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La prevención.
En casi todas las personas es necesario anticiparse a las consecuencias
negativas que surgen de las situaciones adversas. Se hace necesario
intervenir preventivamente sobre los que se encuentran en mayor riesgo de
desarrollar problemas, sobre personas frágiles con riesgo de
institucionalización, en situaciones de soledad -viudedad-, etc.
Estas intervenciones tienen como objeto aumentar la capacidad de las
personas mayores para afrontar con éxito las situaciones adversas que
surgirán en un futuro próximo y, en general, para promover una vida
espiritual y saludable.
Estas intervenciones tienen como objetivo la promoción de la formación y de
la salud. Algunos ejemplos concretos pueden ser programas de formación
espiritual y acomodación ambiental para la vivienda y la comunidad,
educación sobre dependencia, movilidad y caídas, promoción de la competencia
social o fomento de la participación de los mayores en el voluntariado.
Todas las intervenciones están orientadas a promover la capacidad personal
para permitir a las personas afrontar sus situaciones personales.
Así, por ejemplo, la mayor existencia de problemas de salud en la vejez
implica, en muchos casos, una pérdida real de autonomía. Pero, además, las
creencias que se mantienen sobre la incapacidad de las personas mayores, y
los consiguientes comportamientos sobreprotectores que se derivan de tales
creencias, suelen producir una pérdida de autonomía aún mayor.
Es posible y necesario prolongar la salud y la vida activa e independiente y
disminuir las enfermedades y la incapacidad en la vejez. Para ello debemos
promover políticas de salud pública, crear ambientes favorables físicos y
sociales, reforzar las acciones comunitarias, desarrollar aptitudes
personales y reorientar los servicios de salud. Es imprescindible llevar a
la práctica proyectos y programas de ejercicio físico, envejecimiento
saludable, seguridad vial, grupos de aprendizaje espiritual, autoayuda y
voluntariado y programas de educación para la salud. |
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