrentiende que sí puede
variar siempre y cuando el sujeto esté motivado para ello.
Otro dato
importante, y que acerca el concepto de personalidad al de carácter, es la
influencia que ejercen sobre ambos, aunque quizá más sobre este último, el medio
ambiente y las vivencias. Cuando, por ejemplo, decimos de alguien que «se le
agrió el carácter», estamos relacionando los hechos vividos con el carácter y su
conformación, pero no con la personalidad.