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EL TSUNAMI,
TRAGEDIA EN ASIA
Algo falló; el terremoto fue detectado y diferentes organismos científicos
alertaron de la proximidad de devastadores tsunamis en el sureste de Asia.
Sin embargo, no se tomaron las medidas oportunas. Hay que conocer las
claves que los grandes medios ocultan respecto a la tragedia más
devastadora de nuestros últimos tiempos.
El maremoto del pasado veintiséis de diciembre se cobró la vida de más de
296.000 personas. Impotentes ante la sacudida de un destino trágico y que
nos venden imprevisible, asistimos a un desfile de muerte y desolación.
Entonces, el mundo y sus gobernantes pusieron cara de solidarios; dinero
aquí y allá, ayuda humanitaria, ONG's entregadas a los necesitados,
“tropas de paz” e historias por el estilo para cubrir de más lodo la
verdad sobre un hecho que jamás debería haber provocado tragedia
semejante. Porque mientras millones de personas lloran, unos cuantos
poderosos ríen porque la naturaleza les ha puesto en bandeja el
cumplimiento de sus sueños más ruines. Ahora un mes y medio después se
frotan sus manos haciendo cuentas y desplegando sobre el mapa
geoestratégico de la Tierra las piezas de la partida de ajedrez a la que
juegan.
A las 00.59 horas del 26 de diciembre, las fallas del Índico chocaron
provocando un terrible terremoto cerca de las costas de Sumatra. A miles
de kilómetros de allí, el Centro de Alertas de Hawai captó el movimiento
sísmico. En este observatorio está instalada la sede del Centro de Alertas
del Pacífico, un sistema de previsión de catástrofes dependiente de la
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica. Organismo que a la vez
depende del gobierno de los Estados Unidos.
Apenas
quince minutos después de que se produjera el rompimiento de las capas
terrestres bajo el mar, los responsables del equipo de científicos
emitieron una nota en la que se ofrecen los parámetros del terremoto al
tiempo que se advertía que “no existe amenaza de tsunami destructivo”.
Justo cincuenta minutos después –es decir, una hora y cinco minutos
después del terremoto y entre una y tres horas antes de la llegada de
inmensas olas a las costas- el equipo de Hawai emitió un nuevo comunicado
en el cual se advertía de “posibles tsunamis en las proximidades del
epicentro del terremoto”.
El telegrama remitido desde Hawai llegó al instante a decenas de centros
asociados en el Pacífico, así como a diferentes oficinas del departamento
de Estado, nombre que allende los mares tiene el Ministerio de Asuntos
Exteriores. Dicho departamento es gobernado en Estados Unidos por el
famoso oficial-político Colin Powell. Sin embargo, ese aviso se sumergió
en un inmenso agujero negro en cuanto llegó a los despachos de Washington.
Pero se trató de un agujero negro más que particular, porque sin ir más
lejos, los miles de oficiales y soldados de la base norteamericana de
Diego García –de donde parten los aviones que bombardean Irak y
Afganistán- sí recibieron el aviso y tomaron las medidas de precaución
establecidas para esta serie de casos.
Apenas tres horas después de la alarma, las gigantescas olas alcanzaron
aquella isla propiedad del gobierno norteamericano. No hubo víctimas ni
daños humanos que lamentar. Al mismo tiempo, decenas de miles de indios,
indonesios y cingaleses, entre otros, tragaban el agua de los tsunamis que
les llevaron a la tumba colectiva más grande y amplia que recuerdan los
tiempos modernos. A ellos nadie les avisó porque el Departamento de estado
no consideró necesario alertar a las once naciones que sufrirían los
estragos de las olas.
A medida que se profundiza en la información, brota una sensación
irrespirable. Da asco pensar que nadie hizo nada por evitar la catástrofe.
La misma que cualquiera puede sentir ante estos datos la tiene también
Michel Chossudovsky, profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá). Ha
intentado ordenar todos los datos y buscar que falló. De sus consultas se
deduce que aunque en principio no se emitió una alerta en condiciones, los
científicos de Hawai confirmaron a Chossudovsky que informaron a las
autoridades pertinentes y, en especial, al Departamento de Estado. Sin
embargo, los avisos no llegaron a la mayor parte de los países de la zona.
Sólo la base aérea de Diego García y los gobiernos de Australia e
Indonesia recibieron los comunicados del equipo de Powell. Cabe recordar
que estados Unidos tiene un especial vínculo con el gobierno Indonesio, ya
que quiere conquistar un aliado en la zona, Indonesia es el país con más
población musulmana del planeta. Otros países como Tailandia que si
pertenecen a la “Red de Alerta de Tsunamis” no recibieron el pertinente
informe. Pese a ello, tampoco Indonesia tomó medidas. Oficialmente, las
explicaciones que se han dado son vagas y se reducen a “la necesidad de
evitar el pánico en las zonas turísticas”.
Tras analizar todos los datos, Tad Murty, de la Universidad de Manitoba,
dictaminó que “se podría haber salvado la vida de miles de personas; no
hay razón para que ni una hubiera fallecido a consecuencia del Tsunami”. Y
es que como bien dice, “en algunos lugares hubo hasta cuatro horas para
tomar medidas hasta la llegada de las olas”.
En un principio el gobierno de Bush apenas destinó treinta y cinco
millones de dólares para ayudar a las zonas afectadas. Sin embargo, la ola
de críticas obligó al presidente de los Estados Unidos a multiplicar la
cuantía de la ayuda hasta casi quinientos millones de dólares. Al mismo
tiempo, dos altos dirigentes de Estados Unidos se desplazaron hasta el
lugar de la tragedia. Se trata del mencionado Colin Powell y del hermano
del presidente, el gobernador de Florida, Jeb Bush, que en octubre del año
2000 apoyó políticamente un informe del Proyecto Nuevo Siglo Americano
(PNAC) redactado por líderes conservadores estadounidenses. En dicho
trabajo se solicitaba del próximo gobierno una serie de actuaciones
destinadas a mantener la hegemonía de Estados Unidos durante el siglo XXI.
Entre otras cosas, los ideólogos neoconservadores instaban a su gobierno a
tomar posiciones militares estratégicas en diferentes partes del mundo,
especialmente en Asia.
En esos mismos días, el eufemismo “ejercito humanitario” se globalizó al
hilo del envío a la zona afectada de decenas de miles de soldados de
diferentes países con objeto de colaborar en su recuperación.
Los responsables de las ONG's que llevan décadas trabajando en la zona no
esconden su sorpresa ante la “novedosa” forma de actuar de los ejércitos:
“No está claro que deban ser los ejércitos los primeros en hacer ayuda
humanitaria; estamos ante una cuestión tremenda de la que vamos a tener
que hablar, porque había unos organismos que eran las ONG's que se supone
que prestan ese socorro y resulta que ahora son los soldados. Hay que
replantearse esta esquizofrenia”, aseguró Alberto Soteres en el diario ABC
–16 de enero de 2005-02-15
Los Estados Unidos han desplegado allí más de quince mil soladados
repartidos entre los portaviones Abraham Lincoln y Bonhomme-Richard, que
llegaron junto a otros veinte buques de guerra, seis barcos de transporte,
cuarenta y seis helicópteros y un hospital naval. Por su parte, el
principal aliado norteamericano, el Reino Unido, envió a la zona treinta y
un barcos, veinte helicópteros y cuatro aviones. ¿A qué se debe tan
monstruoso desplazamiento de tropas? Lógicamente, la opinión pública
Indonesia mostró su disconformidad. No obstante se trata del país de
mayoría musulmana más poblado del mundo y en su población anida un
profundo sentimiento antiamericano. Sin embargo, el gobierno es, para los
dirigentes de Washington, un tradicional aliado en la zona. De hecho, a
finales de 2001, George Bush decidió ayudar militarmente al desarrollo
militar de Indonesia. Como consecuencia de ello entrega a Yakarta
dieciocho millones de dólares anuales para la compre de material bélico
norteamericano. A cambio, Indonesia debe permitir que sean instructores
militares estadounidenses los que formen en técnicas de combate a los
soldados locales, al tiempo que se le exige al país asiático mantener bajo
control a los grupos radicales islamistas. En la actualidad, la ayuda
norteamericana se estaba traduciendo en una enorme y manifiesta
superioridad indonesia frente a los islamistas en la Banda Aceh, en donde
estos guerrilleros locales luchan por su independencia. Precisamente, en
esa región el Tsunami dejó más de 120.000 víctimas.
Tropas en Asia, ¿maniobras estratégicas?
¿Qué se esconde tras el envío masivo de “tropas humanitarias” a Indonesia?
No pocos señalan que son razones puramente estratégicas. Por un lado, se
considera importante “lavar” la negativa imagen que el ejército se ha
granjeado a nivel mundial tras las atrocidades de Irak. Pero por otro, los
ideólogos estratégicos de Estados Unidos llevan años intentando que el
sureste asiático se convierta en un enclave ocupado por una importante
cantidad de tropas militares.
Quizá por ello el aviso de que se acercaba una tragedia a las costas de
aquellos países quedó sumergido en un agujero negro...
Bruno Cardeñosa
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