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¿Existió realmente la piedra filosofal?
¿Existieron realmente
estas tres cosas? Para el espíritu científicamente racionalista, la Alquimia
no puede ser más que una enorme superchería que arrastró tras de su falsedad
a miles de espíritus, que quemaron sus vidas en pos del logro de un ideal
irrealizable. Y sustentan esta opinión en un hecho científicamente
indiscutible: el que los alquimistas emplearon medios puramente empíricos en
su labor: no buscaron, no investigaron, sencillamente tantearon, de una
forma instintiva y puramente irracional.
Es absurdo
tratar a la Alquimia de falsa por el hecho de ser acientífica... si se
desarrolló en un tiempo en el que precisamente la ciencia, tal y como la
entendemos hoy en día, era algo que no existía en absoluto. Los métodos
alquímicos, ciertamente, distan mucho de los frios, racionales y lógicos
métodos científicos actuales, pero no por ello dejaron de ser en multitud de
ocasiones completamente efectivos. La lista de los grandes descubrimientos
químicos realizados por los alquimistas sería interminable: Alberto Magno
describe en sus obras la composición química del cinabrio y del minio,
Raimundo Lulio dio la receta para la preparación del bicarbonato potásico,
Basilius Valentinus fue el descubridor de los ácidos sulfúrico y
clorhídrico, el alemán Brandt descubrió el fósforo, Vigenère hizo lo mismo
con el ácido benzoico, Paracelso fue el primero en descubrir el zinc, Juan
Baustista della Porta fue el primero en preparar el óxido de estaño.
Multitud de alquimistas descubrieron en su tiempo (y algunos de ellos
perecieron por su causa) la pólvora, en el curso de sus trabajos alquímicos.
Pero el alquimista trabaja sobre la nada, sin bases concretas sobre las que
sustentar su labor. Los alquimistas hacían las cosas de un modo puramente
empírico, buscando sus respuestas por unos medios tan completamente
distintos a los actuales que hoy los calificaríamos como aberrantes. Los
químicos de hoy, por ejemplo, se rigen por el análisis químico de sus
preparados; pero el análisis químico no surge hasta el siglo XVIII, por lo
que los alquimistas sólo podían guiarse por el cambio de apariencia y
coloración de sus materiales.
¿Estaban
equivocados los alquimistas en sus teorías? Según la ciencia clásica,
rotundamente sí. Por otro lado, los alquimistas habían desarrollado una
serie de complementos a sus creencias básicas que hoy nos son inaceptables:
los metales eran como las semillas, eran susceptibles de crecer,
desarrollarse y multiplicarse en determinadas condiciones, ¡poseían incluso
sexo!, el mercurio, como único metal líquido, era considerado como la matriz
en la que se gestaban los demás metales (y de ahí su amplio uso en
Alquimia)... Los razonamientos de los alquimistas, de todos modos, eran
dignos de ser tenidos en cuenta por su originalidad: las plantas,
argumentaban, no nacen de las plantas: no se puede hacer crecer un melón de
otro melón, sino de una semilla de melón. Los metales, por lo tanto, deben
nacer también de semillas de metales. ¿Y no puede considerarse acaso la
Piedra filosofal como una especie de semilla? En Alquimia, para obtener la
Piedra filosofal, en la última fase de la operación, hay que añadir unos
granos de oro a la mezcla. Esta operación es llamada "siembra".
La Alquimia se
vio completamente desacreditada por la avalancha de racionalismo que inundó
el siglo XVIII y siguientes. Hoy en día, sin embargo, algunas ramas de la
ciencia de vanguardia, principalmente la física atómica han redescubierto
con gran sorpresa la Alquimia. Los físicos atómicos descubren con estupor
que llegan a conseguir transmutaciones como las que los alquimistas decían
poder realizar en sus hornos. Eric Edward Dutt abtuvo rastros de oro en las
superficies de sus muestras metálicas tras someterlas a una descarga
condensada a través de un conductor de boruro de tungsteno; los rusos
obtendrían más tarde idénticos resultados usando potentes ciclotrones. El
agua pesada, ¿NO ES LO MISMO QUE EL "AQUA PERMANENS" DE LOS ALQUIMISTAS, CON
LA ÚNICA DIFERENCIA DE QUE LOS MODERNOS LABORATORIOS LA CONSIGUEN,
TRABAJANDO CON LUZ POLARIZADA (la luz de la Luna es luz polarizada) EN POCO
TIEMPO, MIENTRAS QUE LOS ALQUIMISTAS NECESITABAN PARA ELLO MÁS DE VEINTE
AÑOS? El agua pesada, los superconductores (que el físico obtiene a
temperaturas cercanas al cero absoluto), los elementos isotópicos... todos
tienen sus analogías en la antigua literatura alquimista. Tan sólo hay una
diferencia: el científico de hoy llega a sus resultados en poco tiempo
(pueden realizarse miles de ensayos en el poco tiempo de unas horas), con la
ayuda de complicados y costosos aparatos y dispendiando grandes cantidades
de energía. Los alquimistas, por su parte, usaban un reducido laboratorio de
cocina, unos medios casi insignificantes... pero tenían toda una vida por
delante.
Sea como
fuere, hay que aceptar que algunos relatos que han llegado hasta nosotros
sobre la obtención de la Piedra filosofal y la obtención del oro alquímico
son una realidad. Y no hablamos con ello de los alquimistas fraudulentos,
aquellos que utilizaban unos bien aprendidos trucos para engañar a los
incautos con falso oro y falsas Piedras filosofales, sino alquimistas
reconocidos por su honestidad. Más allá de las recetas que, como la mayor
parte de los grimorios, nos indican los "métodos infalibles de conseguir
oro, la juventud eterna, la invisibilidad, etc.", algunos alquimistas
afirman seriamente haber hallado el secreto de la Piedra filosofal. Hay
pruebas (aunque para muchos sean circunstanciales) de ello. Hay medallas
conmemorativas acuñadas en oro alquímico. Aunque todos estos alquimistas
hayan muerto llevándose su secreto a la tumba, estas pruebas han quedado. Y
sus relatos también.
El
homúnculo, aquí bajo la apariencia de Mercurio y con los símbolos del Sol y
la Luna, debía, según los alquimistas, ser concebido sin unión sexual.
Paracelso estaba convencido de la posibilidad de la creación del mismo, a
base de esperma y sangre. ¿No es ahí donde se encuentra el DNA?
La
"unión de los contrarios". El rey y la reina, símbolos de la virilidad y
la feminidad, el Sol y la Luna, y el día y la noche, se unen en un solo
cuerpo. El dragón encarna el principio de unificación, y la estrella
representa la Piedra Filosofal.
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