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CRISTO: LA REALIDAD DE LA DIVINA PRESENCIA QUE HAY EN TI
No te apegues a ninguna palabra. Puedes sustituir «Cristo» por «presencia»
si esa palabra te parece más significativa. Cristo es tu esencia divina o
Yo Superior, como a veces se le llama en Oriente. La única diferencia
entre Cristo y la presencia es que Cristo hace referencia a la divinidad
que mora internamente, independientemente de que seas consciente de ella o
no, mientras que presencia significa divinidad despierta o esencia divina.
Muchos malentendidos y falsas creencias respecto a Cristo se aclararán si
te das cuenta de que en él no hay pasado ni futuro. Decir que Cristo fue o
será es emplear términos que se contradicen entre sí. Jesús fue. Era un
hombre que vivió hace dos mil años y expresó la divina presencia, su
verdadera naturaleza. Y por eso dijo: «Antes de que Abraham fuera, Yo
soy». No dijo: «Yo ya existía antes de que Abraham naciera». Eso hubiera
indicado que aún estaba en la dimensión donde la identidad está
determinada por el tiempo y la forma. Las palabras Yo soy empleadas en una
frase que empieza en pasado indica un cambio radical, una discontinuidad
en la dimensión temporal. Es como un koan Zen de gran profundidad. Jesús
trató de expresar directamente —sin intervención del pensamiento
discursivo— el significado de la presencia, de la autorrealización. Había
ido más allá de las dimensiones de conciencia gobernadas por el tiempo,
entrando en el reino de lo intemporal. La dimensión eterna había entrado
en el mundo. Eternidad no significa tiempo inacabable, sino no-tiempo.
Así, el hombre Jesús se convirtió en el Cristo, un vehículo de la
conciencia pura. ¿Y cuál es la definición que Dios da de Sí Mismo en la
Biblia? ¿Dijo Dios: «siempre he sido y siempre seré»? Por supuesto que no.
Eso hubiera dado realidad al pasado y al futuro. Dios dijo: «YO SOY EL QUE
SOY». Aquí no está implicado el tiempo; sólo la presencia.
La «segunda venida» de Cristo es una transformación de la conciencia
humana, un cambio del tiempo a la presencia, del pensamiento a la pura
conciencia, no la llegada de un hombre o de una mujer. Si «Cristo»
regresase mañana y se manifestase en el mundo, qué otra cosa podría
decirte aparte de: «Yo soy la Verdad. Yo soy la divina presencia. Yo soy
la vida eterna. Yo estoy dentro de vosotros. Yo soy aquí. Yo soy ahora».
Nunca personalices a Cristo. No conviertas a Cristo en una identidad
basada en la forma. Los avatares, las madres divinas, los maestros
iluminados..., los pocos que son auténticos no son personas especiales.
Sin un falso yo que mantener, defender y alimentar, son más simples, más
ordinarios, que el hombre y la mujer corrientes. A cualquiera con un ego
fuerte le parecerían insignificantes o, más probablemente, ni siquiera los
vería.
Si te sientes atraído hacia un profesor iluminado es porque ya hay
suficiente presencia en ti como para reconocer la presencia en otro. Hay
mucha gente que no reconoció a Cristo y a Buda, del mismo modo que hay
mucha gente que se siente atraída hacia falsos maestros. Los egos se
sienten atraídos por otros egos mayores. La oscuridad no puede reconocer
la luz. Sólo la luz puede reconocer la luz. Por tanto, no creas que la luz
está fuera de ti o que sólo puede llegarte de un modo específico. Si tu
maestro es la única encarnación de Dios, ¿entonces quién eres tú?
Cualquier tipo de exclusividad es identificación con la forma, e
identificación con la forma significa ego, por muy disfrazado que esté.
Usa la presencia del maestro para que te refleje tu propia identidad más
allá del nombre y la forma, y para conseguir estar más presente. Pronto te
darás cuenta de que en la presencia no hay «mío» o «tuyo». La presencia es
una.
El trabajo grupal también puede servir para intensificar la luz de tu
presencia. Un grupo de personas reunidas en un estado de presencia genera
un campo energético colectivo de gran intensidad. Además de elevar el
grado de presencia de cada miembro del grupo, ayuda a liberar la
conciencia humana colectiva de su actual estado de predominio mental. Esto
hará que el estado de presencia sea cada vez más accesible a los
individuos. Pero, a menos que un miembro del grupo ya esté firmemente
establecido en la presencia, y por tanto pueda mantener la frecuencia
energética de ese estado, la mente egotista se reafirmará fácilmente y
saboteará la tarea grupal. El trabajo grupal es enormemente valioso, pero
no es suficiente, y no debes caer en la dependencia de él. Tampoco debes
depender de un profesor o maestro, excepto durante un periodo de
transición, mientras aprendes el significado y la práctica de la
presencia.
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