EL ABURRIMIENTO
El
aburrimiento es un estado emocional de insatisfacción dentro de una existencia
que, durante esos momentos, se percibe como insulsa, vacía, sin sentido. Con la
llegada del aburrimiento se tiene la impresión de que el gozo y las experiencias
gratificantes propias de la vida han quedado detenidas. Se mantiene la
aspiración de recuperar ese gozo, esa capacidad de experimentar sensaciones
agradables o interesantes; sin embargo, durante el aburrimiento la persona que
lo padece no está dispuesta a iniciar actividad alguna que pueda acabar con este
estado, bien porque está disminuida su capacidad de actuación, o bien, porque se
cree que ninguna actividad a su alcance puede cambiar la situación.
El
aburrimiento se asocia generalmente a otras características psicológicas, como
astenia, abulia y apatía. La astenia consiste en un cansancio que existe ya
antes de haber realizado el esfuerzo. La abulia es la incapacidad para pasar de
la intención de hacer algo al acto en sí mismo; y la apatía, la escasez de vida
afectiva y de relación. Además, se tiene la sensación de que el tiempo va muy
despacio, de que las horas transcurren lentamente, al igual que ocurre en la
depresión.
Todos nos
hemos aburrido en algún momento de nuestra vida, y por tanto, se puede decir que
se trata de una experiencia normal dentro del contexto general de la vida
humana. No obstante, es evidente que hay personas que se aburren más que otras;
es más, el aburrimiento puede llegar a constituir una constante en la vida de
ciertas personas. La falta de proyecto cara al futuro, no tener una actividad
profesional satisfactoria, relaciones humanas pobres y escasas, la falta de
incentivos, de hobbies, de compromisos de ningún tipo, una postura radicalmente
escéptica ante la vida, el desinterés por los demás y por lo que ocurre a
nuestro alrededor, junto con muchos más factores de todo tipo favorecen la
aparición de un aburrimiento que puede llegar a hacerse crónico. Entonces
podemos decir que el aburrimiento es la consecuencia de un progresivo
empobrecimiento en la esfera de la personalidad y de una actitud ante la vida,
que ha perdido sus ingredientes fundamentales.
Por el
contrario, el aburrimiento que surge de forma esporádica ante determinadas
situaciones que nos resultan «aburridas» puede tener precisamente un significado
totalmente opuesto. Una persona dinámica, repleta de inquietudes de todo género,
se puede desesperar al ver que está perdiendo un tiempo que podría dedicar a
otras actividades más interesantes o atractivas. Este es el aburrimiento ante
una plúmbea conferencia de la que no nos podemos marchar, el de una cola que
tenemos que hacer forzosamente o el de la espera de una cita con una persona
impuntual.
¿Cómo se
puede combatir el aburrimiento? El problema suele estar, como decíamos al
principio, en una dificultad más o menos seria para comenzar una actividad que
rompa con este peculiar estado emocional. Esto se puede solucionar con una buena
planificación, que nos asegure una ocupación durante la mayor parte de las horas
del día, que sea suficientemente satisfactoria y que evite ese «estar cansado de
no hacer nada». Si el aburrimiento ya se ha producido hay que procurar iniciar
cualquier actividad que no sea demasiado rutinaria y preferiblemente en compañía
de otras personas, a pesar de que creamos que no va a ser capaz de sacarnos de
ese estado y de que nos dé cierta pereza.
Para ese
otro tipo de aburrimiento, el que surge ante situaciones inevitables y
aburridas, las soluciones son más difíciles, se puede intentar ser un poco
«trapero del tiempo», es decir, aprovechar estos ratos para meditar, leer un
libro, etc.