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El PASADO NO PUEDE SOBREVIVIR EN TU PRESENCIA
Has mencionado que pensar o hablar innecesariamente sobre el pasado es una
de las maneras de evitar el presente. Pero, aparte del pasado que
recordamos y con el que nos identificamos, ¿no existe en nosotros otro
pasado en un nivel más hondo? Me refiero a los condicionamientos
inconscientes de nuestras vidas, en especial a las experiencias de la
primera infancia, quizá incluso a experiencias de vidas pasadas. Y también
está nuestro condicionamiento cultural, relacionado con el lugar
geográfico donde hemos nacido y con el periodo histórico en que vivimos.
Todos estos factores determinan nuestra manera de ver el mundo, de
reaccionar, lo que pensamos, las relaciones que mantenemos, nuestra forma
de vivir la vida. ¿Cómo podríamos llegar a ser conscientes de todo eso o a
liberarnos de ello? ¿Cuánto tiempo necesitaríamos? Y aunque lo
consiguiésemos, ¿qué quedaría de nosotros?
¿Qué queda cuando acaba la ilusión?
No es necesario que investigues tu pasado inconsciente excepto en la
medida en que se manifieste en el presente como un pensamiento, una
emoción, un deseo, una reacción o un suceso externo que te acontece. Los
desafíos del presente sacarán a la luz lo que necesites saber de tu pasado
inconsciente. Si te sumerges en el pasado, se convertirá en un pozo sin
fondo: siempre hay más. Puede que pienses que necesitas más tiempo para
entender el pasado o para liberarte de él; en otras palabras, puede que
pienses que el futuro acabará liberándote del pasado. Eso es una ilusión.
Sólo el presente puede liberarte del pasado. Ahondar en el tiempo no puede
liberarte del tiempo. Accede al poder del ahora: ésta es la clave.
¿Qué es el poder del ahora?
Nada más que el poder de tu presencia, tu conciencia liberada de las
formas del pensamiento.
Afronta el pasado desde el presente. Cuanta más atención concedes al
pasado, más lo energetizas, y más probable es que te construyas una
«identidad» con él. Entiéndeme bien: la atención es esencial, pero no al
pasado como pasado. Presta atención al presente; presta atención a tu
comportamiento, a tus reacciones, estados de ánimo, pensamientos,
emociones, miedos y deseos, tal como surgen en el presente. Ellos son el
pasado en ti. Si puedes estar suficientemente presente como para
observarlos, sin criticarlos ni analizarlos, sin juicio alguno, entonces
estás afrontando el pasado y disolviéndolo con el poder de tu presencia.
No puedes encontrarte volviendo al pasado. Te encuentras viniendo al
presente.
¿No resulta útil entender el pasado y así entender por qué hacemos ciertas
cosas, reaccionamos de ciertos modos, o por qué creamos inconscientemente
nuestro drama particular, nuestros patrones de relación y así
sucesivamente?
A medida que te haces más consciente de tu realidad presente, puede que
comprendas repentinamente por qué tu condicionamiento funciona de esa
manera particular; por ejemplo, por qué tus relaciones siguen ciertas
pautas. Puedes recordar cosas que ocurrieron en el pasado o verlas con más
claridad. Esto está bien y puede ayudar, pero no es lo esencial. Lo
esencial es tu presencia consciente. Eso es lo que disuelve el pasado, el
agente transformador. Por tanto, no trates de entender el pasado, sino de
estar todo lo presente que puedas. El pasado no puede sobrevivir en tu
presencia; sólo puede sobrevivir en tu ausencia.
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