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LA
ENERGÍA SEXUAL
El sexo
es en realidad sólo la relación de la naturaleza inferior con el yo superior;
luego es elevado a la consciencia, a fin de que el hombre pueda alcanzar la
completa unión con la divinidad. El hombre descubre que el sexo (que hasta
entonces ha sido una función puramente física, realizada a veces bajo el impulso
del amor) es elevado a su correcto plano como el matrimonio divino, realizado y
consumado en los niveles de la percepción del alma.
Esta gran
verdad subyace en la historia sórdida de la expresión del sexo, la magia sexual
y las distorsiones de la moderna magia tántrica. La humanidad ha aminorado el
simbolismo y sus pensamientos han envilecido al sexo hasta convertirlo en una
función animal, y no es elevado al reino del misterio simbólico.
Los
hombres han tratado de obtener, por medio de la expresión física, la fusión y la
armonía internas que anhelan, y esto no se puede hacer. El sexo sólo es el
símbolo de una dualidad interna que debe ser trascendida y llevada a la unidad.
No se trasciende por medios o rituales físicos, sino que es una trascendencia en
la conciencia.
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La fuerza
de la atracción sexual proviene del plano físico, y esta fuerza es el retroceso
de un tipo de energía involutiva en el sendero de retorno. Hablando
cósmicamente, se manifiesta como la fuerza atractiva entre espíritu y materia;
hablando espiritualmente, se demuestra como la actividad del alma cuando trata
de llevar al yo inferior a una plena realización. Hablando físicamente, es el
impulso de unirse el macho y la hembra para los propósitos de la procreación.
Cuando el hombre era puramente animal, esto no implicaba pecado. Pero a este
impulso se le agregó el deseo emocional y entonces se infiltró el pecado; el
propósito por el cual se manifestó el impulso fue pervertido en la satisfacción
del deseo. Ahora que la raza es más mental y la fuerza de la mente se hace
sentir en el cuerpo humano, existe una situación aún más seria que sólo podrá
resolverse sin peligro cuando el alma asuma el control de su triple instrumento.
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Vivimos
en un mundo de formas, las cuales están constituidas por vidas, y estas vidas
tienen su propia influencia emanante y contribuyente. A su vez, cada vida consta
de tres grupos principales:
· Las emanaciones que, al surgir de las células mismas y depender de su
cualidad, producen efectos buenos o malos, y densifican o refinan, elevan o
rebaja, debido a su influencia, la vibración física del unido cuerpo celular.
Como bien sabemos, el efecto físico que produce el hombre de naturaleza burda,
bruta y animal, será distinto a los efectos refinados y embellecedores
producidos por el contacto con un alma madura, actuando en un cuerpo refinado,
aseado, disciplinado y purificado.
· Esas emanaciones, esencialmente físicas, responsables de esa afinidad química
entre un cuerpo animal y otro, producen la atracción de los sexos. Es un aspecto
del magnetismo animal y la respuesta de las células al llamado de otras células,
actuando de acuerdo a la Ley de Atracción y Repulsión. Es compartida por el
hombre y los animales, y siendo instintiva, está libre de toda reacción mental.
· Esas fuerzas o emanaciones, respuesta de las células o los ritmos armónicos,
dependen, por lo tanto, de que la célula posea algo de aquello a lo cual
responde. Dichas emanaciones son aún poco comprendidas; pero se evidenciarán a
medida que progrese la raza. Este tipo de fuerza es ese algo misterioso que
permite al cuerpo físico, por ejemplo, reconocer como armónico o congénito al
medio ambiente físico circundante. Es esa reacción indefinible que hace que dos
seres humanos (aparte de toda atracción sexual, porque las personas del mismo
sexo lo sienten mutuamente) tengan un efecto físico armónico entre sí. Esto, en
el plano externo, es la base esotérica de toda relación grupal, y la comprensión
de estas emanaciones permite que se lleve a cabo el aislamiento y la segregación
de razas de acuerdo al gran plan evolutivo.
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La
relación entre los cuerpos físicos masculino y femenino, que el hombre denomina
relación sexual es considerada de suma importancia en esta época. En el valle de
la ilusión el símbolo absorbe frecuentemente la atención del ser humano y éste
se olvida de lo que el símbolo realmente representa. Con la solución de esta
relación sexual sobrevendrá la iniciación racial, y de esto se ocupa ahora la
raza.
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El
instinto del sexo tiene su principal raíz en el temor a la separatividad y al
aislamiento, en la rebeldía contra la unidad separatista y contra la soledad en
el plano físico, y su resultado ha sido llevar adelante a la raza mediante la
persistente propagación de las formas, por las cuales la raza puede venir a la
manifestación.
El instinto sexual se ha desarrollado y encuentra su consumación lógica en la
relación -conscientemente comprendida- entre el alma y el cuerpo. Esto
constituye la nota clave del misticismo y de la religión que, actualmente y como
lo ha sido siempre, es la expresión de la Ley de Atracción, no mediante el
matrimonio en el plano físico, sino (para el hombre) en el sublime matrimonio
consumado con consciente intención entre el alma positiva y la forma negativa y
receptiva.
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