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UNA NUEVA TIERRA. UN NUEVO MUNDO
Los astrónomos han descubierto evidencia que parece indicar que el universo
comenzó a existir hace quince mil millones de años, nacido de una explosión
gigantesca, y que se ha venido expandiendo desde entonces. No solamente se ha
estado expandiendo sino que su complejidad y su diferenciación han ido
aumentando cada vez más. Algunos científicos también postulan que este
movimiento desde la unicidad hasta la multiplicidad dará marcha atrás con el
tiempo. Entonces cesará la expansión y el universo comenzará a contraerse
nuevamente para volver a lo inmanifiesto a la nada inconcebible de la cual se
originó, y quizás repita los ciclos de nacimiento, expansión, contracción y
muerte una y otra vez. ¿Con qué fin? "¿Por qué molestarse el universo en
existir?" pregunta el físico Stephen Hawking, reconociendo al mismo tiempo que
no hay modelo matemático alguno que pueda dar la respuesta.
Sin embargo, si miramos hacia el interior en lugar del exterior únicamente,
descubrimos que tenemos un propósito interno y otro externo, y puesto que somos
un reflejo microcósmico del macrocosmos, debemos concluir que el universo
también tiene un propósito interno y otro externo inseparables de los nuestros.
El propósito exterior del universo es crear la forma y experimentar la
interacción de las formas (el juego, la representación, el sueño, el drama, o
como queramos llamarlo). Su propósito interno es despertar a su esencia sin
forma. Después viene la reconciliación del propósito exterior e interior: traer
esa esencia (la conciencia) al mundo de la forma y, de ese modo, transformar el
mundo. El propósito último de esta transformación está más allá de la
imaginación o la comprensión de la mente humana. Y, no obstante, esta
transformación es la tarea que se nos ha asignado en este momento en este
planeta. Es la reconciliación del propósito externo y el interno, la
reconciliación del mundo con Dios.
Antes de examinar qué relevancia tiene la expansión y la contracción del
universo para nuestra propia vida, debemos tener presente que nada de lo que
digamos sobre la naturaleza del universo debe tomarse como verdad absoluta. El
infinito no puede explicarse a base de fórmulas matemáticas o de conceptos.
Ningún pensamiento puede encapsular la inmensidad de la totalidad. Aunque la
realidad es un todo unificado, el pensamiento la corta en fragmentos. Esto da
lugar a los errores fundamentales de la percepción, por ejemplo, que hay cosas y
sucesos independientes, o que esto es la causa de aquello. Todo pensamiento
implica un punto de vista, y todo punto de vista, por su naturaleza, implica
limitación, lo cual significa en definitiva que no es verdad, o por lo menos no
en términos absolutos. Solamente el todo es verdad, pero el todo no puede
verbalizarse ni pensarse. Visto desde más allá de las limitaciones del
pensamiento y, por tanto, incomprensible para la mente humana, todo sucede en el
ahora, todo está ocurriendo en el ahora. Todo lo que ha sido o será es el ahora
y está por fuera del tiempo, que es una construcción mental.
Para ilustrar lo relativo y lo absoluto, tomemos como ejemplo el alba y el
ocaso. Cuando decimos que el sol sale por la mañana y se oculta por la tarde,
estamos diciendo una verdad relativa. En términos absolutos, es falso. Es
solamente desde la perspectiva limitada de un observador que esté en la
superficie de la Tierra que se puede afirmar que el sol sale y se oculta. Si
estuviéramos lejos en el espacio, veríamos que el sol no sale ni se oculta, sino
que brilla continuamente. Sin embargo, aún sabiendo ese hecho, podemos seguir
hablando del alba y el ocaso, apreciar su belleza, pintarlos, escribir poemas
sobre ellos, a pesar de saber que es una verdad relativa y no absoluta.
Entonces, sigamos refiriéndonos por un momento a otra verdad relativa: la
manifestación del universo a través de la forma y su retorno a lo informe, lo
cual implica la perspectiva limitada del tiempo, y veamos su relevancia para
nuestra propia vida. Claro está que la noción de "nuestra propia vida" es otro
punto de vista limitado producto del pensamiento, otra verdad relativa. En
últimas, "nuestra propia vida" no existe, puesto que nosotros y la vida no somos
dos sino uno.
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