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EL CUERPO DEL DOLOR COMO MEDIO PARA DESPERTAR
A primera vista, parecería que el cuerpo del dolor es el mayor obstáculo para el
despertar de la nueva conciencia de la humanidad. Ocupa nuestra mente, controla
y distorsiona nuestro pensamiento, perturba nuestras relaciones y se siente como
una especie de nube negra que invade todo nuestro campo de energía. Tiende a
llevarnos a la inconsciencia, hablando en términos espirituales, a la
identificación total con la mente y la emoción. Nos pone a la defensiva, nos
lleva a decir y hacer cosas destinadas a acrecentar la infelicidad interior y la
del mundo.
Sin embargo, a medida que crece la infelicidad, más se altera la vida. Podrá
llegar el momento en que el cuerpo no soporte más la tensión y desarrolle una
enfermedad o alguna disfunción. Podríamos sufrir un accidente o caer en una
situación de intenso conflicto o drama como consecuencia del deseo del cuerpo
del dolor de que suceda algo malo. Podríamos incluso llegar a cometer actos de
violencia física. O podríamos llegar hasta el punto de no soportar un día más
nuestro desdichado yo. Y claro está que el cuerpo del dolor es parte de ese
falso yo.
Cada vez que el cuerpo del dolor se apodera de nosotros, cada vez que no lo
reconocemos por lo que es, pasa a ser parte del ego. Todo aquello con lo cual
nos identificamos se convierte en ego. El cuerpo del dolor es una de las cosas
más poderosas con las cuales se identifica el ego, y necesita de él para
renovarse. Sin embargo, esa malévola alianza se deshace con el tiempo
cuando el cuerpo del dolor es tan pesado que en lugar de fortalecer las
estructuras egotistas de la mente, las debilita a través del ataque constante de
su carga energética, de la misma manera que la corriente activa un aparato
electrónico pero puede fundirlo si el voltaje es demasiado alto.
La gente cuyo cuerpo del dolor es muy fuerte, llega a veces a un punto en el que
la vida se torna intolerable, donde ya no puede soportar más dolor ni más drama.
Una persona lo expresó diciendo sencillamente que estaba "hastiada de ser
infeliz". Algunas personas pueden sentir, como me sucedió a mí, que ya no pueden
vivir consigo mismas. Por tanto, la paz interior pasa a ser la primera
prioridad. La fuerza intensa del dolor emocional las lleva a dejar de
identificarse con el contenido de su mente y las estructuras mentales y
emocionales que han dado origen a su "ser infeliz" y que lo perpetúan. Entonces
reconocen no ser ni su historia de infelicidad ni la emoción que están
sintiendo. En lugar de empujarlas hacia la inconsciencia, el cuerpo del dolor se
convierte en el vehículo para despertar, en el factor decisivo que las obliga a
asumir el estado de Presencia.
Sin embargo, debido al influjo sin precedentes de consciencia que estamos
experimentando ahora en el planeta, muchas personas ya no necesitan caer en el
abismo profundo del sufrimiento agudo para dejar de identificarse con su cuerpo
del dolor. Cada vez que notan que han caído en un estado disfuncional, pueden
optar por salir de esa identificación con el pensamiento y la emoción y entrar
en estado de Presencia. Renuncian a resistirse, entran en un estado de alerta,
quietud y unión con aquello que es, tanto interna como externamente.
El siguiente paso de la evolución humana no es inevitable pero, por primera vez
en la historia de nuestro planeta, podrá ser producto de una decisión
consciente. ¿Quién toma la decisión? Tú. ¿Y quién eres tú? La consciencia que ha
tomado conciencia de sí misma.
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