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ACEPAR LOS SENTIMIENTOS
Del trabajo espiritual surge el conocimiento y la aceptación de los propios
sentimientos. La espiritualidad se fundamenta en enfrentarse a los
acontecimientos como van viniendo, sin querer disfrazarlos ni ocultarlos con
banales interpretaciones intelectivas. También se basa en aceptar lúcida y
conscientemente los pensamientos, los sentimientos y las emociones que
broten en uno mismo, sin negarlos o enmascararlos, sino viéndolos como son y
tratando de potenciar los constructivos y de ir transformando o disipando
los nocivos mediante su conocimiento. La enfermedad no se desvanece porque
una persona no quiera verla y genere una red de autoengaños y
racionalizaciones a propósito de ella, sino viéndola, asumiéndola y poniendo
todos los medios a su alcance para poder superarla.
Demasiadas veces, para no querer asumir la Verdad ni los propios deseos,
inclinaciones, conductas, sentimientos o emociones, el ser humano recurre a
argumentaciones insustanciales con los que intenta engañarse a sí mismo y a
los demás, y cae en discursos y racionalizaciones patológicas que tratan de
enmascarar, justificar u ocultar lo que verdaderamente hay en él. Pero todo
aquello que no quiere verse se fortalece, y lo que se trata de ocultar se
hace más evidente. Este tipo de componendas se vuelven contra la persona, la
frustran en su proceso de maduración y alimentan sus tendencias neuróticas.
Los enredos intelectualistas, eruditos y perversos no solucionan el núcleo
del caos, sino que lo intensifican. Así no hay trabajo espiritual posible ni
se resuelven las contradicciones ni los conflictos internos, que seguirán
desgarrando, y cada vez en mayor grado, a la persona y a la comunidad. Sólo
la persona espiritual ve, acepta sus propios sentimientos y, si es
necesario, los transforma mediante la consciencia, el amor y el
conocimiento. |
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