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EL PENSAMIENTO
¿Por qué buscamos algo que nos haga felices?, ¿Por qué buscamos la verdad?
Para la mayoría de nosotros el buscar
algo es un modo de eludir lo existente. Debemos pues, aclarar muy bien
para nosotros mismos, si esta búsqueda de la verdad, o de Dios, es una
escapatoria o si es la búsqueda de la verdad en todo: en nuestras
relaciones, en el valor de las cosas, en las ideas. Si sólo buscamos a
Dios porque estamos cansados de este mundo y de sus miserias, se trata de
una escapatoria. Entonces creamos un dios, que por lo tanto no es Dios,
evidentemente. Es una maravillosa evasión. Pero si tratamos de encontrar
la verdad, no en una serie exclusiva de acciones sino en todas nuestras
acciones, ideas y relaciones, si buscamos la verdadera valoración del
alimento, el vestido y del albergue, entonces, la encontraremos. Entonces
no será una evasión. Pero si estamos confusos con respecto a las cosas de
este mundo –alimento, vestido, vivienda, relaciones e ideas- ¿cómo
podremos encontrar la realidad? Sólo podremos inventar una "realidad".
Dios, la verdad o la realidad, no pueden ser conocidos por una mente que e
halla confusa, condicionada, limitada.
¿Cómo puede pensar en la realidad, Dios, o lo que sea una mente
condicionada?
La mente primero tiene que "descondicionarse". Tiene que liberarse de sus
propias limitaciones, de su condicionamiento.
El
condicionamiento de la mente le es impuesto interior y exteriormente, y
mientras la mente engendre discordia, conflicto en la vida de relación, no
podrá conocer la realidad. De modo que si uno ha de conocer la realidad, la
mente tiene que estar en calma; pero si a la mente se la obliga, se la
disciplina para que se calme, esa calma es en sí misma una limitación, mera
autohipnosis. La mente sólo llega a calmarse y a liberarse cuando comprende
los valores que la rodean.
Para
comprender, pues, aquello que es lo más elevado, lo supremo, lo real,
debemos empezar muy bajo, muy cerca; es decir, tenemos que descubrir el
valor de las cosas, de las relaciones y de las ideas con las cuales nos
ocupamos a diario.
¿Cómo se puede buscar la
realidad?
Puedes inventar una "realidad", puedes copiar, puedes imitar y como has
leído tantos libros, puedes repetir la experiencia de los demás. Pero eso,
por cierto, no es lo real. Para experimentar lo real, la mente debe dejar de
crear; porque cualquier cosa creada por ella sigue dentro del cautiverio del
tiempo y del pensamiento. El problema no consiste en saber si hay o no Dios,
sino en cómo podrá el ser humano descubrir a Dios, y si el ser humano en su
búsqueda se desprende de todo, inevitablemente encontrará esa realidad. Pero
tiene que empezar con lo que está cerca, no por lo que está lejos. Es obvio
que para ir lejos hay que empezar cerca. Pero la mayoría de nosotros desea
especular, lo cual es una escapatoria muy cómoda. Por eso, las religiones
ofrecen tan maravilloso narcótico a la mayoría de la gente. De suerte que la
tarea de desenredar la mente de todos los valores que ha creado, es en
extremo ardua. Y como nuestra mente está fatigada, o somos perezosos,
preferimos leer libros de filosofía o religión y especular acerca de la Vida
y de Dios; pero eso, a buen seguro, no es el descubrimiento de la realidad.
Realizar, realizarse como persona es "vivenciar", no imitar.
¿Puede la mente dejar de crear y así percibir la realidad?
Para comprender esta
cuestión no debemos mirar en los libros, miremos dentro de nosotros mismos.
Cuando decimos que estamos pensando lo que hacemos es reaccionar.
Reaccionamos mediante nuestro recuerdo del pasado.
La
memoria es la experiencia, el almacenamiento de la experiencia de ayer, ya
sea colectiva o individual. La experiencia de ayer es recuerdo. La respuesta
de la memoria a un estímulo se llama pensar.
Cuando el pensador piensa, crea, y lo que él crea no es lo real. Todo el
proceso del pensamiento, que incluye al pensador tiene que terminar, lo cual
significa que el pensador tiene que cesar. Debemos comprobar por nosotros
mismos que cuando cesa el pensamiento el pensador desaparece, deja de
existir, y sólo entonces encontraremos la realidad.
¿Quién debe poner
término al pensador y al pensamiento? ¿Cómo liberar al pensador de sus
pensamientos?
La resistencia al pensamiento, reprimir todo pensar, sigue siendo una forma
del pensamiento; por lo tanto, el pensador continúa, y así jamás podrá
hallar la verdad. ¿Qué ha de hacer pues? Esto es muy serio y requiere
sostenida atención. Si el pensador hace un esfuerzo para comprender la
realidad, sigue manteniendo el proceso del pensamiento.
Todo
lo que puede hacer una persona es darse cuenta de que cualquier esfuerzo
positivo o negativo de su parte es perjudicial. Tiene que ver la verdad al
respecto, y no simplemente comprenderla verbalmente. Debe ver que no puede
actuar, porque cualquier acción de su parte mantiene al actor, lo alimenta.
Todo esfuerzo de su parte vigoriza al "yo", al actor, al experimentador.
Todo lo que él puede hacer, pues, es no hacer nada. Hasta el deseo, positivo
o negativo, sigue siendo parte del pensar. El ser humano debe ver que
cualquier esfuerzo que haga es perjudicial para el descubrimiento de la
verdad. Este es el primer requerimiento.
Si yo
quiero comprender, tengo que estar completamente libre de prejuicio y no
puedo hallarme en ese estado cuando hago un esfuerzo, positivo o negativo.
Ello es arduo en extremo. Requiere un sentido de pasiva y atenta percepción,
en la que no se realiza esfuerzo alguno. Sólo entonces puede surgir la
libertad.
La
mente sólo puede moverse en el campo de lo conocido y mientras ella se mueva
dentro de ese ámbito, jamás podrá conocer lo desconocido. La realidad es lo
desconocido, aquello que es lo conocido no es lo real. Para librarnos de lo
conocido, cualquier esfuerzo es perjudicial, porque el esfuerzo sigue
perteneciendo a lo conocido. Así que nuestro problema consiste en liberar a
la mente de lo conocido. Todo esfuerzo, pues, debe cesar. ¿Alguna vez has
procurado no esforzarte? Si yo comprendo que todo esfuerzo es inútil, que
todo esfuerzo es una nueva proyección de la mente, del "yo", del pensador,
si percibo la verdad a ese respecto, ¿qué ocurre? Si yo veo bien claramente
el rótulo "VENENO" en una botella, no la toco. No hace falta esfuerzo alguno
para no ser atraído por ella. De un modo análogo – y en este estriba la
dificultad mayor- si me doy cuenta de que todo esfuerzo por mi parte es
perjudicial, estoy libre de esfuerzo. Todo esfuerzo de nuestra parte es
perjudicial, pero no estamos seguros porque deseamos un resultado, una
realización, ahí está nuestra dificultad. Seguimos, por lo tanto, luchando y
luchando. Pero Dios, la verdad, no es una recompensa, una finalidad. Tiene
ciertamente que venir a nosotros; nosotros no podemos ir hacia ella. Si
hacemos un esfuerzo para ir hacia ella, buscamos un resultado. Mas para que
surja la verdad, el ser humano debe ser pasivamente perceptivo. La
percepción pasiva es un estado en el que no hay esfuerzo. Consiste en ser
perceptivo sin juzgar, sin optar, no en algún sentido fundamental, sino en
todas las maneras; en darse cuenta de sus actos, de sus pensamientos, de sus
respuestas relativas, sin opción, sin condenación, sin identificarse ni
negar, para que la mente empiece a comprender todo pensamiento y toda
acción, sin juzgar. Esto induce a averiguar si puede haber entendimiento sin
pensamiento.
Pero
sin indiferencia. La indiferencia es una forma de juzgar. Una mente
embotada, una mente indiferente, no es perceptiva. El ver sin juzgar, el
saber exactamente lo que ocurre es la atenta percepción. Es, pues, inútil
que busquemos a Dios o la verdad, sin ser perceptivos ahora, en el presente
inmediato. Es mucho más fácil ir a un templo, pero ésa es una huida a los
dominios de la especulación. Para comprender la realidad, debemos conocerla
directamente, y es obvio que la realidad no pertenece al tiempo ni al
espacio. Ella está en el presente, y el presente es nuestro propio
pensamiento y acción.
***
Todo pensamiento es parcial.
Nos
damos cuenta de que estamos condicionados. El analizar, el pensar sobre un
problema es ejercer la fuerza para romper con algo.
Limitémonos a ver el problema, no preguntemos cuál es la respuesta, la
solución. El hecho es que estamos condicionados y que todo pensar destinado
a comprender este condicionamiento será siempre parcial; por lo tanto, jamás
hay una comprensión total. Y sólo en la comprensión total del proceso
íntegro del pensar hay libertad. La dificultad está en que siempre estamos
funcionando dentro del campo de lamente, del pensamiento y, vemos que
siempre es parcial.
Para liberar la mente de todo condicionamiento, debemos ver la totalidad de
éste sin que intervenga el pensar. Esto es ser libre con respecto al "yo".
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