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TOLERANCIA Y VALENTÍA
Equilibrio
entre tolerancia y valentía. El equilibrio es la base para la armonía en
todos los aspectos de la vida: en el universo, en la naturaleza, en el
entorno, en la sociedad, en la familia e incluso en el individuo. No
importa cuán bueno o beneficioso sea algo, si no lo entendemos y
sobrepasamos sus límites se convierte en algo que finalmente causa daño
(por ejemplo, la buena comida).
Muy a menudo tendemos a realizar un exceso de cosas y vamos a los
extremos; mantener un equilibrio requiere un claro entendimiento de
cuándo hacer algo y cuándo no hacerlo, cuando empezar y cuando parar. A
esto también lo llamamos la habilidad de discernir y de tomar
decisiones, que es la tarea de nuestro intelecto. Un intelecto claro
tiene objetividad y nos da una amplia perspectiva en nuestra actitud
hacia los demás y las situaciones, de esta forma uno puede fácilmente
mantener este equilibrio interior y exterior. Por ejemplo, el equilibrio
entre tolerancia y valentía. Todos sabemos lo importante que es la
virtud de la tolerancia, que tan a menudo es necesaria en nuestra vida
diaria para evitar conflictos y para permanecer en paz con nosotros
mismo.
Con tolerancia somos capaces de aceptar las diferencias que existen y no
tenemos miedo de ellas. La tolerancia viene del entendimiento de que
cada persona es como un actor que representa su papel propio e
individual y de comprender que yo tengo que representar mi propio papel
lo mejor que pueda. La tolerancia nos capacita a aprender de cada
situación, incluso aunque parezca muy negativa, ya que mediante la
tolerancia aprendemos a no reaccionar negativamente, permitiéndonos así
ver el beneficio que está escondido en esa pérdida. Sin embargo, si nos
excedemos en la tolerancia, entonces el resultado es que nos hacemos
apáticos, indiferentes, despreocupándonos de lo que sucede. La razón por
la que la tolerancia puede llegar a un extremo, es decir, a la
indiferencia, es debido a que no la hemos equilibrado con la valentía
(afrontar a los demás o las situaciones) y ser activo.
Muy a menudo es necesario que digamos nuestra opinión acerca de algo que
es erróneo pero por falta de confianza en nosotros mismos, un poco de
inseguridad o por tener miedo a la reacción de los demás, preferimos
mantener silencio y no hacer o decir nada. No hacer o no decir por miedo
a lo que los demás dirán eso no es tolerancia. Aunque es muy importante
que digamos nuestra opinión claramente sobre algo que no nos gusta o que
no estamos de acuerdo, aún así tenemos que poner atención que lo hagamos
con buenos sentimientos o por lo menos con ningún mal sentimiento o ego.
Ya que si la ira, la irritación o el odio están detrás de nuestras
palabras entonces la otra persona no escuchará, pensando que la queremos
corregir. Por eso, necesitamos ser capaces de ver el momento adecuado
para decir algo y también cómo decirlo de manera que pueda haber
comunicación. Si por ejemplo, alguien está enfadado con nosotros e
intentamos en ese momento decirle que lo está haciendo mal, entonces es
imposible hacerle comprender. Es más sabio esperar el momento adecuado
cuando la persona esté calmada y entonces hablarle sin malos
sentimientos. Ya que tolerancia no significa aceptarlo todo a ciegas,
sino por el contrario, entender y cambiar lo que puedo y aceptar lo que
no puedo cambiar.
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