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CUANDO EL
HIJO ES EL CENTRO DE LA RELACIÓN
Hay
madres solas que se vuelcan con el hijo; es una situación insana, en ocasiones
originada por la insatisfacción amorosa de la mujer. Conlleva trasladar
emociones y tipos de afecto que no son propios ni adecuados para la saludable
relación madre e hijo. Es necesario que se dé una relación triangular y que la
madre se relacione sentimentalmente con otra persona que no sea su hijo.
La
expresión «me he sacrificado por ti» es inaceptable; tras la frase «este niño es
toda mi vida», no nos debe sorprender que haya un niño perturbado, depresivo o
con una disfunción del carácter. Se crea una hipertrofia de la atención. Son
madres que llenan su vida con todo lo relacionado con la atención del niño, como
las visitas al pedíatra.
Hay mujeres que por ser viudas (las menos), por constituir una familia
monoparental, porque el padre se inhibe, o está poquísimo en el hogar, designan
al hijo varón como el «hombrecito de la casa» y éste, obviamente, asume este
papel, que no le corresponde. Otras desprecian o "ningunean" a su pareja y se
apoyan, proyectan e identifican con el hijo. El padre se ve desplazado de la
tríada. El hijo planta sus reales.
A veces
el síntoma psicosomático desvía el problema de la relación de pareja, sería «el
elemento exógeno».
Inducir a
confusión, sobreproteger al hijo en detrimento del otro, permitirle que duerma
en la cama con la madre, son errores que pronto se pagarán caros, pero que,
además, revertirán muy negativamente en el futuro adulto que hoy es un niño, su
identidad queda zarandeada, su ubicación desplazada. La pareja es y debe ser la
pareja; el hijo, hijo, ni más, ni menos.
Tener un
hijo supone dedicación, pero no la extinción de la vida individual y de pareja.
Los hijos son importantes pero, por su propio bien —y el de los padres— nunca
han de convertirse en lo «único», lo central, sobre lo que todo gira. No se ha
de renunciar a la propia vida (lo que hacen muchas madres para entregarse por
completo a su familia), ni a las necesidades de la pareja. Hay que ilusionarse,
mantener la motivación, darse satisfacciones. Se es mujer u hombre, no sólo
madre o padre.
Y al niño
hay que educarle para que adquiera independencia emocional, ha de aprender a
entretenerse solo, a desarrollar su imaginación, a saber que en algunos momentos
ha de jugar en su habitación, sin presencia de adultos, aunque «se aburra».
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