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El
nuevo Imperio
Nos hallamos ante un sistema mundial imperial.
Pero no se trata de un imperio en el sentido tradicional del término. El
nuevo Imperio no es un imperio institucionalizado, fundado y reconocido como
tal. Carece de instituciones políticas, de moneda, de justicia, de
ciudadanía, no existen leyes imperiales que se impongan a los que se
integran en el actual sistema de dominación planetaria. Pero a la vez,
utiliza todo lo establecido por él mismo para dominar. Es un Imperio
oligopolítico, basado en el poder de unas fuerzas económicas imperiales –las
multinacionales, las organizaciones internacionales, los gobiernos más
poderosos- que ejercen una hegemonía absoluta.
El Poder
dirige y coordina las fuerzas económicas y políticas y hace de su Imperio un
sistema tirano de dominio. Por una parte mediante la creación de las
organizaciones internacionales –Fondo Monetario Internacional, Organización
Mundial del Comercio, Banco Mundial, etc.- o las empresas transnacionales;
por otra, mediante al predominio prácticamente total que lo económico ejerce
sobre lo político. Las opciones políticas y estratégicas de los Estados
están dirigidas y condicionadas por el Imperio. No pueden ir a “contra
corriente” de las directrices imperiales sin sufrir enfrentamientos
radicales con sus fuerzas. La cuestión de la “Democracia”, es decir, del
modo de funcionamiento interno de los Estados, también está estructurada de
antemano por los agentes del Poder.
Para
el Imperio no existen fronteras geográficas, sino sistémicas. La Democracia
debe favorecer la libertad de circulación de los capitales, posibilitar la
economía “abierta”, subordinar la actividad de las personas y de las
comunidades a los intereses del Imperio. La “Democracia” liberal mercantil
pertenece al ámbito interno del sistema imperial. Y se vuelve “ilegítima” si
pretende sobrepasar las fronteras del sistema.
El Imperio no
se opone abiertamente a la institución de la Democracia, a los principios
que constituyen el Estado de derecho. Pero, en realidad, mediante el
desarrollo de diferentes mecanismos el Imperio reduce progresivamente al
Estado a su función de vigilancia represiva de la sociedad, llevándole a
dominar por la fuerza cuando lo cree oportuno.
En los países
desarrollados, los más modernos mecanismos de represión que despliega el
Imperio tienden a limitarse en lo posible a esos lugares de poder que son,
por ejemplo, la Bolsa y sus índices –CAC 40, Dow Jones, etc.-, las redes de
altos funcionarios que transitan regularmente de la esfera pública a la
privada y viceversa, los partidos políticos que definen las orientaciones de
sus programas en función de los grupos económicos con los que está
relacionados… Y todo ello se desarrolla, al menos en los países
desarrollados, respetando la legalidad administrativa instituida por el
Estado de derecho. Por poco que se reflexione se puede apreciar con claridad
que el secreto de la implantación y de la permanencia del Imperio actual se
encuentra en su carácter “democrático”.
Un aspecto del
Poder es que despliega en todo el planeta un sistema imperial mercantil.
Este Sistema organiza en toda la Tierra las relaciones entre los seres
humanos, los pueblos, las sociedades y las culturas según sus intereses. Las
relaciones comerciales tratan de los intercambios de bienes, la
transferencia de tecnología, la distribución de los lugares de producción
industrial, la especulación monetaria mundial, pero la dominación del Poder
se encuentra en casi todas las formas de relación humana. El Poder hace que
todo gire sobre el intercambio mercantil y que ésta constituya la principal
característica del Nuevo Orden Mundial. Hoy en día, incluso esferas tan poco
“mercantilizables” como el amor, la actividad humanitaria o la solidaridad
terminan por insertarse en el sistema mercantil. El valor de cambio todo lo
invade, y cada vez hay menos actividades desprovistas de cálculo de
rentabilidad.
El Imperio no
se reduce a la agresiva estrategia de Estados Unidos. Este país es, sin
duda, la mayor potencia del planeta, domina al resto de los pueblos, se ha
dotado de los medios para defender y aumentar su dominación, no duda en
recurrir a lo que sea –incluida la amenaza del terror armado o la invasión
militar- para reinar en solitario y según sus mezquinos intereses. Sin
embargo, por sí solo, no constituye el Imperio. No es más que su columna
vertebral. El cuerpo del Imperio lo constituye la cerrada y compleja red que
componen las élites transnacionales del capitalismo globalizado, alimentada
por los mecanismos de circulación de bienes, capitales y servicios. El
sistema imperial mercantil engloba tanto a EE.UU. como a Japón y la Unión
Europea.
La estructura
del Imperio está formada por esta tríada, que sólo incluye al 13 % de la
población de la Tierra, pero que produce cerca de las tres cuartas partes de
la riqueza mundial. Los principales flujos económicos –financieros,
comercias y de servicios- circulan en el seno o a partir de estas tres
regiones, y su presencia en esos tres mercados es a la vez condición
necesaria para su supervivencia.
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