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TOLERANCIA
Se refiere a la comprensi ón
de percibirse y percibir al resto de las criaturas como un producto de la
evolución y, por ello, sometidos a un proceso aún imperfecto. Esta visión da
una correcta medida tanto de capacidades como de actitudes, y sitúa el nivel
de exigencias sobre nosotros mismos y sobre los demás en una perspectiva más
justa y lejos de las expectativas fantásticas
con las que habitualmente funcionamos.
La tolerancia permite
comprender y respetar las propensiones, los temperamentos y diversidad de
las otras personas. Es un signo de fortaleza, de inteligencia y de seguridad
en uno mismo. Toda relaci ón
humana debe basarse en la espiritualidad, y no es el mejor camino saturar
ninguna relación de desprecios, exigencias, sospechas, chantajes emocionales
y discusiones nacidas de creencias, de la búsqueda egoísta de placer, de la
hostilidad y del rencor. La tolerancia es la aceptación de la diversidad de
opinión, social, étnica, cultural y religiosa. Es la capacidad de saber
escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de entender y
posicionarse en la Vida, siempre que no atenten contra los derechos
fundamentales de la persona... La tolerancia, si es entendida como respeto y
consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los
demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud
de aceptación del legítimo
pluralismo, es a todas luces una virtud de enorme importancia.
Ese respeto a la diferencia
tiene un matiz pasivo y otro activo. La tolerancia pasiva equivaldr ía
al “vive y deja vivir”, y también a cierta indiferencia. En cambio, la
tolerancia activa viene a significar solidaridad, una actitud positiva que
se llamó desde antiguo benevolencia. Los seres humanos deben estimarse como
hermanos y conciudadanos, porque el hombre debe ser algo sagrado para el
hombre. Su propia naturaleza pide el respeto mutuo, porque ella nos ha
constituido parientes al engendrarnos de los mismos elementos y para un
mismo fin. Nuestras manos han de estar dispuestas a ayudar, pues sólo nos es
posible vivir en sociedad. Nos sucede algo muy parecido a lo que ocurre en
arquitectura con el abovedado, que si unas piedras no se sostuvieran a
otras, si no se aguantan por este apoyo mutuo, se desplomaría. La
benevolencia nos enseña a no ser altaneros y ásperos, nos enseña
que una persona no debe servirse de otra persona, y nos invita a ser afables
y serviciales en palabras, hechos y sentimientos.
La tolerancia es un regalo
desde los primeros a ños
de la Vida. El mundo sueña con la tolerancia desde que es mundo, quizá
porque se trata de una virtud que brilla a la vez por su presencia y por su
ausencia. Se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de
practicar, y muy difícil
de explicar.
Se debe tolerar algo siempre
que, de no hacerlo, se estime que ha de ser peor el remedio que la
enfermedad. Se debe permitir un mal cuando se piense que impedirlo provocar á
un mal mayor o impedirá un bien superior. Ahí entra en juego nuestro
discernimiento. Defender una doctrina, una costumbre, un dogma, implica casi
siempre no tolerar su incumplimiento. Con este concepto entendemos
claramente que la verdad siempre surge desde la individualidad y que las
verdades generalistas sólo nos llevan a un camino de confusión.
Hay que ejercer la tolerancia,
pero no todo puede tolerarse. Compaginar ambas evidencias es un arduo
problema. Es dif ícil
de precisar los límites entre lo tolerable y lo intolerable. De nuevo, y
como en casi todos nuestros acontecimientos diarios, debemos beber en la
fuente de la sencillez, ella será la encargada de otorgarnos el
discernimiento que nos dé la inspiración
para el obrar.
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