TU YO MÁS PROFUNDO ES EL SER
Antes has hablado de la importancia de estar profundamente arraigado
internamente o de habitar el cuerpo. ¿Puedes explicar a qué te refieres
con eso?
El cuerpo puede convertirse en un punto de acceso al reino del Ser.
Entremos en esta cuestión más detenidamente.
Aún no estoy seguro de entender plenamente a qué te refieres con la
palabra Ser.
«¿Agua? ¿A qué te refieres cuando dices agua? No lo entiendo». Esto es lo
que diría un pez si tuviera mente humana.
Por favor, dejad de intentar entender el Ser. Ya habéis tenido atisbos
significativos del Ser, pero la mente siempre intentará comprimirlo en una
cajita y ponerle una etiqueta encima. Eso no puede hacerse. El Ser no
puede convertirse en un objeto de conocimiento. En el Ser, sujeto y objeto
se funden en uno.
El Ser puede sentirse como el Yo soy omnipresente que está más allá del
nombre y de la forma. Sentir y, por tanto, saber que eres, residiendo en
ese estado profundamente enraizado, es iluminación: la verdad que Jesús
afirma que te hará libre.
¿Libre de qué?
Libre de la ilusión de que no eres más que tu cuerpo físico y tu mente.
Esta «ilusión del yo», como la llama Buda, es el error fundamental. Libre
del miedo con sus incontables disfraces, que es la consecuencia inevitable
de esa ilusión, del miedo que será tu tormento constante mientras derives
tu identidad exclusivamente de esta forma efímera y vulnerable. Y libre
del pecado que es el sufrimiento que inconscientemente te causas y causas
a otros cuando ese sentido ilusorio del yo gobierna lo que piensas, dices
y haces.
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