La correcta combinación de los alimentos tiene una importancia decisiva para
la buena digestión y metabolización. Sin una digestión completa, el cuerpo
no puede extraer ni asimilar bien los nutrientes ni siquiera de los más
saludables alimentos. Además, la digestión incompleta y la insuficiente
metabolización son las causas principales de la acumulación de grasas y
colesterol en el cuerpo.
Una dieta baja en calorías
pero compuesta por alimentos sometidos a una excesiva cocción, elaborados y
mal combinados, seguirá engordándonos y dejando depósitos pegajosos en
nuestras arterias, del mismo modo que una incorrecta mezcla de combustibles
deja depósitos de carbonilla en las bujías de un motor, atasca los pistones
y produce gases de escape malolientes. Por otra parte, si los alimentos se
combinan correctamente, no importa cuántas calorías ni cuánto colesterol
contengan, porque no nos harán engordar ni obstruirán las venas ni los
órganos, especialmente si al menos la mitad de nuestra dieta cotidiana está
compuesta por alimentos crudos.
Cuando se siguen las normas de
la trofología, no hace falta llevar un fanático control de la dieta, no hace
falta contar calorías ni hace falta preocuparse por el colesterol. Debemos
tener también en cuenta que no existe cosa tal como un alimento que tenga un
100 por cien de proteínas o un 100 por cien de hidratos de carbono. Lo que
cuenta es si las proteínas o los hidratos de carbono constituyen el
principal elemento nutritivo de un alimento determinado. En términos
generales, si un alimento contiene un 15 por ciento de proteínas, o más, se
lo considera “alimento proteínico”, mientras que un 20 por ciento o más de
hidratos de carbono lo hace corresponder a dicha categoría.
Al combinar distintas clases
de alimentos, no tiene mucha importancia que una comida a base de hidratos
de carbono incluya una pequeña cantidad de proteínas, o viceversa, sobre
todo si se acompaña con abundantes verduras crudas que proporcionan enzimas
activas y masa fibrosa.
Existen muchísimos alimentos
sanos con los que componer una comida saludable sin necesidad de recurrir a
alimentos elaborados y refinados artificialmente. Lo ideal sería consumir
una sola clase de alimento en cada comida. Basta echar una mirada a la
naturaleza para darse cuenta. Los animales carnívoros jamás consumen
sustancias feculentas con la carne, aunque favorecen su digestión y de vez
en cuando se purgan ingiriendo hierbas silvestres dotadas de propiedades
medicinales.
Los observadores de aves hace
siglos que vienen comprobando que los pájaros comen insectos y gusanos a
cierta hora del día, y bayas y semillas en otro momento, pero nunca a la
vez. ¿Por qué ha de suponer el ser humano moderno que su aparato digestivo
es tan distinto al de todas las demás especies?
Aunque la dieta tradicional
china se basa fundamentalmente en el arroz, un atento examen de los hábitos
alimenticios chinos demuestra que, hasta mediados del siglo XX, el arroz se
consumía según las leyes de la trofología. Así, por ejemplo, cuando las
familias chinas comen en casa, en sus platos abundan las verduras frescas y
los derivados de la soja, y escasea la carne. Cuando los chinos salen a
darse un banquete en el restaurante, no suele servirse arroz, con el
deliberado propósito de que no perjudique la digestión de todas las carnes,
pescados y aves que siempre aparecen en los menús de fiesta. Hoy en día,
empero, las modernas costumbres han alterado estos saludables hábitos
alimentarios entre los chinos urbanos, para gran perjuicio de su salud y
longevidad.
Allá en los años 20, antes de
que el mundo moderno hubiera influido mucho en el modo de vida chino,
científicos occidentales realizaron un profundo estudio comparativo entre
los hábitos alimentarios de chinos y norteamericanos. Las regiones
estudiadas estaban situadas en el centro y en la costa de China, en zonas
rurales donde la forma de vida tradicional y los hábitos alimentarios no
habían variado mucho en el curso de los siglos, pero donde una paz y
prosperidad relativas permitían todas las posibilidades en la elección de
alimentos.
El estudio reveló que el chino
medio obtenía hasta el 90 por ciento de su energía alimenticia a partir de
cereales y productos derivados, con sólo un uno por ciento de origen animal
y el resto de productos vegetales frescos. Una combinación de un 90 por
ciento de hidratos de carbono y un uno por ciento de proteínas,
complementada con las enzimas y la fibras de las frutas y verduras frescas,
representa casi la más perfecta combinación dietética que puede lograrse en
la práctica.
El mismo estudio se centró a
continuación en los hábitos alimentarios norteamericanos, con resultados
muy reveladores: un 39 por ciento de la energía alimenticia del
norteamericano medio procedía de los cereales, un 38 por ciento de productos
animales, y la mayor parte del 23 por ciento restante procedía de azúcares
refinados. Las frutas y verduras apenas representaban una minúscula porción
de la dieta norteamericana. Desde un punto de vista trofológico, resultaría
difícil concebir un régimen peor equilibrado. Y, según los resultados del
experimento del Dr. Pottenger con los gatos, el perjuicio de estas dietas
desnaturalizadas puede transmitirse a las sucesivas generaciones.
Examinemos de cerca la Típica
Comida Norteamericana que está propagando los problemas digestivos y
metabólicos por todos los países del mundo gracias a las cadenas
internacionales de comida rápida. Esta típica comida norteamericana se
compone de una hamburguesa con queso, acompañada de patatas fritas y regada
con un batido de leche o un refresco dulce a base de cola. La hamburguesa
con queso combina dos clases distintas de proteínas concentradas, la carne y
el queso. Encima se añade un gran panecillo esponjoso de harina blanca
sumamente refinada, o sea, fécula pura. Luego viene una gran bolsa de
patatas muy fritas, que contienen nuevas féculas concentradas más la grasa
de haber sido fritas en aceite quemado. Y finalmente este disparate se
engulle con un gran batido muy helado, añadiendo leche pasteurizada a las
proteínas, las féculas y las grasas, además de varias cucharadas de azúcar
blanco refinado para acabar de atascar completamente las tuberías.
Romper una o dos leyes de la
trofología en una sola comida ya es bastante malo, pero es que la Típica
Comida Norteamericana rompe por lo menos seis. No es de extrañar, pues, que
según un reciente estudio sanitario de ámbito nacional, realizado en los
Estados Unidos y divulgado por un boletín de Associated Press en julio de
1986, el 49 por ciento de la población se quejara de dolores estomacales
crónicos y diarios, molestias gastrointestinales, estreñimiento y otras
perturbaciones del aparato digestivo.
La situación dietética en el
mundo occidental es mucho más grave de lo que ninguna autoridad sanitaria de
ningún gobierno está dispuesta a admitir. Y ello se debe en gran medida a
que la industria alimentaria se ha convertido en uno de los mayores y más
poderosos negocios del mundo occidental, sobre todo en los Estados Unidos,
donde la industria de los alimentos elaborados está representada por uno de
los más poderosos grupos de presión de Washington. La Food and Drug
Administration (FDA, o “Administración de Medicamentos y Alimentos”,
agencia del gobierno), a la que le corresponde decidir qué alimentos pueden
ser comercializados, se compone básicamente de burócratas profesionales, no
de científicos nutricionales, y no realiza ningún tipo de pruebas
científicas.
En vez de hacerlas, basa sus
decisiones en las pruebas e informes que aportan las mismas compañías que
desean lanzar al mercado un producto alimenticio nuevo. La leche natural
certificada es ahora ilegal en la mayoría de los estados, y los tiempos en
que la gente podía acudir a un mercado al aire libre para comprar productos
frescos (como sigue haciéndose en Asia y en gran parte de Europa) pertenecen
ya al pasado.
Así es cómo los
norteamericanos siguen padeciendo una de las mayores incidencias mundiales
de enfermedades cardíacas, cánceres, trastornos digestivos y otras dolencias
mortales. Los hechos son los hechos, conque vamos a echar una ojeada a los
siguientes (y sorprendentes) hechos sobre la dieta y la desnutrición en los
Estados Unidos, compilados por científicos médicos norteamericanos y
publicados por el American Journal of Clinical Nutrition en su edición de
marzo/abril de 1958.
Un minucioso estudio
comparativo entre la dieta y la salud de los mendigos de la India y los en
apariencia saludables adolescentes norteamericanos reveló que en la India
el consumo medio de calorías del mendigo típico era inferior a la mitad del
consumo diario medio del norteamericano típico. A pesar de ello, sólo un
6,25 por ciento de los mendigos mostraban algún síntoma de desnutrición,
mientras que un apabullante 75 por ciento de los adolescentes
norteamericanos presentaba síntomas de desnutrición grave. Sólo un 1,25 por
ciento de los mendigos de la India padecía de caries dental, frente a más de
un 90 por ciento de los jóvenes norteamericanos. Conclusión: el típico
mendigo de la India obtiene mayor salud de su menguada dieta que el
adolescente norteamericano medio de la suya, tan “rica”.
Un estudio comparable en
México arrojó resultados semejantes. La edición de septiembre de 1951 de
Harper's Magazine publicó los resultados de un estudio a largo plazo sobre
los hábitos dietéticos de los campesinos mexicanos, dirigido por el Dr.
Robert Harris del Instituto de Tecnología de Massachussetts. Según este
informe, para gran sorpresa de los investigadores, estos mexicanos sumidos
en la pobreza presentaban menos síntomas de deficiencias debidas a la
desnutrición que los escolares de Michigan... El análisis de todos sus
alimentos realizado por el grupo del Dr. Harris demostró que los otomis
(indios que habitan en el árido valle de Mesquital, al norte de la ciudad de
México), al igual que los habitantes de los suburbios de Ciudad de México,
obtenían cantidades casi adecuadas de todos los nutrientes, salvo
riboflavina. De hecho, su alimentación era decididamente superior a la del
ciudadano medio de las regiones estadounidenses de Boston y Nueva York.