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EDUCAR AL
HIJO ÚNICO
Si bien
ser hijo único no tiene por qué ser un problema, es más enriquecedor tener
hermanos. Son dos formas de crecimiento distintas. Vivir con adultos solos o con
hermanos al lado modifica percepciones y posicionamientos. Pero esto sólo ocurre
de forma extrema si el hijo único no se relaciona con continuidad con amigos y
compañeros. Quizás sea más fácil educar a varios hijos, pues los propios
hermanos se autoeducan.
La
familia pequeña —de uno a tres hijos— desarrolla una dinámica familiar muy
distinta de la numerosa, lo cual se observa en aspectos como la distribución del
gasto, la asignación de responsabilidades y participación en tareas
cooperativas. La familia pequeña tiende a invertir más en sus hijos, los adultos
se inclinan a tomar sobre sí casi todas las responsabilidades, dejando a sus
hijos a un lado, y la participación se mueve hacia la segmentación. Los padres
de hoy absorben todo tipo de responsabilidad, sin dar oportunidad alguna a que
sus hijos las vivan, entre otros factores por el hecho de que vivir en una
familia numerosa y ser uno de los hermanos mayores permitía desarrollar
actitudes de atención y cuidado hacia los hermanos menores. Era común ayudar a
vestir a los pequeños, a darles de comer, a cuidarles en la calle.
Es bueno
que los niños tengan otras obligaciones además de las escolares, pequeñas tareas
útiles; por ejemplo, si tienen entre 1 y 2 años no permitirles que rompan de
forma deliberada sus cosas o que las ensucien adrede. A los 2 años se espera de
ellos que se esfuercen en ayudar a recoger sus juguetes. A los 3 deberían ayudar
en cosas de escasa importancia, como a poner la mesa o vaciar los cestos de
papeles, aunque no ahorren mucho trabajo a los padres. A los 7 u 8 años deberían
llevar a cabo, todos los días, tareas de utilidad. Esto incrementará su
responsabilidad y humildad, y además así aprenderán a colaborar con los demás en
casa.
Hoy
muchos hijos únicos crecen solos. Dado que se ha perdido la calle como espacio
para el juego y la convivencia, donde antes se desarrollaba la socialización,
tendrán que pasar muchas horas sin nadie cerca, a veces ante una pantalla
(llámese televisión, videojuego, Internet...), que, además, propicia una mayor
individualidad en el niño, con la que interactúa artificialmente con amigos y
realidades simuladas, y donde él fija las normas.
Los niños
precisan dialogar, compartir, discutir con iguales; eso es algo que deben tener
en cuenta los padres de hijos únicos.
Es fundamental que el hijo único juegue, que pase ratos con otros niños, que no
esté siempre con mayores. La educación infantil proporciona hoy a los niños una
relación temprana con sus iguales. Un hijo único se beneficiará especialmente de
ella. Ha de descubrir que él puede ayudar a los demás.
El
peligro radica en el hecho de que el niño crezca en una casa de cristal, tan
protegido que no sea capaz de tener otro tipo de experiencias, limitando su
sensibilidad y compasión sólo hacia sí mismo. ¿Qué sucederá en un mundo donde
prevalezca el individualismo?
Ser hijo
único conlleva ciertos riesgos en cuanto a su educación, pero no ha de implicar
necesariamente que sean niños egoístas y caprichosos. Por ejemplo, hay
especialistas que han viajado numerosas veces a China para determinar si los
hijos únicos allí son pequeños emperadores tiranos, y los resultados sugieren
que la política de hijos únicos en China no está produciendo una generación de
niños con este perfil.
Para
facilitar la formación de personas individualistas, de pequeños tiranos, han de
darse tres condiciones: concederles todo, y concedérselo inmediatamente y sin
esfuerzo.
El hijo
único, abrumado por atenciones tan constantes, puede reaccionar haciéndose
exigente. Hemos de evitar sobreprotegerlo, mimarle, hacerle débil o caprichoso.
En el desarrollo madurativo se ha de pasar del egocentrismo al altruismo. Hay
que ayudarle a dar el salto de «lo importante es ser feliz yo» a «lo importante
es hacer feliz a los demás», para que descubra así otra forma de felicidad. Lo
dice el Evangelio: «Se es más feliz en dar que en recibir». Extender las
relaciones fuera de la familia nuclear, con los primos, abuelos, amigos... es
fundamental para que desarrolle formas de interrelación, generosidad y cortesía.
El orden,
la tolerancia, la autorresponsabilidad adquirida en la convivencia con hermanos
han de ser inducidos en los hijos únicos (en ocasiones será positivo que se
quede a comer en el colegio).
Otro
riesgo de ser hijo único es sentirse sobrevalorado, perdiendo la percepción real
de sus propias limitaciones. Asimismo, el hijo único recibe todas las
atenciones, alegrías y disgustos, y las relaciones de rivalidad o celos con los
padres pueden ser más acusadas.
Antes, si se sabía que un niño era hijo único, se achacaban todos sus problemas
a esa causa. Hoy, dada la mayoría estadística de hijos únicos, nadie cita como
causa de problemas esa situación, si bien es cierto que crecer en un ambiente de
adultos hace que éstos suelan ser sus únicos modelos de identificación. Por lo
tanto, será bueno matricular al niño en actividades que le gusten (pintura,
kárate, danza, música...), junto a otros de su edad, y que desde pequeño se le
incluya en actividades de ocio, deportivas, campamentos...
Por otro
lado, no hemos de cargarle de responsabilidades impropias de su edad, como si de
un pequeño adulto se tratara, ni hacerle blanco de exigencias. Caigamos en la
cuenta de que antes era común tener bastantes hijos, por ejemplo cuatro, y a
cada uno se le asignaba un rol distinto, por ejemplo a uno de «estudioso», a
otro de «colaborador», a otro de «simpático» y a otro de «deportista y guapo»;
ahora generalmente se tiene sólo uno y se espera que aune lo positivo de todos.
La
familia ha de mantener el equilibrio en las relaciones, teniendo cada uno su
espacio y su rol. Los hijos son importantes, pero, por su propio bien —y el de
los padres—, nunca han de convertirse en lo «único», lo central, el eje sobre lo
que todo gire.
Cuando
son pequeños es normal que pidan un hermanito, es comprensible. Se les explicará
que ésa es una decisión de los padres muy compleja, que hay que evaluar
factores, entre ellos los biológicos, pero que en todo caso no le faltarán
amigos con los que jugar, hablar y compartir.
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