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LA
FIBRA
La fibra
engloba a todas aquellas sustancias vegetales que nuestro organismo no puede
digerir ni absorber, pero que puede utilizar positivamente. Suelen distinguirse
dos tipos de fibra: la soluble en agua y la insoluble. Son fibras insolubles las
celulosas, las ligninas y las gomas. Se encuentran en los cereales integrales,
en los salvados de avena y trigo, en las cortezas de las trufas y verduras y en
los frutos secos. La fibra soluble en agua la hallamos en ciertas frutas y
legumbres —pectinas—, en cereales como la avena y la cebada, en las algas y en
otras sustancias mucilaginosas. En la dieta occidental, rica en alimentos de
origen animal —libres de fibra— y en cereales refinados —mucho más pobres en
fibra que los integrales—, escasean en muchos casos las cantidades necesarias de
fibra, que oscilan entre los 30 y los 35 g diarios. Se aconseja, igualmente, que
la aportación diaria de fibra no supere los 50 g al día. La forma más natural de
integrar la fibra en la dieta es a través de los alimentos vegetales crudos. No
es indispensable pero contribuye a mantener el equilibrio nutricional, favorece
el tránsito intestinal y reduce la absorción de grasa y azúcar.
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