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HACIA UN ORDEN DE REALIDAD DIFERENTE
No estoy de acuerdo con que el cuerpo tenga que morir. Estoy convencido de
que podemos alcanzar la inmortalidad física. Creemos en la muerte y por eso
muere el cuerpo.
El cuerpo no muere porque tú creas en la muerte. El cuerpo existe, o
parece existir, porque tú crees en la muerte. Cuerpo y muerte son parte de
la misma ilusión, creada por la conciencia del ego, que no se da cuenta de
su conexión con la Fuente de Vida y se considera separado y sometido a
constantes amenazas. Así, crea la ilusión de que eres un cuerpo, un vehículo
físico denso en peligro constante.
Percibirte como un cuerpo vulnerable que nace y poco después muere: ésa es
la ilusión. El cuerpo y la muerte son la misma ilusión. No puedes tener una
sin la otra. Tú quieres mantener un aspecto de la ilusión y prescindir del
otro, pero eso es imposible. O te quedas la ilusión entera o renuncias
totalmente a ella.
Sin embargo, no puedes escapar del cuerpo, y tampoco tienes que hacerlo.
El cuerpo es una percepción increíblemente errónea de tu propia naturaleza.
Pero tu verdadera naturaleza está oculta en alguna parte dentro de esa
ilusión, no fuera, de modo que el cuerpo sigue siendo el único punto de
acceso a tu ser interno.
Si vieras un ángel y lo confundieras con una estatua de piedra, lo único
que tendrías que hacer es ajustar tu visión y mirar más de cerca a la
«estatua de piedra», no ponerte a mirar a otra parte. Entonces descubrirías
que nunca hubo una estatua de piedra.
Si la creencia en la muerte crea el cuerpo, ¿por qué tienen cuerpo los
animales? Un animal no tiene ego y no cree en la muerte...
Pero, aun así, muere, o parece que muere.
Recuerda que tu percepción del mundo es un reflejo de tu estado de
consciencia.. No estás separado del mundo, no hay un mundo objetivo ahí
fuera. Tu conciencia crea el mundo que habitas a cada momento. Una de las
grandes comprensiones aportadas por la física moderna es la de la unidad
entre el observador y lo observado: la persona que dirige el experimento —la
conciencia observante— no puede separarse del fenómeno observado, y si miras
de otra forma, el fenómeno observado se comportará de manera diferente. Si
crees, a nivel profundo, en la separación y en la lucha por la
supervivencia, entonces verás esa creencia reflejada a tu alrededor por
todas partes, y tus percepciones estarán gobernadas por el miedo. Vives en
un mundo de muerte donde los cuerpos luchan, se matan y se devoran unos a
otros.
Nada es lo que parece ser. El mundo que creas y ves con la mente egotista
puede parecer un lugar muy imperfecto, incluso un valle de lágrimas. Pero lo
que percibes es sólo una especie de símbolo, como la imagen de un sueño. Así
es como tu conciencia interactúa e interpreta la danza de la energía
molecular del universo. Esta energía es la materia prima de la llamada
realidad física. Ves la realidad física en términos de cuerpos, de vida y de
muerte, o como una lucha por la supervivencia. Caben una cantidad infinita
de interpretaciones diferentes, de mundos distintos, que de hecho existen; y
todos ellos dependen de la conciencia perceptora. Cada ser es un punto focal
de conciencia, y cada punto focal crea su propio mundo, aunque todos ellos
están interconectados. Hay un mundo humano, un mundo de las hormigas, un
mundo de los delfines, y así sucesivamente. Existen innumerables seres cuya
frecuencia energética es tan diferente de la tuya que probablemente no eres
consciente de su existencia, como ellos tampoco lo son de la tuya. Seres
altamente conscientes, que conocieran su conexión mutua y con la Fuente,
habitarían un mundo que te parecería un reino celestial; y sin embargo todos
los mundos son, en definitiva, un solo mundo.
Nuestro mundo humano colectivo se crea, en gran medida, por medio del
nivel de conciencia que llamamos mente. Incluso dentro del mundo humano hay
grandes diferencias, hay muchos «submundos» diferentes, que dependen de sus
perceptores o creadores respectivos. Como todos losj mundos están
interconectados, cuando la conciencia colectiva humana se transforme, la
naturaleza y el mundo animal reflejarán esa transformación. De ahí la frase
bíblica que dice que en tiempos veníderos «el león descansará junto al
cordero». Esto apunta hacia un orden de realidad completamente diferente.
El mundo tal como se nos presenta actualmente es principalmente un reflejo
de la mente egotista. Y como el miedo es una consecuencia inevitable de la
ilusión del ego, vivimos en un mundo dominado por el miedo. Del mismo modo
que las imágenes de los sueños son símbolos de estados y sentimientos
internos, nuestra realidad colectiva es, en gran medida, la expresión
simbólica del miedo y de las pesadas capas de negatividad que se han ido
acumulando en el psiquismo humano colectivo. No estamos separados de nuestro
mundo, de modo que cuando la mayoría de los seres humanos se liberen de la
ilusión del ego, este cambio afectará a toda la creación. Habitarás,
literalmente, en un nuevo mundo. Se trata de un cambio de conciencia
planetario. La extraña afirmación budista de que cada árbol y cada hoja de
hierba alcanzarán finalmente la iluminación señala hacia la misma verdad.
Según san Pablo, la creación entera está esperando que la humanidad se
ilumine. Así es como yo interpreto su declaración de que «El universo creado
espera expectante la revelación de los hijos de Dios». San Pablo continúa
diciendo que así quedará redimida toda la creación: «Hasta el momento
presente... todo el universo creado gime y se estremece con dolores de
parto».
Lo que está naciendo es una nueva conciencia; y su reflejo inevitable, un
nuevo mundo. Esto también se predijo en el Libro de la Revelación, del Nuevo
Testamento: «Entonces ví un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer
cielo y la primera tierra habían pasado».
Pero no confundas causa y efecto. Tu principal tarea no es buscar la
salvación mediante la creación de un mundo mejor, sino despertar de la
identificación con la forma. Entonces ya no estás ligado a este mundo, a
este nivel de realidad. Puedes sentir sus raíces de lo No Manifestado, y así
eres libre del mundo manifestado. Puedes seguir disfrutando de los placeres
efímeros del mundo, pero ya no temes perderlos y tampoco necesitas aferrarte
a ellos. Aunque puedes disfrutar de los placeres sensoriales, el ansia de
experiencia sensorial desaparece, como también desaparece la búsqueda
constante de gratificación psicológica, que es alimento para el ego. Estás
en contacto con algo infinitamente mayor que cualquier placer, mayor que
cualquier cosa manifestada.
En cierto sentido ya no necesitas del mundo. Ni siquiera necesitas que sea
distinto de como es.
Sólo cuando llegas a este punto comienzas a hacer una verdadera
contribución a la llegada del nuevo mundo, a la creación de otro orden de
realidad. Sólo en ese punto eres capaz de sentir verdadera compasión y de
ayudar eficazmente a los demás en el nivel de las causas. Sólo los que han
trascendido el mundo pueden crear un mundo mejor.
Quizá recuerdes que en espacios anteriores hablamos de la naturaleza dual
de la verdadera compasión, que es conciencia del vínculo común de la
mortalidad y de la inmortalidad que compartimos. En este nivel profundo, la
compasión se convierte en sanación en su sentido más amplio. En ese estado,
tu influencia sanadora no se basa fundamentalmente en el hacer, sino en el
ser. Todas las personas con las que entres en contacto se sentirán tocadas
por tu presencia y afectadas por la paz que emanas, seas consciente de ello
o no. Cuando estás plenamente presente y la gente que te rodea muestra una
conducta inconsciente, no sientes la necesidad de reaccionar a ella porque
no le concedes el carácter de realidad. Tu paz es tan profunda y vasta que
cualquier cosa que no sea paz desaparece en su seno como si nunca hubiera
existido. Esto rompe el ciclo kármico de acción y reacción. Los animales,
los árboles y las flores sentirán tu paz y responderán a ella. Enseñas
mediante tu ser, demostrando la paz de Dios. Te conviertes en la «luz del
mundo», una emanación de conciencia pura, y por tanto eliminas el
sufrimiento de raíz. Eliminas la inconsciencia del mundo.
***
Esto no significa que no puedas enseñar también mediante tus acciones; por
ejemplo, indicando cómo desidentificarse de la mente, cómo reconocer los
patrones inconscientes, etc. Pero tu forma de ser es siempre una enseñanza
más vital y transforma el mundo más poderosamente que lo que dices; es más
esencial aún que tus acciones. Además, reconocer la primacía del Ser, y
trabajar así en el nivel de las causas, no excluye la posibilidad de que tu
compasión pueda manifestarse al mismo tiempo en el nivel de la acción y de
los efectos, aliviando el sufrimiento cuando lo encuentras en tu camino. Si
una persona hambrienta te pide pan y tú lo tienes, se lo darás. Pero cuando
das el pan, aunque la interacción sea muy breve, lo realmente importante es
el momento de compartir el Ser, del que el pan es un símbolo. Una profunda
sanación tiene lugar en ese momento, en el que nadie da y nadie recibe.
Pero, en primer lugar, no debería haber hambre ni desnutrición, ¿Cómo
podemos crear un mundo mejor sin controlar antes ciertos males, como el
hambre y la violencia?
Todos los males son el efecto de la inconsciencia. Puedes aliviar los
efectos de la inconsciencia, pero no puedes eliminarlos a menos que elimines
su causa. El verdadero cambio ocurre dentro, no fuera.
Si te sientes llamado a aliviar el sufrimiento del mundo, ésa es una tarea
muy noble, pero recuerda que no has de enfocarte exclusivamente en lo
externo; de otro modo no encontrarás sino frustración y desesperación. Sin
un cambio profundo en la conciencia humana, el sufrimiento del mundo es un
pozo sin fondo. Por tanto, no dejes que tu compasión se vuelva parcial.
Tienes que equilibrar la empatía que sientes por el dolor o las limitaciones
de los demás y el deseo de ayudarles, por un lado, con una profunda
comprensión de la naturaleza eterna de toda vida y la ilusión última de toda
pena por otro. Así, permites que la paz fluya a través de todo lo que haces,
y trabajas simultáneamente en los dos niveles de causa y efecto.
Esto también es aplicable si estás apoyando un movimiento destinado a
impedir que los humanos más profundamente inconscientes se destruyan a sí
mismos y al planeta, o que sigan produciendo sufrimiento a otros seres
sensibles. Recuerda: así como no puedes luchar contra la oscuridad, tampoco
puedes luchar contra la inconsciencia. Si tratas de hacerlo, los polos
opuestos se fortalecerán y atrincherarán todavía más. Te identificarás con
una de las polaridades, te crearás un «enemigo» y te verás arrastrado hacia
la inconsciencia. Eleva la conciencia distribuyendo información o, a lo
sumo, practica la resistencia pasiva. Pero Asegúrate de no albergar
resistencias internas, ni odio, ni negatividad. «Ama a tus enemigos», dijo
Jesús, lo que por supuesto significa: «No tengas enemigos».
En cuanto te pones a trabajar en el nivel de los efectos, resulta fácil
perderse en ellos. Mantente alerta, y muy, muy presente. Tienes que
centrarte fundamentalmente en las causas, hacer de la enseñanza de la
iluminación tu principal propósito, y de la paz, tu regalo más precioso al
mundo. |
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