Los padres deben comprender la clase de educación que una escuela de estas
características se propone impartir. Por lo general, se satisfacen con ver
que sus hijos se preparan para obtener algún título que les asegure buenos
medios de vida. Muy pocos se interesan en algo más que esto. Desde luego,
desean ver a sus hijos felices, pero más allá de este vago anhelo, muy pocos
piensan en el desarrollo total de los niños. Como casi todos los padres
ansían, por encima de cualquier otra cosa, que sus hijos tengan una carrera
de éxito, los fuerzan con amenazas o les intimidan afectuosamente para que
adquieran conocimientos, y así es como el libro se vuelve tan importante;
esto va acompañado por el mero cultivo de la memoria, por la mera
repetición, sin que tras ello exista la calidad de un verdadero pensar.
Pero quizás, la mayor dificultad que debe afrontar el
educador es la indiferencia de los padres a una educación más amplia y
profunda. La mayoría de ellos se interesa solamente en el cultivo de algún
conocimiento superficial que asegure a sus hijos posiciones respetables en
una sociedad corrupta. Así que el maestro no sólo ha de educar a los niños
del modo correcto, sino también ha de ver que los padres no deshagan lo que
de bueno pueda haberse hecho en la escuela. En realidad, la escuela y el
hogar deben ser centros unidos para intentar ofrecer a los niños la
educación correcta; de ninguna manera se han de oponer entre sí, con los
padres deseando una cosa y el educador haciendo algo por completo diferente.
Es muy importante que los padres sean plenamente informados de lo que el
educador está haciendo y se interesen vitalmente en el desarrollo total de
sus hijos. Es tanto responsabilidad de los padres ver que esta clase de
educación sea llevada a la práctica, como de los maestros, cuya carga ya es
suficientemente pesada.
Un desarrollo total del niño sólo puede producirse cuando
existe la correcta relación entre el maestro, el estudiante y los padres.
Como el educador no puede ceder a determinadas fantasías o exigencias de los
padres, es necesario que éstos hagan un esfuerzo, de modo que comprendan al
educador y cooperen con él, sin generar conflicto y confusión en sus hijos.