|
ESPACIO INTERIOR Y EXTERIOR
Tu cuerpo interior no es sólido sino espacioso. No es tu forma física, sino la
vida que la anima. Es la inteligencia creadora y la que sustenta el cuerpo, es
la que coordina simultáneamente centenares de funciones diferentes de una
complejidad tan extraordinaria que la mente humana puede comprender apenas una
fracción infinitesimal de la misma. Cuando tomamos conciencia de ella, lo que
sucede realmente es que la inteligencia toma conciencia de si misma. Es la
"vida" evasiva que ningún científico ha podido descubrir porque la conciencia
que la busca es ella misma.
Los físicos han descubierto que la aparente solidez de la materia es una ilusión
producto de nuestros sentidos. Esto se aplica también al cuerpo físico, al cual
vemos como una forma. Sin embargo, el 99.99 por ciento del cuerpo es realmente
espacio vacío. Así de vasto es el espacio entre los átomos comparado con su
tamaño, para no mencionar también el gran espacio que hay al interior de cada
átomo. El cuerpo físico no es más que una interpretación equivocada de lo que
somos. Es, en muchos sentidos, una versión a escala del macrocosmos del espacio
exterior. Para darnos una idea de lo vasto que es el espacio entre los cuerpos
celestes, consideremos lo siguiente: la luz, viajando a una velocidad constante
de 186,000 millas (300,000 kilómetros) por segundo, tarda poco más de un segundo
en recorrer la distancia entre la tierra y la luna; la luz del sol tarda cerca
de 8 minutos en llegar a la tierra. La luz de nuestro vecino más cercano en el
espacio, la estrella Próxima Centauro, es decir, el sol más cercano al nuestro,
viaja durante 4.5 años antes de llegar a la Tierra. Así de vasto es el espacio
que nos rodea. Y después está el espacio intergaláctico, cuya inmensidad escapa
a nuestra comprensión. La luz de la galaxia más cercana a la nuestra, Andrómeda,
tarda 2.4 millones de años en llegarnos. ¿No es verdaderamente asombroso que
nuestro cuerpo sea tan espacioso como el universo?
Así, el cuerpo físico, que es forma, se revela esencialmente informe cuando
profundizamos en él. Se convierte en la puerta de entrada hacia el espacio
interior. Aunque el espacio interior carece de forma, está intensamente vivo.
Ese "espacio vacío" es la vida en toda su plenitud, la Fuente no manifestada de
la cual fluyen todas las manifestaciones. El vocablo tradicional para designar
esa fuente es Dios.
Los pensamientos y las palabras pertenecen al mundo de la forma; no pueden
expresar lo que no tiene forma. Así, cuando decimos, "siento mi cuerpo
interior", se trata de una interpretación errada creada por el pensamiento. Lo
que sucede realmente es que la conciencia que se presenta como un cuerpo (la
conciencia que Yo Soy) está tomando conciencia de sí misma. Cuando dejamos de
confundir lo que somos con una forma transitoria del "yo", entonces la dimensión
de lo infinito y eterno, Dios, se puede expresar a través de "mí" y guiarme.
También nos libera de la dependencia de la forma. Sin embargo, de nada sirve
reconocer a nivel puramente intelectual que "yo no soy esta forma". La pregunta
más importante de todas es: ¿puedo sentir en este momento mi propia Presencia, o
más bien, la Presencia que Soy Yo?
También podemos abordar esta verdad desde otro punto de referencia. Pregúntese,
"¿tengo conciencia no solamente de lo que sucede en este momento, sino del Ahora
propiamente, como el espacio viviente atemporal en el cual todo sucede?" Si bien
esta pregunta parece no tener relación alguna con el cuerpo interior, le
sorprenderá reconocer que al tomar conciencia del espacio del Ahora, sentirá más
vida en su interior. Es sentir la vida del cuerpo interior, esa vida que forma
parte intrínseca de la alegría de Ser. Debemos entrar en el cuerpo para
trascenderlo y descubrir que no somos eso.
En la medida de lo posible, en su vida cotidiana, utilice la conciencia de su
cuerpo interior para crear espacio. Mientras espera, mientras escucha a alguien,
mientras se detiene a admirar el cielo, un árbol, una flor, a su pareja, o a un
hijo, sienta al mismo tiempo la vida que vibra en su interior. De esa manera,
parte de su atención o conciencia permanecerá informe y otra parte estará
disponible para el mundo externo de la forma. Cada vez que "habitamos" nuestro
cuerpo de esa manera, nos sirve de ancla para permanecer presentes en el Ahora.
Nos impide perdernos en el mar de los pensamientos, las emociones o las
situaciones externas.
Cuando
pensamos, sentimos, percibimos y experimentamos, la conciencia se hace forma. Se
reencarna en un pensamiento, un sentimiento, un sentido de percepción, una
experiencia. El ciclo de reencarnaciones del cual aspiran a liberarse los
budistas sucede continuamente y es solamente en este momento, a través del poder
del Ahora, que podemos salir de él. Aceptando completamente la forma del Ahora,
nos ponemos interiormente en sintonía con el espacio, el cual es la esencia del
Ahora. A través de la aceptación, nuestro interior se hace espacioso y nos
mantenemos alineados con el espacio y no con la forma. Es así como traemos el
verdadero equilibrio y perspectiva a nuestra vida.
|
|