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Hace un momento, cuando hablabas del eterno presente y de la irrealidad
del pasado y del futuro, estaba mirando el árbol que se ve a través de la
ventana. Ya lo había visto antes, pero esta vez ha sido diferente. La
percepción externa no ha cambiado mucho, aunque los colores parecían más
brillantes y vibrantes. Sin embargo, ahora el árbol tenía una dimensión
añadida. Resulta difícil de explicar. No sé cómo, pero he tomado
conciencia de algo invisible que sentía que es la esencia de ese árbol, su
espíritu interno, si quieres llamarlo así. Y, de algún modo, yo era parte
de él. Ahora me doy cuenta de que en realidad antes no había visto el
árbol, tan sólo su imagen plana y muerta. Cuando vuelvo a mirarlo, parte
de esa conciencia sigue estando presente, pero siento que se va disipando.
La experiencia ya está retrocediendo hacia el pasado. ¿Puede una
experiencia así ser algo más que un destello fugaz?
Has sido libre del tiempo durante un momento. Has entrado en el ahora y
has podido percibir el árbol sin que mediase la pantalla mental. La
conciencia del Ser ha entrado a formar parte de tu percepción. Las
dimensiones intemporales están acompañadas por otro tipo de conocimiento,
un conocimiento que no «mata» el espíritu que habita en cada criatura y en
cada cosa. Un conocimiento que no destruye la sacralidad y el misterio de
la vida, que muestra un profundo amor y reverencia por todo lo que es. Un
conocimiento del que la mente no sabe nada.
La mente no puede conocer al árbol, sólo puede tener datos o informaciones
sobre el árbol. Mi mente no puede conocerte, sólo puede tener etiquetas,
juicios, datos y opiniones sobre ti. Sólo el Ser conoce directamente.
La mente y el conocimiento mental tienen su justo lugar en el terreno
práctico de la vida cotidiana. No obstante, cuando la mente se apropia de
todos los aspectos de tu vida, incluyendo las relaciones con otros seres
humanos y con la naturaleza, se convierte en un parásito monstruoso que,
dejado a sí mismo, puede matar toda la vida sobre la Tierra, y al final
acabará consigo misma por haber matado a quien la sustenta.
Has recibido un destello de cómo lo intemporal puede transformar tus
percepciones. Pero una experiencia no es suficiente, por muy bella o
profunda que sea. Lo que hace falta, lo que necesitamos, es una
transformación permanente de la conciencia.
Por tanto, rompe la vieja estructura de resistencia al momento presente,
de negación del presente. Convierte en práctica retirar la atención que
prestas al pasado y al futuro cuando no sean necesarios. Sal de la
dimensión temporal lo más posible en la vida cotidiana. Si te resulta
difícil entrar directamente en el ahora, comienza observando la tendencia
mental habitual a escapar de él. Observarás que el futuro suele imaginarse
como mejor o peor que el presente. Si el futuro imaginario es mejor, te da
esperanza o expectativas placenteras. Si es peor, crea ansiedad. Ambas son
ilusorias. La auto-observación permite la entrada automática de más
presencia en tu vida. En el momento de darte cuenta de que no estás
presente, estás presente. En cuanto eres capaz de observar tu mente, ya no
estás atrapado en ella. Ha entrado en juego otro factor que no es mental:
la presencia del testigo.
Mantente presente como observador de tu mente, de tus pensamiento y
emociones, así como de tus reacciones a las diversas situaciones.
Interésate al menos tanto por tus reacciones como por la situación o
persona que te hace reaccionar. Nota cuántas veces tu atención se va al
pasado o al futuro. No juzgues ni analices lo que observas. Contempla el
pensamiento, siente la emoción, observa la reacción. No las conviertas en
un problema personal. Entonces sentirás algo más poderoso que cualquiera
de las cosas observadas: la presencia misma, serena y observante, que está
detrás de tus contenidos mentales; el observador silencioso.
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Se necesita una intensa presencia cuando ciertas situaciones provocan una
reacción muy cargada de emoción, como cuando tu autoimagen se ve
amenazada, cuando te topas con un desafío existencial que te da miedo,
cuando las cosas «van mal» o surge un complejo emocional del pasado. En
todos estos casos, tiendes a volverte «inconsciente». La reacción o la
emoción se apodera de ti: te «conviertes» en ella. Eres el actor que la
representa. Te justificas, acusas al otro, atacas, te defiendes..., pero
no eres tú: es una pauta reactiva, es la mente en su modalidad habitual de
supervivencia.
La identificación con la mente da a ésta más energía; la observación le
resta energía. La identificación con la mente crea más tiempo; la
observación de la mente te abre a las dimensiones intemporales. La energía
retirada de la mente se convierte en presencia. Si puedes sentir lo que
significa estar presente, resulta mucho más fácil elegir salir de la
dimensión temporal —cuando no necesitas el tiempo por motivos prácticos— y
entrar profundamente en el ahora. Esto no reduce tu capacidad de usar el
tiempo —pasado o futuro— cuando tienes que referirte a él por alguna causa
concreta. Tampoco reduce tu capacidad de usar tu mente; de hecho, la
aumenta. Cuando uses la mente, ésta será más aguda, estará más enfocada.
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