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INTREPIDEZ
Intr épido
es quien no necesita aferrarse a puntos de vista ni a opiniones, quien
mantiene su mente abierta y su conducta tolerante ejerce el respeto hacia
toda criatura sensible. Esta persona vive consciente y en armonía, obra
apropiadamente, no se recrea contemplando los errores o desgracias propias o
ajenas y sabe compartir con generosidad sus bienes. Trabaja para superar la
ofuscación y comprender y transformar los estados perniciosos de su mente,
habla con cordura y, en la mayoría de los casos, con amabilidad. Es firme,
pero no arrogante; es manso, pero no pusilánime. Confía en la moral, pero no
en la ética convencional. Se hace responsable de sus actos y asume las
consecuencias de los mismos. Valora el sosiego y la paz interior. Hay que
ser muy intrépido para vivir, en un mundo como este, atento y lúcido;
para, en una sociedad orientada hacia la codicia, mantenerse desapegado.
No es intr épido
el hostil, el agresivo, el que intenta imponerse por la fuerza, el que con
su odio crea toda suerte de enemigos, el que manipula, explota y somete. No
es intrépido el que acepta riesgos inútiles o, menospreciando su vida, se la
juega o necesita de sensaciones tan “fuertes” que se pone en peligro o pone
en peligro a los demás. No, éste únicamente es mezquino, cobarde y brutal.
Dejarse conducir por inclinaciones de hostilidad o destrucción es fácil, no
requiere ninguna intrepidez. Ser consciente y obrar adecuadamente,
reorientar las energías
vitales hacia lo constructivo, eso es verdadera intrepidez.
No es intrepidez no tener
miedo, sino saber afrontarlo y tratarlo si llega el caso. Normalmente, el
que nunca tiene miedo no es un intr épido,
sino un inconsciente. El miedo surge ante una amenaza y es una respuesta
defensiva que ayuda a sobrevivir. La intrepidez se alimenta con
determinación y motivación, pero la persona espiritual no tiene la falsa
expectativa de que puede llegar a no tener miedo de nada, sino la visión
clara de que en el miedo cabe la intrepidez y que incluso el miedo, bien
tratado, nos hace más intrépidos,
sagaces y diestros. La intrepidez surge cuando se vive espiritualmente, pues
innumerables temores y condicionamientos del ego se deben ir superando.
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