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EL
ENTUSIASMO
Y todavía hay otra forma de manifestación creadora que puede llegarles a quienes
permanecen fieles a su propósito interno de despertar. Un buen día reconocen con
toda claridad su propósito externo. Tienen una visión grande, una meta y, a
partir de ese momento, dedican todo su esfuerzo a esa meta. Generalmente, es
meta o visión está conectada de alguna manera con alguna actividad de la cual
gozan enormemente y que ya están realizando en menor escala. Es aquí donde
emerge la tercera modalidad del quehacer despierto: el entusiasmo.
Entusiasmo significa gozar profundamente lo que se hace, además de tener el
elemento de la visión o la meta que se persigue. Cuando le sumamos una meta al
placer de lo que hacemos, cambia la frecuencia en la cual vibra el campo de
energía. Se agrega un cierto grado de tensión estructural, como podríamos
llamarla, de tal manera que el gozo se convierte en entusiasmo. En la cumbre de
la actividad creadora impulsada por el entusiasmo hay una cantidad enorme de
energía e intensidad. La sensación es la de una flecha en trayectoria directa
hacia el blanco, y que disfruta su viaje.
Un
observador podría decir que la persona está bajo estrés, pero la intensidad del
entusiasmo no tiene nada que ver con él. El estrés se produce cuando el deseo de
llegar a la meta es superior al deseo de hacer lo que hacemos. Se pierde el
equilibrio entre el goce y la tensión estructural, y esta última se impone. El
estrés por lo general es señal de que el ego ha regresado y de que nos estamos
desconectando del poder creador del universo. Lo que queda es el impulso y el
esfuerzo del ego que busca satisfacer su deseo, de tal manera que es preciso
luchar y "trabajar arduamente" para lograr la meta. El estrés siempre disminuye
tanto la calidad como la eficacia de lo que hacemos bajo su influencia. También
hay un vínculo estrecho entre el estrés y las emociones negativas tales como la
angustia y la ira. El estrés es tóxico para el cuerpo y ya hay evidencia de que
es una de las causas principales de las enfermedades degenerativas como el
cáncer y los trastornos cardíacos.
A
diferencia del estrés, el entusiasmo vibra en una frecuencia elevada, de tal
manera que resuena con el poder creador del universo. Ralph Waldo Emerson lo
reconoció cuando dijo que "nunca nada verdaderamente grande se ha logrado sin
entusiasmo". La palabra "entusiasmo" viene del griego en y theos que significa
"en Dios". Y la palabra de la misma raíz enthousiazein significa "estar
poseído por un dios". En efecto, nosotros por nuestra cuenta no podemos hacer
nada verdaderamente importante. El entusiasmo permanente genera una ola de
energía creadora y entonces lo único que debemos hacer es "montarnos sobre esa
ola".
El
entusiasmo imprime un poder enorme a lo que hacemos, hasta tal punto que quienes
no se han conectado con el poder ven "nuestros" logros con asombro y podrían
equipararlos con lo que somos. Sin embargo, nosotros conocemos la verdad a la
cual se refirió Jesús cuando dijo, "Yo no puedo hacer nada por mi propia
cuenta". A diferencia de los deseos del ego, los cuales generan una fuerza
contraria directamente proporcional a la intensidad de esos deseos, el
entusiasmo nunca genera oposición. No genera confrontación, su actividad no
produce ganadores y perdedores; en lugar de excluir, incluye a los demás. No
necesita utilizar ni manipular a la gente porque es el poder creador mismo y,
por tanto, no necesita robarle energía a una fuente secundaria. El deseo del ego
siempre trata de recibir de algo o de alguien; el entusiasmo de su propia
abundancia. Cuando el entusiasmo tropieza con obstáculos como pueden ser
situaciones adversas o personas obstruccionistas, nunca ataca sino que se limita
a buscar otros caminos, o cede y acoge al otro, convirtiendo esa energía
contraria en energía favorable.
El
entusiasmo y el ego no pueden coexistir. El uno implica la ausencia del otro. El
entusiasmo sabe para dónde va pero, al mismo tiempo, está perfectamente unido
con el momento presente, la fuente de su vivacidad, su alegría y su poder. El
entusiasmo no "desea" nada pero tampoco carece de nada. Es uno con la vida, y
por muy dinámicas que sean las actividades que inspire no nos perdemos en ellas.
Y siempre deja ese espacio quieto pero intensamente vivo en el centro de la
rueda, un espacio central en medio de la actividad, al cual, a pesar de ser la
fuente de todo, nada lo afecta.
A través
del entusiasmo entramos en armonía perfecta con el principio expansivo y creador
del universo, pero sin identificarnos con sus creaciones, es decir, sin ego.
Donde no hay identificación no hay apego, una de las grandes fuentes de
sufrimiento. Una vez pasa la ola creadora, la tensión estructural disminuye
nuevamente dejando atrás el gozo por lo que hacemos. Nadie puede vivir
permanentemente en estado de entusiasmo. Posteriormente llegará una nueva ola
creadora, dando lugar a un nuevo estado de entusiasmo.
Cuando se
instaura el movimiento de retorno hacia la disolución, el entusiasmo pierde su
utilidad. El entusiasmo pertenece al ciclo expansivo de la vida. Es solamente a
través de la entrega que podemos entrar en consonancia con el movimiento de
retorno, con el regreso al hogar.
Para
resumir, el gozo de lo que hacemos, sumado a una meta o visión que nos motiva,
se convierte en entusiasmo. No basta con tener una meta, sino que, lo que
hacemos en el momento presente debe ser el punto central de nuestra atención. De
lo contrario, dejaremos de estar en consonancia con el propósito universal.
Debemos cerciorarnos de que nuestra visión o meta no sea una imagen inflada de
nosotros mismos y, por tanto, una versión disfrazada del ego, como querer
convertirse en estrella de cine, en escritor famoso o en empresario millonario.
También debemos cerciorarnos de que nuestra meta no gire alrededor de tener esto
o aquello, como una mansión al lado del mar, nuestra propia compañía o diez
millones de dólares en el banco. Una imagen engrandecida de nosotros mismos, o
la visión de tener esto o aquello no son más que metas estáticas y, por tanto,
no generan poder. Debemos asegurarnos de que nuestras metas sean dinámicas, es
decir, que apunten hacia la actividad en la cual tenemos centrada nuestra
atención y a través de la cual estamos conectados con otros seres humanos y
también con el todo. En lugar de vernos como estrellas famosas o escritores
exitosos, debemos vernos como fuente de inspiración y de enriquecimiento para un
sinnúmero de personas a través de nuestro trabajo. Debemos sentir cómo esa
actividad no solamente enriquece y confiere profundidad a nuestra vida, sino a
la de muchas personas más. Debemos sentir que somos la puerta a través de la
cual fluye la energía desde la Fuente no manifestada de toda vida, para
beneficio de todos.
Todo esto
implica que nuestra meta o visión es ya una realidad en nuestro interno, en el
nivel de la mente y del sentimiento. El entusiasmo es el poder a través del cual
el plano mental se traslada a la dimensión física. Es el uso creativo de la
mente, razón por la cual no hay deseo de por medio. No podemos manifestar lo que
deseamos; sólo podemos manifestar lo que ya tenemos. Podemos obtener lo que
deseamos esforzándonos arduamente y sometiéndonos al estrés, pero no es ése el
camino de la nueva tierra. Jesús nos dio la clave para utilizar la mente de
manera creativa y para la manifestación consciente de la forma cuando dijo,
"Todo lo que pidan en la oración crean que ya lo han recibido y lo obtendrán".
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